Epílogo
Siete meses después
Miré por segunda vez el vídeo que me había enviado un número del que no tenía registro, pero como había cambiado de móvil no hacía mucho, supuse que se trataba de Alan. Aquello lo deduje por el contenido del vídeo y porque, en la parte superior de la grabación, salía el identificador de cámara con su nombre: observé con detalle todo, solo para tener la plena certeza de que era el morral que Jake siempre cargaba consigo y que aquella hoddie negra también era la suya. Repasé también el mapa donde señalaba la zona en la que hizo el hallazgo, cientos de kilómetros lejos de la mina de hierro, pero a muy pocos de la estación de gasolina de dónde me encontraba yo: Redlog Pines. Era la primera vez, desde todo lo que había pasado en Duskwood, que volvía a estar tan cerca de allí y por ende, de todo lo que recordar implicaba. Conduje hasta ahí movida por un presentimiento, peleando con mis propios miedos y con las decisiones que tomé en su momento.
No volví a saber nada de Thomas, Cleo, Dan, Lily, Jessy o Hannah. De alguna forma los había traicionado y me auto relegué a mantenerme apartada, sabiendo que era lo mejor para todos. Pero ahora estaba allí, a poco más de una hora de distancia en auto de Duskwood y casi se sentía que me adentraba en aquel pueblo lúgubre de antaño; llevaba siete meses de exilio, pero ninguna noche sin que soñara con las llamas sobre Richy o sobre el cuerpo destruido de Michael. Pasaba mucho tiempo en vela, tratando de evitar el sueño nocturno, pero siempre terminaba alcanzándome y con él venía todo de lo que quise huir al abandonarlos sin siquiera detener a despedirme. Era entonces esa la condena que estaba pagando, haber llegado a mi hogar, solo para darme cuenta de que ya no quedaba nada de la mujer que había sido antes de que Thomas se plantara en mi puerta, antes de que Jake se hubiera plantado frente a mí. No estaba segura de lo que era, quizá solo retazos de lo que deseaba ser.
La estación en la que estaba ahora era un autostop, así que tras guardar el teléfono bajé de vehículo y me dirigí a unos de los cargadores de gasolina, conectándolo. A excepción de una camioneta roja que terminaba de estacionarse, no había más de otro auto por allí, y menos de cinco personas a los alrededores. El lugar era todos menos vistoso, pero era lo más cercano a una señal que había tenido en tanto tiempo. Traté de serenarme durante unos segundos, cerrando los ojos, recostándome en el auto y tratando de pensar en cuál era la razón por la que Alan me había enviado aquello, ¿qué esperaba que hiciera con el vídeo y por qué después de tantos meses?
—Hey.
Al abrir los ojos me encontré con un hombre de pie frente a mí, estaba sonriéndome, aunque no pensé mucho en el asunto, no era la primera persona que hacía algo como eso.
—Hola a ti —respondí, devolviéndole la sonrisa.
—Entonces, ¿puedo darte las gracias?
—Pero esa es una extraña frase para coquetear —dije.
Llevaba puesto un abrigo grande, donde guardaba las manos y un gorro. Debía tener por lo menos mi edad o apenas un poco más, con la barba recortada en forma de cantado y, quizá lo que más resaltaba de su rostro, los ojos verdes, que iban más al gris.
—En realidad, no se supone que lo sea —respondió y parecía genuinamente avergonzado—. Recogiste a Adam, ¿no?
—¿Adam? ¿Qué Adam?
—Adam Dover.
—Me temo que nunca he oído hablar de él.
—Oh, ¿ok? —encogió los hombros—. Así que se supone que debo recoger a Adam aquí porque su vehículo se averió.
—Me has confundido, ¿verdad?
—No, definitivamente no. Se conectó hace un momento y en lugar de explicarme algo más de lo que ya me había dicho, solo me envió tu foto.
—Extraño —murmuré.
Sacó del bolsillo del abrigo su teléfono y tras teclear algo me lo tendió, encontrándome con la sorpresa de que, en efecto, era una fotografía mía. Desconcertada observé el número remitente, donde aparecía el nombre del tal Adam, pero lo que en realidad me consternó, al punto en que dejé de respirar, fue darme cuenta de que aquel era el mismo número que me había enviado el vídeo, el mismo que confundí con Alan. Aun así, devolví el teléfono sin decir nada al respecto. El corazón comenzó a latir rápido, sobre todo porque comprendí que aquel era el indicio que estaba buscando, el mismo que iba a llevarme a encontrar el rastro que Jake debió haber dejado tras su desaparición.
FIN