La Quinta Hija

Capítulo 21—Turning Page

I've waited a hundred years

But I'd wait a million more for you

Nothing prepared me for

What the privilege of being yours would do

La presión es inmediata, mis hermanos me cargan hasta la entrada de la sala de salud, en donde mi doctora organiza todo. Me trago los gritos de dolor mientras siento que me separan por pedazos. Me tiran en la camilla, y me agarro fuerte los barrotes de la cama. Una de las siervas seca mi sudor, estoy acostada sobre la cama, con las piernas dobladas. Me duele la espalda, la cabeza, me duele todo el maldito cuerpo. La doctora empieza a dar órdenes y siento como si me partieran a la mitad. Sollozos salen de mi boca, pero no se escuchan porque los rayos de afuera no lo permiten. No veo a ningún miembro de mi familia y eso me altera aún más.

—¡Alcíone! Prestame atención —me dice la doctora, mientras una enfermera me corta el vestido con una tijera dejándome expuesta, procede a taparme de la cintura para arriba —, nos falta dilatación, así que necesito que respires…

«Yo puedo hacerlo»

Respiro hondo. Siento mi cabeza a punto de explotar. El cabello se me pega a la frente, estoy empapada de sudor. Empiezan a pasar los minutos, mi cuerpo sigue cansado del indescriptible suceso que pasó antes de entrar en labor de parto, y cuando la contracción llega a su punto más alto de dolor, baja a ser nulo, pero llega otra contracción y el ciclo se repite. El dolor va aumentando de tal manera que cuando llega a su clímax siento que me quedo sin vida. Minutos después la doctora me empieza a dar órdenes de las cuales solo puedo asentir. Me agarra una contracción y me sujeto fuerte de las sábanas. Nadie de mi familia aparece.

—¡A la próxima contracción puja! —ordena la doctora mientras las matronas corren de aquí para allá.

Una se apodera de mí y empiezo a pujar con todas mis fuerzas, aprieto mis dientes y siento que es imposible. Siento que las venas me palpitan, los pies empiezan a ponerse fríos y el dolor es tanto que me permito cerrar los ojos, por unos segundos.

—¡Alcíone quedate conmigo! —empieza a decir pero yo solo puedo sentir un tipo de liberación, como si mi alma abandonara mi cuerpo.

«Desde que me enteré de mi embarazo, solo ha sido dolor y más dolor, ya no quiero más»

Mi cabeza empieza a descansar hasta que…

—¡Alcíone! ¡Escúchame y reacciona! —Un suspiro sale de mi cuando Alex se posa frente a mí, me toma el rostro y me hace verlo de frente, toma mi mano con fuerza y a pesar de estar mojado aguanta mientras aruño sus brazos. Su voz de alguna manera me hace recomponerme.

—¡Ya está aquí, ya puedo ver la cabeza! —exclama una enfermera y eso me da la iniciativa de seguir. Pongo todas mis fuerzas.

Siento como sale y Alex me deja para ir por él. El llanto se apodera de la sala y el sentimiento se apodera de mí. Me agarro de los barrotes de la cama, con ganas de seguir sintiendo lo mismo con sus hermanos, y lo hago. Los llantos se acompañan y la dosis de adrenalina hace que cuatro salgan perfectos. 

—Llevamos casi trece horas de parto… —logro escuchar a una matrona.

—Falta poco… —dice la doctora.

—¿Qué le harán? —pregunta Alex agitado. 

—Necesito hacer un corte, para que sea más fácil.

—Estoy muy cansada —digo casi murmurando golpeando la cabeza contra la cama cuando los intentos que pongo en este no funcionan. No siento el corte que hace la doctora.

«Quiero tenerlos contra mi pecho» Es mi mayor pensamiento.

—Sé que puedes, Als —me dice el rey mientras me ofrece agua con un carrizo.

Asiento y mojo mis labios. La doctora pide que me sigan hidratando vía venosa. Alexander se empieza a poner ansioso cuando ve que me está costando más que con los otros.

—¿Su majestad, qué hace? —pregunta la doctora cuando Alex se sube a la cama, levanta mi espalda y se sienta detrás mío. Estoy mareada y siento algo de descanso cuando recuesta mi espalda contra su pecho y pega mi cabeza a su hombro. Pasa su mano por mi sudada frente y acaricia mi cabello, besando mi barbilla.  Empieza a susurrarme y tomo la última contracción con fuerza. No paro de pujar, no descansaré hasta que salgo. Acoplo todo y mis dientes se aprietan.

—¡Solo un poco más! —pide la mujer y no me doy por vencida.

Las lágrimas no dejan de caer y dejo salir un gigante suspiro cuando siento que sale.

—Lo hiciste, mi amor —me dice y asiento cerrando los ojos.

La doctora me pide que puje algo más para botar el resto de fluidos. Alex bajó.

Estoy tan cansada pero tan feliz al mismo tiempo. El reloj de la habitación muestra las tres de la tarde. Sin verlo, el rey se acerca y me planta un beso en mis labios. Por Ra, extrañaba la sensación de nuestras bocas unidas. 

+

No me puedo levantar aún, mi cuerpo sigue muy cansado, y las matronas vinieron a pedir que me ordeñara para alimentar a mis hijos, los cuales aún no he podido conocer. La mañana está iniciando, pude dormir toda la noche.

—¿Ya los viste? —le pregunto a mi madre y niega.

—Solo los ha visto Henrik.

Sé que pasa algo, que desaparecieran ayer, no me da buena espina, y mi papá no ha venido, ni tampoco mis hermanos. Mi mamá pasa toda la mañana cuidando de mi. Y entra Alex.

—Hola —lo saludo adormilada.

—Hola…sé que estás cansada, pero hay unas cuantas personas que te quieren conocer.

Me recompongo inmediatamente y me siento, viendo como traen a mis bebés, están en incubadoras móviles.

Alex se sienta en la cama y toma a uno el cual me ofrece. Apenas lo tomo, siento como mi cuerpo crea algún tipo de órgano nuevo, uno irremplazable e indispensable. Vuelvo a llorar cuando aprecio las pequeñas manitas, los pies y la tez blanca, el cabello negro me hace sonreír, pero cuando abre los ojos me encuentro con un azul tan profundo como el de su padre. Paso la yema de los dedos por todo el contorno de su rostro. La marca en su brazo me dice quién es.



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En el texto hay: realeza, contenido +18, enemies to lovers

Editado: 14.03.2024

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