El inicio de la gran revolución gala comenzaba el año 58 a.c con una pequeña reunión organizada por el líder de Galicia, Vercingétorix, un hombre de 33 años curtido en numerosas batallas durante su juventud, exponía su marcada musculatura al viento, dejando ver sus piernas y su torso, vestía unas ropas delgadas, con una capa de bellos colores calipsos y turquesas que adornaban su espalda, portaba un escudo de hierro circular, su centro estaba grabado con la cabeza de un león, tenía además en su derecha una espada de mas de un metro con un dorado adornando sus filos.
Vercingétorix: ¡Hermanos Galos!, Estamos aquí reunidos para un propósito, el cual ya muchos de ustedes saben.
El silencio abundó en torno a la reunión durante algunos segundos, con lo cual Vercingétorix continúo con su plática sin alguna respuesta.
Vercingétorix: Para los que no se han enterado, ¡los romanos han sometido a numerosos pueblos y ciudades de nuestra Galia!, destruyendo y masacrando sin piedad a nuestros hermanos.
Ante las palabras dichas por Vercingétorix, se crea una bulla en torno a la reunión, donde los espectadores gritaban a viva voz descalificativos en contra de los romanos con bastante rabia en sus discursos.
Vercingétorix al ver que la reunión no procedía en calma, alzó la voz frente a sus guerreros, que seguían gritando en contra del general romano.
Vercingétorix: ¡Nuestros hermanos no habrán caído en vano!, por ellos, les pido que reunamos a nuestra Galia y ¡exiliemos a ese invasor de nuestras tierras!, si es necesario sacrificarse por nuestros hermanos, lo haremos, pues los dioses van con nosotros.
Lárax: ¡General Vercingétorix!, me ofrezco junto a mi buen amigo Ógox a reunir a los pueblos aledaños, hasta finalmente juntar a toda Galia en contra de ese cerdo general romano.
Lárax montaba un hermoso caballo blanco cuya cola deslumbraba con su dorado lacio, portaba gran escudo redondo de bronce, su tamaño le permitía una defensa impenetrable protegiendo mas de la mitad de su cuerpo al tenerlo, el grabado de su centro era el mismo león de Vercingétorix, su ataque consistía en una lanza de metal de 2 metros, con una gruesa y afilada punta de hierro.
Vercingétorix: ¡Que así sea, Lárax!, enviaré con ustedes a 40.000 hombres, para que los acompañen en la misión.
Ógox: Dígame cuando hemos de partir, General.
Vercingétorix: Pues mañana mismo en la mañana, mientras, alisten sus armas y guarden víveres para el camino, los necesitarán.
Ógox: Está bien, General. Prepararemos todo para mañana.
Ógox gozaba de una musculatura prominente, sus 2 metros de altura lo hacían ver aún mas imponente ante la vista de los demás, su equipamiento constaba de un escudo de 60 centímetros circular, de metal, con letras de oro grabadas por el medio del escudo, en su mano derecha portaba un gran hacha de doble filo cubierta de plata, su brillo penetraba los ojos de quien lo viera, segándolo con su luz reflejada.
Los generales se disponen a retirarse a sus respectivas viviendas, para así alistar los suministros por el posterior viaje que les esperaba al otro día.
Vercingétorix: ¡Lárax!, una cosa más.
Lárax: ¿Si, General?
Vercingétorix: Prométeme que no tendrás piedad ante tus enemigos, ni tu tampoco, Ógox. Tanto sean romanos o no, no teman en matarlos, pues piedad ya no hay en sus corazones, ¡ellos no conocen el dolor!, asegúrate que contigo lo conozcan, Lárax.
Lárax: ¡Claro Vercingétorix!, ¡que así sea!
Ógox: ¡Hermanos míos ya oyeron a Lárax!, ¿quiénes serán los bendecidos que caminarán junto a los dioses en la próxima mañana?
Los guerreros en la reunión discuten por ver quien ira a la incursión, hasta el punto de pelearse a golpes, salvajismo que caracteriza a los galos, de pronto se arma un ring en torno a la reunión, en donde la sangre abundaba, esta era salpicada en los cuerpos de los galos a causa de los daños que se producían al golpearse tanto con palos como con los puños, luego Vercingétorix con un grito desgarrador terminó con la bulla en la reunión.
Vercingétorix: ¡Basta ya!, ¡no hace falta tanta agresividad por ver quien viajará!, ¡Marabunta de animales!
Los guerreros dejaron de golpearse e insultarse con los gritos del general, para ponerle finalmente atención en sus discursos.
Vercingétorix: ¡No se diga más!, aun así, todos los aquí presentes no podrán ir, pues debemos además de reunir tropas, defender nuestra tierra de la inminente ofensiva que se avecina, por parte de los romanos.
Lárax: ¡Mi General!, no se preocupe por ello, yo estaré designando a mis tropas hasta que la luz de la noche me lo permita.
Vercingétorix: Esta bien, Lárax. Haz lo que convengas, ¡se da por terminada la reunión!, pueden dirigirse a sus casas, duerman lo mas que puedan, y alisten sus armaduras y armas, busquen los víveres suficientes, será un largo viaje y no descarto los peligros que puedan transcurrir.
Ógox: Ya oyeron al General, ¡a dormir!, que mañana será un exhaustivo día.
El pueblo Galo de dispone a dormitar en sus lechos, los cuales eran construidos mayoritariamente de un conjunto de troncos, ramas e incluso rocas de gran tamaño, algunos estaban cansados a causa de la gran pelea que se libró en torno a la reunión, por lo cual bastó un par de minutos para que estos cayeran en el mundo de los sueños, otros se desvelaron por completo por el nerviosismo de la futura misión.