Henrik
La madrugada me toma con Ila en brazos. La futura comandante de tierra es la que más duerme de sus hermanos, pero desde que se separó de sus padres, le cuesta mucho. Y no es solo ella, sino que también los otros cuatro.
Mi madre y yo hacemos todo lo que podemos, pero ellos extrañan a sus padres.
Alexander tenía una buenísima técnica para calmarlos hasta el sueño, pegarlos a su pecho desnudo. Sin embargo eso no me sirve a mí.
Mi madre ha tenido siete hijos, por lo tanto sabe bastante y sin duda hizo y hace un excelente trabajo.
Amo a mis hermanos, y por ello el hecho de quedarme con los hijos de Als no me pesa, aunque a veces tengo pensamientos egoístas que me dicen que estoy desperdiciando mi juventud. Tengo 18 años, estaba estudiando para ser un gran médico, tenía amigos, vida social, estabilidad, un hogar y a mi familia unida. Ahora mis únicos pensamientos van en sí esta guerra acabará o si la enfermedad de mis sobrinos empeorará.
Siento un ruido y levanto la vista. Kaela entra en pijama, con el cabello atado y un abrigo hasta el piso, y en sus manos dos tazas humeantes.
—No puedo dormir, y escuché un llanto, supuse que alguno estaría despierto.
Asiento y le agradezco la taza de chocolate que me ofrece. Se sienta en la mecedora a mi lado, el ruido de la madera quemándose llenando el ambiente. Ila solloza pero no llora, tampoco se duerme.
—¿Cómo van con la administración de la leche? —inquiere llevando la rodilla al pecho.
—Ahí vamos, poco a poco. Alcíone mandó bastante, así que podemos estar bien unos días más.
No dice nada. Kaela llegó un día antes que Bash—que fue quien trajo la leche para los bebés—ella llegó en un carruaje encantado por su familia, así que nadie pudo ver.
—Supongo que estás preocupada por Alex, es como tu hermano.
—Sí, mucho. Es una crueldad el hecho de que no puedan estar disfrutando a sus hijos.
Respiro profundo.
—Alcíone sufrió mucho en el embarazo, su única motivación eran ellos y ahora ni siquiera los ve.
Nos quedamos en silencio por unos minutos, mientras nos perdemos en el fuego.
—Leí en un libro que los bebés al llegar al primer mes ya están mucho más alertas y preventivos.
—Wyndham se empezó a llevar la mano a la boca.
—Él es muy parecido a Alex. Hasta da miedo el parecido —ríe llevando la taza a sus labios.
—¿Cómo van las cosas con Bash? —inquiero.
—Bien. Está estresado y a veces no quiere hablarme del tema, pero bien dentro de todo.
+
Hoy los bebés tienen 23 días y se han visto algunos cambios. La voz que más les llama la atención es la mía. Hay que estar limpiando sus manos a cada nada, pues están metiéndoselas a la boca.
Hacemos sesiones de estimulación, con música y pequeños ejercicios.
Bash carga a las dos niñas, mamá tiene a los otros tres en la alfombra, mientras Kaela y yo hacemos el almuerzo.
—Comida lista —dice ella. Mi madre y hermano dejan a los bebés en una alfombra especial para ellos. Están tranquilos y se quedan sin llorar.
Servimos la comida.
—¿Pollo? —pregunta mi madre mientras Kaela le pone el plato en frente.
—Con curry. Arroz e hice una ensalada de pepino que es muy rica.
Llego a la mesa y tomo asiento sirviendo un vaso de agua.
—Sin duda, Kaela ha venido al rescate de nuestras papilas gustativas —exclamo.
—Cocinas increíble —la felicita Aulsoux.
Tenemos días sin saber de papá, o mis hermanas, lo que claramente afecta a mamá. Mastico la comida mientras mi mirada se posa en los bebés.
—Faltan pocos días para que los niños cumplan un mes —anuncio.
—¡Cierto! Deberíamos hacerles un pastel…aunque no lo vayan a comer pero, sería bonito —Kaela emociona y con las facciones llenas de luz observa a mi madre.
Se queda analizando la situación mientras baja el vaso de agua.
—Supongo que merecen una pequeña celebración.
3 días después
Kaela
Paseo por la tienda buscando cualquier cosa festiva, desde telas para guindar hasta esculturas de porcelana. Al ser otoño el frío sigue presente, así que el pantalón y abrigo grueso me cubren bien. La bolsa que tengo en la mano está casi llena de todo lo que he seleccionado para los bebés.
—¿Estos están lindos? —Sebas se acerca con dos vestidos de manga larga, con un lindo estampado. Asiento. Los analiza un poco más y me quedo observandolo. Levanta el rostro al notar mi mirada.
—¿Qué pasa?
—Nada…solo te ves muy tierno.
—¿Tierno? —rodeo los ojos cuando se acerca a mí con aires de coquetería.
Veo prendas mientras se posa detrás mío. Resoplo.
—Meh. Tú eres todo menos tierno —afirmo juntado las cejas.
—Bueno, eso depende del lugar donde estemos.
Mis mejillas se encienden gracias al comentario y me volteo. Pero antes de decirle algo Henrik se acerca distraído con unos pantalones de bebé.
—¿Creen que esto le quede a Blaise porque tiene los muslos muy gru- —hace una pausa cuando ve la cercanía en que estábamos. Me alejo de mi novio y tomo los pantalones.
—Estos no, la tela no me gusta.
Terminamos las compras de los bebés, y nos surtimos de ropa para nosotros, pasamos al supermercado y compramos de todo para el pastel. Mientras camino por los pasillos logro ver unas bolsas con la bandera de mi reino y la nostalgia me empieza a rayar.
Esto no es fácil, el abandonar a mi familia es de lo peor que he tenido que pasar, pero era mejor irme que ponerlos en riesgo. Si me quedaba, pensarían que Bash se resguardará ahí y no podría poner en peligro a mis padres. Por otro lado está venir a la cabaña real y pasar las 24 horas con las mismas personas. La cabaña es gigante, podemos pasar muy bien todo un día sin nadie toparse con otro, sin embargo me hace falta mi cuarto, el jardín donde plantaba las flores para mis perfumes y el té especial que hace mi padre. Los hijos de Alex son unas de mis maneras de estar consciente y no deprimirme. Él es mi mejor amigo, mi hermano y cuidar de su legado no es un sacrificio. Tanto él como mi cuñada, están pasando por un momento difícil, y no me imagino ponerme en los zapatos de Alcíone, dar a luz a mis hijos y que a los días tenga que alejarme. Alex cumple el mismo día que los bebés cumplen un mes, y no quiero pensar cómo se sentirá.