La realidad de la vida

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A veces me pregunto qué es lo que nos hace vivir. Desde que existo, aún no he encontrado un motivo. Crecí huérfana, pasé mi vida en un orfanato y ya... No entiendo por qué hay personas que dicen "tu vida es valiosa". ¿En qué? No veo lo valioso de ella.
Solamente veo a una huérfana que desea ser adoptada y me digo a mí misma: ¿Por qué, si la vida es tan corta, tenemos que sufrir tanto? ¿Por qué, si la vida es maravillosa como dicen por ahí, la mía no lo es?
Tantas preguntas recorren mi mente, pero la que más me hago es: ¿Vale la pena vivir?

Capítulo 1:
—Otra mañana como cualquier otra en el orfanato. Me he levantado, me he cepillado los dientes con esa crema asquerosa que detesto, que parece que tiene dos años ahí de lo vencida que está, porque ni siquiera calidad existe aquí. Pero supongo que es mejor que no lavarse los dientes.
He ido a buscar mi desayuno al comedor, ya es lo mismo de siempre: avena y pan. En fin, ya estoy acostumbrada. Me senté en una mesa solitaria, ya que era como... la asocial del orfanato. Nunca me ha gustado juntarme con personas. Estaba comiendo cuando me fui corriendo a vomitar. A la directora del orfanato le pareció una completa falta de respeto y yo sabía lo que iba a pasar.

(Anorexia)

—Estaba la directora del orfanato golpeándome con su varilla sobre mis otras heridas que ya ella me había marcado. Últimamente había evitado mucho la comida, estaba sufriendo de anorexia y yo era la única que no lo sabía. Obviamente, embarazada no estaba. Soy virgen y, además, todos aquí somos niños...
—Retírate, Elizabeth.
—Me levanté ajustándome la falda y la ropa y luego me fui.
—Ey, Elizabeth, ¿qué te hizo la directora esta vez?
—Nada.
—Eli, espera... —el niño que me hablaba era uno de mis compañeros de cuarto, Santiago—.

(La muerte)
—¿Quién es esa dama que te espera cuando menos lo piensas? Esa dama se llama Muerte... Pero a veces es bueno que ella te lleve. He oído historias de que después de que te vas con ella dejas de sufrir y, la verdad, es la visita que más anhelo. Quisiera que ella viniera a buscarme y por fin poder conocer a mis padres. Se dice que una vez que estás en el cielo vuelves a ver a tus seres queridos, pero ¿cómo sé que iré al cielo?

—A veces me siento en el sofá dañado del orfanato y pienso... ¿Por qué la realidad de la vida tiene que ser tan cruel?

(Santiago)
—Eli, estoy preocupado por ti. Sé que no te gusta que nadie te hable, pero déjame ayudarte, por favor. Nunca has sido feliz aquí, no te atormentes más de lo que ya estás...

—Eli tenía la mirada perdida en un vacío de una esquina de la habitación, era como si su alma saliera de su cuerpo por unos segundos. Ella necesitaba a alguien que la entendiera.

—Elizabeth, escúchame... Te he escuchado hablar y sé lo mucho que siempre estás intentando comunicarte con la Muerte, pero eso no puedes hacerlo... Eso no es algo que se pueda tomar a la ligera y sé que quieres liberarte del sufrimiento, pero por favor, ya no digas esas cosas. Eres una niña, apenas tienes 17 años. ¿Por qué no me dejas ayudarte? Entiendo que la realidad sea cruel, pero apenas estás empezando a vivir.
—Ella levantó la mirada y me miró con lágrimas en sus ojos—

—¿Por qué los seres humanos tenemos que sufrir? Y yo estoy sufriendo desde que nací hasta ahora... No entiendo por qué mis padres me metieron en un orfanato. Si hubiera sido así, pues entonces hubieran tomado medidas para que nunca me hubieran tenido.

—Eli, si naciste fue porque tienes un propósito aquí en la tierra, y tal vez tu propósito no está con tus padres. Tal vez hay alguien allá afuera que sí te ama, alguien que no puede tener hijos y anhela tenerlos. No te rindas, algún día vas a encontrar a tu familia y te va a amar... Pero no intentes alterar la realidad.

—¿Cómo puedes estar tan seguro de eso, Santiago?

—Eli, el fin de semana van a venir muchas parejas a ver niños, tal vez te elijan. Tú eres hermosa y tienes un corazón de oro.

—Ella estaba a punto de hablar cuando yo le acaricé el cabello—. Lo sé, tienes el mismo pensamiento que yo: nadie debería sufrir, pero ahora debemos aceptar la realidad del mundo y debemos enfrentarla, y sé que tú puedes hacerlo, tú puedes hacerlo, Eli. Solamente debes confiar en ti. Prométeme que no intentarás hacer nada estúpido.
—Santiago, yo...
—Eli... Promételo.
—Está bien, Santiago, lo prometo.
—Esa es la actitud.

(Una nueva oportunidad)
—Ese día, como Santiago me lo había dicho, llegaron esas personas, llegaron muchas parejas en busca de hijos, seguramente personas que no podían tener bebés. Una mujer pelirroja con una sonrisa encantadora se acercó a mí. Era una mujer mayor, pero encantadora. Ella era la única que estaba sola, me miró a mí y luego miró a Santiago.
—Los quiero a ellos dos...
—Santiago y yo nos miramos, y por primera vez en toda mi vida sonreí. Me dolió hacerlo porque jamás en mi vida había sonreído, siempre había estado llena de dolor. Santiago acostumbraba a sonreír, su sonrisa se volvió más amplia de lo normal. Al fin íbamos a conocer lo que era la alegría y el calor de una madre.

—Y esta es mi historia. Mi nombre es Elizabeth Martin, y el día que fui adoptada mi vida cambió, pero le voy a dar a todos el consejo que Santiago siempre me daba a mí: no podemos alterar la realidad porque, por más que queramos que las cosas sean perfectas, siempre va a existir un poco de dolor y, a pesar de todo eso, por fin yo pude ser feliz y enfrentar la realidad de la vida...

Fin




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