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El miedo
La foto de Thomas apareció minutos más tarde del último mensaje enviado al número desconocido, justo segundos después de que Jake volviera a alertarme de que volvían intentar acceder al teléfono de Hannah. Confirmando que había sido él quien antes estuvo tratando de revisarlo, pero ¿qué cosa buscaba?, ¿qué trataba de encontrar ahí?
—¿Puedes creerlo? —le dije a Jake de camino a la puerta—. ¿Qué le pasa?
—No lo sé, se perdió la conexión con el teléfono.
—¿Puedes arreglarlo?
Pese a que dijo que sí, estaba bastante molesto por la interrupción y, por ende, el retraso. Cuya responsabilidad recaía en mí, al igual que la culpa aun cuando no la mereciera. Salí de la habitación casi con la misma rabia suya, pero ya no me encontré con Thomas. Ni en la sala, ni en la cocina, mucho menos en la segunda planta. Terminé soltando una exhalación que iba más cerca de la desesperación que de la calma, sobre todo porque en lugar de estar centrando toda mi atención en la investigación ahora debía hacer de niñera de todos. Sumándole aquello a las nuevas amenazas que no sabía a donde iban a llegar, si debía tomármelas con absoluta seriedad o dejarlas como una simple reacción ante nuestra irrupción en su escondite. Iba camino al exterior cuando me crucé con Jessy, quién a su vez, me preguntó qué cosa estaba pasando porque unos minutos atrás se cruzó con Thomas bastante molesto que ni siquiera le había prestado atención cuando lo llamó. Le pregunté a hacía donde lo vio irse y ella me señaló el caminito que iba hacía la colina; le expliqué a Jessy que terminaba de pasar con el teléfono de Hannah y tuvo la misma pregunta que yo apenas minutos antes: «¿Qué es lo que le pasa?» y era lo que intentaba averiguar en ese momento.
—Tal vez deberías darle un poco más de tiempo a solas —sugirió Jessy—. Todas estas noticias de hoy, supongo que le han afectado mucho.
Pese a que creía que aquello no era una excusa para justificarlo, terminé por dejarlo estar y tomé asiento en el exterior, donde no pasó mucho tiempo hasta que Cleo y Dan aparecieron para enseñarme que habían encontrado unas fotografías en internet del sitio que marcaba en el mapa y donde suponíamos fue el lugar del accidente. Aunque de ello no sacamos nada más allá del conocimiento y reconocimiento, el espacio era casi como cualquiera otro de Duskwood: un paraje solitarios rodeado por el bosque. Una vez Dan se retiró, Cleo me dijo algo que me tomó desprevenida; al parecer, a Dan se le había olvidado mencionarnos que el asunto de la silla de ruedas no era sólo temporal sino que su situación era más delicada. Antes de marcharse ella, me aseguró que hablaríamos con más calma del asunto porque ahora ambos estaban en medio de su propia cruzada de investigación. Thomas volvió a aparecer menos de veinte minutos después, pero no venía del caminito de la colina sino de la carretera de entrada a la cabaña. Estaba cabizbajo y noté enseguida que debió haber estado llorando; terminé poniéndome de pie cuando se detuvo frente a mí y comencé a caminar a su lado una vez él mismo lo hizo. Caminamos en silencio unos cuantos metros, ahora sí hacía la colina y pronto la imagen de la cabaña fue quedándose atrás, siendo el verde de los árboles lo único que nos rodeaba, acompañado del sol del mediodía y la brisa apenas perceptible. Thomas ya no era ni la cuarta parte del hombre que se había plantado en la puerta de mi casa, ahora estaba más delgado, débil de alguna manera, pálido y cada vez con muchas más ojeras. De cualquier forma, al menos la mayoría estábamos compartiendo esas cualidades.
—¿Me vas a decir de qué se trata? —me animé a preguntarle.
Thomas evitó mirarme, apenas y mantenía la mirada fija en el camino.
—Está muerta, ¿verdad?
—No, no lo está.
—No puede ser de otra manera, todo habla por sí mismo —dijo sacudiendo la cabeza—. Que no estaba en la casa de Michael Hanson. Que Amy, la cómplice, está muerta. Esos barriles que encontramos. ¡Max, había dos barriles! Y faltan dos de nuestro grupo.
—No sabemos qué sustancia era.
—Por favor, detente Max —dijo y dejó de caminar para mirarme por fin, parado frente a mí con los ojos cargados de decepción—. Hannah está muerta. Y Richy también. Los otros simplemente tratan de ignorar todos los hechos y también lo intenté de verdad, pero no puedo. No puedo hacerlo más.
Estaba destrozado y sentí culpa por toda la rabia que antes estaba sintiendo contra él. Lloraba y no tenía pena en que lo viera de esa forma. La posibilidad de que eso fuera posible a mí también me atormentaba, pero no podía sino seguir adelante.
—Thomas, escúchame —dije tratando de mantener la calma—. Amy fue encontrada, pero Hannah no. Por lo tanto, no podemos sacar ninguna conclusión.
—He tenido que acostumbrarme a esa maldita idea antes. Cuando encontraron el cuerpo de Amy en el bosque, me dijiste eso. Mientras todo el mundo actuaba como si yo fuera un extraño o algo más, ¿lo recuerdas?
Asentí.
—Por favor, dime por qué estabas en el teléfono de Hannah.
—Al principio dicen que no participo, así que participé. Seguí algunas «pistas» e incluso intenté entrar en la casa de un viejo conocido que ahora está en la cárcel —respondió—, fuimos después a la casa del asesino e incluso lo desenmascaramos. Ahora estamos aquí en el bosque y tenemos que escondernos.