La Rebelión de los Oscuros

Uno: El baile

Dos años después de la Rebelión

Luego de la rebelión, un montón de cosas habían cambiado: como por ejemplo, la alegría que solía invadir el rostro de mi hermana cada día. Con dificultad recordaba aquella mirada esperanzada y llena de ilusiones que siempre surcaba su aniñado rostro.

En mi mente no era más que un borroso recuerdo y parte del olvidado pasado.

Wendy ya no era aquella niña de dieciséis años que había sido sometida a una cruel realidad irreal, ahora era una mujer de dieciocho años a la que le había tocado vivir cada noche con la misma pesadilla que no paraba de atormentar su mente: su madre y hermano mayor muertos.

Todo lo que había sucedido no solo demostraba el extenso tiempo que llevábamos bajo la extirpe de los sobrenaturales —o como nosotras los llamábamos, los Oscuros—, sino también nuestra madurez y crecimiento.

A pesar de que Noelle Simpson —una de las chicas que había atravesado la odisea de los Oscuros junto con mi hermana y conmigo— le estaba hablando, Wendy mantenía un rostro inexpresivo y la mirada fija en la alfombra afelpada que cubría el suelo. No le prestaba ni la más mínima atención a la chica.

Si se hubiese tratado de la antigua Wendy tal acción le hubiese parecido una falta de respeto. Ahora, a mi hermana menor no le importaba nada, ni siquiera respirar.

 Dejé escapar un suspiro y entrelacé mi mano con la de Wendy. Había visto y sobrevivido a tantas que no pongo en duda una locura próxima. Sin embargo, la única persona que me mantenía estable era mi hermana. Ella era la cuerda de la que pendía; sin Wendy enloquecería ante una caída sin fondo.

Wendy ni se inmutó ante mi agarre.

Luego de la rebelión habíamos viajado muchísimo, no sabía los nombres de los lugares, pero siempre dejaba una marca en los sótanos con la intención de saber si ya había pasado por tales sitios. Habíamos viajado en avión, autobús, e incluso por barco. Algunas veces nos vendaban, otras nos dejaban disfrutar de las construcciones humanas de las que ellos se habían apoderado.

Sabía perfectamente a qué lugar pertenecía aquella habitación: el castillo de Los Líderes Oscuros. La decoración y los colores siempre eran los mismos; además de que había dejado una que otra marca en las paredes del sótano.

Una vez había escuchado a un par de vampiros decir que el castillo estaba ubicado en Londres, Inglaterra —o como ellos lo llaman: Castillo, Flor de Loto—, pero nada podía asegurármelo y nadie cargaría con la responsabilidad de decírmelo.

Estaba dentro de una habitación antigua con una decoración muy a lo vintage clásico; mucho más cómoda que cualquier sótano por el que había pasado. Las paredes estaban pintadas de color violeta, y algunos cuadros colgaban de ella —pinturas que representaban  bestias de cuerpo rojo, con cola y cuernos. Algunos comían humanos, otros estaban de pie sobre ellos—. No estaba sola en la habitación; contando a mi hermana y a mí, había veinte personas. Veinte chicas que habían pasado por la odisea de los Oscuros, algunas habían sido torturadas por miserables licántropos o descorazonados vampiros.

Hacía dos años que las cosas habían cambiado en todo el orbe. No hablo de una tercera guerra mundial, mucho menos del fin del mundo; se trata de algo tan mágico, y vagamente imposible, que resulta increíble.

 Dos de las razas ficticias mas narradas en los libros habían decidido apoderarse de nuestro mundo, sin importarles nada.

Los seres de muchas de las obras que tanto nos gusta leer han salido de los libros, y no son como los escritores los pintan, son mucho peores. Muchos humanos, incluyéndome, amamos las historias de Bram Stoker, o de Stephen King, con aquellas bestias hematófagas y antropófagas. Sin embargo, aquellos escritores solo mencionan osos de peluche en comparación a la realidad.

Unos poseen una belleza inigualable, de pieles frías, instintos súper desarrollados y una incomprensible adicción hacia la sangre humana; solemos llamarlos vampiros, cadáveres activos o depredadores chupasangre. Según muchos escritores y antiguas leyendas, son enemigos del Sol, las iglesias y del agua bendita, supuestamente son alérgicos al ajo y no pueden entrar a las casas sin ser invitados, ni verse en los espejos; también se dice que con atravesar una simple estaca de madera en su corazón, mueren eternamente.

Obviamente es mentira.

También hay otros seres, no menos poderosos que los vampiros, pero mucho más… humanos. Según diversas obras literarias, hay hombres malditos a los que les aparece una exuberante cantidad de pelaje por todo el cuerpo durante las noches de Luna Llena, convirtiéndose en híbridos incontrolables que pierden el conocimiento y se vuelven totalmente primitivos. Al igual que a los vampiros, a ellos no los matan ni las balas de plata o el agua bendita; tampoco parecen haber cazadores lo suficientemente poderosos como para asesinarlos.



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En el texto hay: vampiros, hombres lobo, romance

Editado: 21.06.2018

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