La redención

Capítulo 2

A la semana siguiente, al regresar del banco se topó con la nueva adquisición de Bart y pensó que había sido muy mala idea darle vía libre para contratar empleados.

-¿Quién es? – preguntó contemplando a la muchacha que estaba en su casa.

-La nueva empleada, señor – respondió con tranquilidad y él frunció el ceño.

-¿Ella? – dijo mirando a la muchacha de arriba abajo, era delgada y baja, con el pelo recogido con un pañuelo, un vestido que daba pena por lo gastado  y unos extraños mitones tejidos que le cubrían las manos. Parecía un pajarito desplumado más que alguien preparado para las tareas domésticas.

-Ven y preséntate, él es el Señor Cole, el dueño de la casa – la llamó Bart y la chica se acercó presurosa.

-Mi nombre es  Abigail Myrtle Owen, pero puede decirme Aby como todos. Voy a trabajar muy duro – dijo ella con una amplia sonrisa mientras extendía su mano. Él la saludó ligeramente y luego miró a Bart.

-Sígueme.- ordenó y se dirigió a su estudio. Bart entró detrás de él y cerró la puerta.

-¿Qué sucede? – preguntó

- ¿De dónde sacaste a esa cosita? No creo que pueda trabajar dos horas sin quebrarse.

- Ella y su madre se han mudado hace poco a  la calle de abajo, ya sabe cual – dijo refiriéndose a las calles de la periferia, no muy lejos de la mansión- Lavan ropa para afuera y trabajan de lo que se puede. Vino a pedir trabajo y la contraté, es una buena chica.

-No nos dedicamos a hacer beneficencia, Bart

- No es beneficencia señor, tiene mucha energía, es responsable y tiene determinación. Usted mejor que nadie sabe lo importarme que es la determinación, dijo que contratara a quién me pareciera. Creo que ella es la indicada para el trabajo.

-Llegué a donde estoy gracias a mi intuición y  esa muchacha causará problemas.

- No puedo despedirla por su intuición. Primero deberíamos darle una oportunidad, quiere trabajar y necesita hacerlo, esa es la mejor recomendación para mí.

-Diablos, Bart, de acuerdo. Me rindo. Veamos si ese pajarillo puede hacer un buen trabajo.

 

Cole había tenido una mañana complicada, la noche anterior un grupo de hombres había armado un escándalo en uno de sus salones, eran  malvivientes de poca monta que intentaban desafiarlo metiéndose con sus negocios. No quería volver a los viejos días, había  doblado la cantidad de hombres que cuidaban la seguridad de sus locales y había ido a hablar con un jefe de policía al que conocía bastante bien. No estaba dispuesto a echarse al fango por un grupo de inadaptados, tenía mejores planes para sí mismo, aún así no iba a dejar que lo perjudicaran, mucho tiempo atrás había decidido que ya no se dejaría pisotear por nadie.

Su humor no era el mejor cuando llegó a la casa y vio a la joven sirvienta levantando la tapa del piano.

-¡¿Qué haces?!

-¿Oh, sólo quería verlo. Es un piano tan bonito – dijo ella sobresaltada y soltando la tapa de golpe, demasiado, el ruido hizo gruñir a Cole.

-No vuelvas a tocarlo, es de mi esposa.

-No sabía que tuviera esposa, el Señor Bart  no me lo dijo.

-No tengo, me refería a mi futura esposa – mencionó contrariado, la verdad que era difícil explicar lo que había querido decir.

-¡Ah, su prometida! Antoniette me dijo que tenía una prometida, ¿entonces este piano es de ella? ¿O va a regalárselo al casarse?

-¡Por todos los diablos no es asunto tuyo! ¡Sólo mantén tus manos lejos del maldito piano! – estalló él y ella retrocedió.

-Lo siento – dijo apenada- sólo que me dio pena verlo. Parecía abandonado. No iba a dañarlo de todos modos, sólo quería verlo. Y dudo que sea un maldito piano si tanto le importa – dijo ella sin bajar la mirada, la mayoría de los hombres que conocía no podían hacerlo, eso hizo que le prestara atención a la muchachita. Tenía más valor del que parecía.

-Ya vuelve a tu trabajo – dijo haciendo un gesto vago con la mano y no pudo evitar pensar que algo en ella le recordaba a sí mismo.

- Es blanco – dijo Abigail y él se giró a  mirarla sin entender. Ella continuó explicando- El piano es blanco así que va a llenarse de polvo fácilmente, ¿se supone que lo limpie o no? Dijo que me alejara de él. Pero si no lo limpio cuando se ensucie no estaré haciendo mi trabajo, ¿verdad?




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