La red [duskwood]

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Caras nuevas

Tomamos un viaje de carretera que debió tomarnos más de cinco horas; tiempo que pareció correr más deprisa de lo normal. Había dentro de mi mente una voz que seguía repitiendo una y otra vez que estaba cometiendo un error, pero no iba más allá de eso porque no tuve la intención de retractarme en ningún momento. Sí, quizá sí estaba cometiendo un error. Ya de por sí irme con un grupo de extraños no era una decisión para nada racional, me estaba exponiendo a un sinnúmero de pesares en ese viaje y, sobre todo, debía atender a todas las consecuencias que podía acarrear. Pero sobre esa sensación, se sobreponía la de curiosidad desmedida, la de entender el porqué de mi situación. No podía dimensionar lo que iba a encontrarme ni lo mucho que podría terminar involucrada, pero era menester para mí comprender como Hannah había entrelazado mi camino con el suyo, sobre todo el encontrarla. No tenía ideas claras del tema, la única información oficial era que Hannah estaba desaparecida y eso podía ser muchas cosas. Todo era muy reciente y quizá necesitaría al menos una noche antes de querer repasar la información que ellos tenían. Al parecer, ahora era una versión barata de Holmes. Y bueno, no había más que eso, no tenía intención alguna de quedarme tanto tiempo al menos hasta que siguiera lejos del radar de la policía, porque ahí ya sería un asunto para tomárselo con sumo cuidado.

Thomas condujo todo el camino y Cleo fue su copiloto. Yo me quedé en la parte de atrás con Richy, quien resultó ser más hablador de lo que parecía, pero agradable al menos. Quizá de todos era él quien más confianza emanaba, mucha más familiaridad y sobre todo, interesado en conversar conmigo.

—Trabajo en un taller, bueno, en realidad el taller es mío, pero trabajo ahí —me dijo en uno de esos momentos—, te lo enseñaré cuando lleguemos. 

Sorprendí a Thomas observándome un par de veces por el espejo retrovisor. Estaba segura de que seguía sospechando de mí, en su mirada notaba ese juzgamiento y lo entendía, cosa que no significaba que no me molestaba porque sí me incomodaba un poco. Sobre todo porque estaba en ese auto porque ellos habían ido a buscarme y pedirme ayuda, al menos esperaba en retribución un poco de confianza. 

—Jessy ha escrito en el grupo que ya han llegado —dijo Cleo, un rato más tarde—. Todos están bien, y aún no hay ninguna novedad sobre Hannah.

—Una mierda —dijo Thomas tras suspirar.

—No van a buscarla, no si siguen creyendo que se marchó por propia voluntad —dijo Richy—, además, no hay más de dos patrullas en la estación.

—Una buena excusa —dijo Cleo. 

Me quedaba en silencio siempre que tocaban el tema de la desaparición, sobre todo porque no quería parecer entrometida debido a mi reciente adición al grupo ya preestablecido desde mucho tiempo antes. Parecían ser muy unidos y ahora les hacía falta un miembro; no quería suponer lo que podían ser capaces de hacer por recuperarla o, en dado caso, por vengarla. La parte terrible de eso era que yo estaba ahí: el primer indicio, la primera sospechosa.

—¿Quién es Jessy? —le pregunté a Richy, con la única intención de no prolongar más mi silencio.

—Es la pelirroja de antes, ¿la recuerdas? Trabaja conmigo en el taller.

—Algo, no estuvieron mucho tiempo.

—También la conocerás cuando te enseñe el taller. Debes disculparlos, porque la situación los ha puesto en un estado de hostilidad extraño. 

Al concluirlo suspiró con un aire melancólico, por lo que preferí no decir nada más. Al final solo asentí y aparté la vista, fijándola en el paisaje en el que íbamos adentrándonos cada vez más. Los árboles grandes y frondoso hacían parte protagonista de todo el camino; bordeaban la carretera y cuando uno intentaba mirar más allá, se topaba solo con más vegetación, tan tupida que llegaba un punto en el que era imposible distinguir algo. Un bosque ciertamente aterrado para estar perdido, solo y sin manera de comunicarse con el exterior para pedir por ayuda. La sensación de desasosiego me hizo volver a pensar en el Número desconocido, no había vuelto a escribirme luego de los últimos mensajes, aunque yo sí lo hice, pero no se conectó y por ende ni siquiera estaban leídos.

 No estaba segura de quién podría estar detrás del número. Le había dicho Hacker, pero qué cosa sabía yo de qué era un Hacker, aparte de las cosas que se cuentan. Quizá hasta este día había pensado que solo eran leyendas urbanas y que no se relacionaban más que con prototipos del cine. Ahora parecía haberme cruzado de frente con uno real y quién estaba interesado en mí, bueno, en lo que yo podía hacer por el caso, lo que significaba que quién le interesaba en realidad era Hannah. La conocía, por supuesto, por eso pudo avisar al grupo, aunque ellos quizá —al igual que yo— no tenían la menor idea de quién era.

Había optado por callarme con ellos que me escribió también. Mencionarlo solo hubiese conseguido que la desconfianza siguiera creciendo, aunque si lo descubrían, también iba a estar en problemas. De cualquier forma, por ahora era una decisión tomada y se quedaría de ese modo hasta que tuviera todo el asunto más claro. Era, por ahora, mi carta bajo la manga y necesitaba saber cómo y cuándo usarla. 

El pueblo al que llegamos, contrario a lo que esperaba, era bastante vistoso y con un aura llena de vida, aun cuando era bastante entrada la noche para nuestro ingreso. La gente transitaba sin prestar mucha atención a nada diferente a sus propios pasos. Estaba sorprendida, porque quizá de manera errónea y apresurada, había imaginado que íbamos directo al pueblo más tétrico y aterrador de todo el país. 




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