La Red Escarlata

Pequeña lección

La noche era tranquila. El viento ululaba y la luna alumbraba la ciudad con su luz blanquecina. Cada tanto, Aviator era engullida por la oscuridad absoluta debido a una nube. Pero siempre, siempre, estaban los alaridos de los monstruos. Los necrófagos, como le llamaban Heather y compañía.

            Mientras ella montaba guardia en el faro, no podía evitar sentir un escalofrío. Incluso a la distancia, muy a lo lejos, sus siluetas eran notorias y deformes, sosteniéndose con sus dos manos delanteras como si fuesen gorilas, más grandes que cualquier persona y con mandíbulas como hormigas. Heather nunca había tenido uno tan cerca como para verlos a detalle, aunque por cómo los había descrito Jake, prefería quedarse con la duda.

            Jake se enfrentó a uno de ellos, una vez. Fue una noche que Ximena, una antigua integrante, se había infectado una herida de bala. Estaba levantando fiebre hasta el punto en que sentía su cuerpo ligero y deliraba. Necesitaban antibióticos con gran urgencia, por lo que Jake se dispuso a correr hasta la farmacia que quedaba dos calles arriba. Heather y Gaz lo aguardaron sobre el faro. Escucharon el aullido de la bestia, tan horrendo que ella casi dispara a la nada por error. Luego, en ese silencio único que ofrece la noche, oyeron un fuerte estruendo, seguido de un ensordecedor estallido, el más fuerte que escucharon jamás. Jake volvió cojeando, con el bolso lleno de medicamentos y su Smith & Wesson 500 en la mano. Tenía la cara ensangrentada, el brazo izquierdo roto y un trozo de madera clavado en la pierna.

            La pelea fue tan rápida como brutal. El necrófago tomó a Jake con una mano, solo con una, y lo arrojó contra los estantes. Él atravesó los cuatro estantes que conformaban los pasillos y se estrelló contra el mostrador de la farmacia, donde un trozo de madera lo apuñaló en la pierna y el cúbito izquierdo se rompió. La bestia se lanzó sobre él para darle el golpe de gracia, pero Jake alzó su confiable revólver y disparó sin siquiera detenerse a apuntar; porque de hacerlo, habría muerto. Casi se rompe la muñeca por la fuerza del disparo; de hecho, la propia pistola salió despedida de sus manos. La farmacia se iluminó durante un breve instante y la cara del necrófago se hundió, despidiendo los sesos por un gran agujero que se abrió tras el cráneo.

            —Tuve suerte de que vi al idiota y pude llevarme la mano al pecho antes de que me agarrara —dijo mientras Cassie terminaba de vendarlo—, porque si no, no me habría dado tiempo a desenfundar el arma. Era enorme, Heather, medía unos dos metros, quizás más porque estaba encorvado, y no se parecía en nada a un garrador.
            »Sus brazos eran gruesos y muy largos, y sus manos… Sus manos eran como garras rojas, y si te dijera que con una mano, ¡una!, ya me agarró del torso y me arrojó como a un muñeco del trapo, te digo todo. Y su espalda… De su columna salían espinas. Y su mandíbula se abría en dos, eran, prácticamente, dos garras que terminaban en un largo colmillo, como las mandíbulas de una hormiga. Tuve suerte, Heather. Lo que tuve ahí, fue suerte, porque a pesar de su tamaño era diez veces más rápido que los garradores.

            Desde aquel episodio, nadie –ni siquiera el propio Jake– intentó salir de noche. Durante el día trataban de asegurarse de que tenían absolutamente todo lo que necesitaban, y de noche se hacía el silencio, porque si esas bestias llegaban a su refugio, apenas si podrían durar diez minutos antes de que las paredes se pinten con sus restos.

            Heather temblaba al recordar aquello. Odiaba montar guardia por el mismo motivo, porque a lo lejos podía ver sus siluetas recorriendo la calle, y eso le inquietaba. Pero esa noche decidió hacerlo, porque daba igual lo que hiciera, no podría dormir luego de lo que vivió aquel día.

            La idea de que Gaz tuviera razón, que lo que vieron fue un vampiro maestro capaz de hipnotizar a las personas… la aterraba. Él siempre había salido con sus locas teorías. Durante esos cinco años, llegó a atribuirle diferentes orígenes a los garradores. Desde que era un virus zombi, un virus creado en laboratorios… Hasta incluso lo atribuyó a los alienígenas y a la magia negra. Pero esta teoría, la de los vampiros… la aterraba. En su interior, muy dentro de su mente, ella sentía que ésta era la teoría correcta. Que lo que vieron fue un vampiro. No, que los garradores y necrófagos son vampiros, unos salvajes de menor rango, y que lo que vieron no fue más que un vampiro maestro, aquellos que en la mitología pueden hablar e hipnotizar a las personas para convertirlos en sus perros guardianes. «Pero si hay un vampiro maestro, tiene que haber un vampiro superior, alguien que controle a todos» pensó, sujetando el guardamanos del rifle de caza, y sintió un escalofrío.

            Luego pensó en Panqueque. En la imagen de Panqueque que vio Jabalí, mejor dicho. ¿Y si ese vampiro les había dicho que iba a darles caza? La idea la aterraba. «Tal vez sea una advertencia para nosotros —pensó, mirando la ciudad engullida en la noche—. Tal vez nos dijo que, si echamos a Jabalí y a Panqueque, nos dejarán en paz». Y otro escalofrío le recorrió la espalda.

            Por un momento, la idea fue tentadora. Si armaba un buen argumento, ninguno de sus amigos se enojaría con ella por darle la espalda a una niña. Pero simplemente se negó, porque ella misma no era capaz de hacer algo así. Incluso si aquel vampiro le hubiera pedido tal solicitud de manera directa, no podría hacerlo.

            Durante sus años de panadera, si un niño llegaba y le pedía algo para comer, Heather no dudaba en darle algunos panes y unas facturas. A veces una rebanada de pastel, si es que ya había uno cortado. Después de todo, era la panadería de su padre, y ella era prácticamente la jefa.

            Siempre tuvo cierta debilidad por los niños, y Panqueque… Bueno, Panqueque era la primera niña que veía en años, y era una niña dulce y simpática. No podía dejarla en la calle, aún si eso significaba tener a una horda de necrófagos tocando la puerta.



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En el texto hay: vampiros

Editado: 07.11.2023

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