CAPÍTULO DOS
El cuarto de mi hermana está hecho un completo desastre.
Desde hace dos largas horas lo único que mis ojos han visto son treinta y siete prendas de diferentes colores y estilos, volar de un lado para otro en la habitación de mi hermana como si tuvieran vida propia.
Amelia me había confinado en su habitación en el momento en que habíamos llegamos del centro comercial luego de haber hecho un recorrido en busca del regalo perfecto para la madre de Eric. Lo cual resultó ser mucho más fácil al ver unos lindos pendientes en una de las joyerías del centro comercial.
La obsesión de Blanca por comprar cualquier perla de plata que pueda colgarse nos dió una ventaja de al menos dos horas menos de búsqueda insaciable. Amelia se decidió por un delicado colgante cubierto de pedrería y yo por las pequeños aretes en forma de mariposa que parecían ser ignorados por todos los compradores que se acercaban al mostrador.
Al llegar a casa, mamá ya estaba metida de cabeza en la cocina. Parecía bastante contenta de poder pasar otro cumpleaños de su mejor amiga en familia, como siempre ha querido. No paraba de correr por la cocina; yendo de un lado para otro en busca de sus ingredientes, fulminando a papá con la mirada para que dejara de comerse su puré y llena de harina hasta la médula por culpa de las manos inquietas de su esposo.
—¿Qué te parece este vestido?
Amelia saca la cabeza de su armario mostrándome un lindo vestido amarillo con pequeños bordados en la cintura y pequeños boleros que jamás le había visto.
Asiento sin mucha convicción y es suficiente para que Amelia menee la cabeza de mala gana, tirando el vestido por los aires y volviendo a clavar la cabeza en el armario.
Mi boca se abre en sorpresa. — ¡Ese estaba b...!
—Horroroso, lo sé.
Gruño frustrada— ¡Me estás asfixiando! Solo dame un maldito vestido ya, por el amor de Dios, ¡solo es una cena!
La escucho soltar un jadeo, ofendida cuando me dejo caer de espaldas sobre su cama.
—Que no se te olvide que el chico que se te confeso hace menos de ocho horas y que te trae lamiendo el piso por donde pasa viene a la cena también.—me recuerda e intento que no me afecte recordar que Eric hará acto de presencia en menos de dos horas.— Debes estar lo suficientemente despampanante para que el plan funcione.
Levanto medio cuerpo y apoyo el peso en mis codos al tiempo en que sacudo la cabeza para mirarla con la frente arrugada— ¿Cuál plan?
—Conquistas al chico, lo besas, te casas con él, pongo en práctica mis métodos y conocimientos químicos y ¡pum! —otra camisa vuela hacia la esquina de la habitación— Hermosa, joven, viuda y completamente millonaria. ¿A que no es perfecto?
Saca la cabeza del armario para mirarme con una inmensa sonrisa plasmada en el rostro.
Enarco una ceja, nada impresionada. — ¿Y en qué momento entras tú, específicamente?
—En la preparación de la lejía y el vinagre, por supuesto. Pero si tu deseas invertir los papeles, la suma comienza a bajar para ti. 70% de la fortuna para mí y el otro 30% para ti.
Achino los ojos cuando se deja caer de hombros.
—¿Qué? —me mira con las cejas enarcadas— Soy yo quien estaría sacrificando su preciada soltería. Ten un poco de conmiseración, Kale.
Niego divertida antes las descabelladas ocurrencias de mi hermana. A nadie le sorprenden, a decir verdad, tiene una gran imaginación. Menos mal, solo son eso, ocurrencias.
O eso espero.
Amelia pega un gritito, asustada cuando suenan dos golpecitos en la puerta de su habitación.
—¿Puedo pasar?— la voz de mamá nos hace soltar un suspiro de alivio al mismo tiempo.
—¡Sí, mamá!— le grita Amelia volviendo a su tarea y me dejo caer nuevamente.
Como papá vea el desorden de mi hermana, le da un infarto.
—Niñas, queria ver si uste....—mamá se detiene a medio camino al ver el estado de la habitación con una expresión de asombro plasmada en el rostro. —¡Wow!
Sus ojos me ubican sobre la cama y la pregunta en su rostro es clara, así que asiento.
Asiento— Lleva así dos horas.
Ella se endereza, saca la cabeza hacía el pasillo, echa un vistazo y vuelve a entrar cerrando detrás de sí cuando no hay muros en la costa. Con perplejidad, se acerca a la cama dando pequeños saltitos para no pisar la ropa del piso y se tira a mi lado sobre la cama, boca abajo.
—Pero ahora ¿qué le dió? ¿Complejo de Karl Lagerfeld?— masculla mirando la melena de mi hermana moverse de un lado a otro.
—Yo diría que Stella McCartney.— replico mirándola mientras apoya su cabeza en una de sus manos— Mira tú que se ofende cuando la comparas con un hombre. Muerto, para rematar.
—Que en paz descanse — murmura mamá.
—Puedo oírles —refunfuña mi hermana sin sacar la cabeza del armario.
—¿Puedo saber en que lío te has metido esta vez?— le pregunta mamá.
Amelia saca la cabeza para arrugar la frente.
—¿Por qué piensas que me he metido en un lío, mamá?
—Estas arrebatos de limpieza semanal las vivo cada que le rompes una cuerda a unos de los violines de tus compañeros— empieza a enumerar con los dedos—, Sonia amenaza con reprobarte, te sacan de la biblioteca, te quedas encerrada en la biblioteca y cuando intentas mezclar lejía y vinagre en el laboratorio de Hagwings y por supuesto, confundes el vinagre con el agua, Amelia. —la miro sorprendida sonsacándole una risita, burlona — Soy su madre, ¿qué esperaban? Suéltalo ya.
Me trago una carcajada porque efectivamente tiene toda la razón, pero, no pienso ser yo quien se lo acepte. No mientras Amelia nos mira fastidiada, aunque con la cara roja de la vergüenza.