La redención

Capítulo 3

 Los días siguientes Cole volvió a toparse con la muchacha y para ser sincero se esforzaba en su trabajo, a veces le parecía que se multiplicaba porque la veía por todos lados. Aunque su apariencia desmañada le seguía molestando.

-¿Uniforme? – preguntó ante la sugerencia de su jefe.

- Sí, Antoniette lo usa, ella también debería, no puede deambular por la casa con esa apariencia.

-Cierto, podría arruinar nuestra reputación- respondió con ironía y Cole le dirigió una fría mirada.

- Las apariencias también cuentan, Bart, lo sabes tan bien como yo.

- De acuerdo, si es lo que quiere se lo diré. Creo que no va a gustarle.- dijo el hombre y Cole hizo un gesto con los hombros que dejaba en claro que era lo que él deseaba y eso era lo único importante. Le fastidiaba ver a aquella muchachita  tan pobremente vestida en medio de su lujosa casa, quizás lo que le fastidiaba era  que le recordaran la pobreza.

La muchacha usó el uniforme, aunque mantenía un colorido pañuelo cubriendo su cabeza y había reemplazado los mitones por guantes blancos. Era clara su opinión sobre el atuendo pues cuando vio a Cole, fue directo hacia él.

-¿Tengo que usar esto?

-Sí. El personal de servicio debe estar bien vestido.

-¿Le doy vergüenza?- preguntó mirándolo fijamente y fue él quien se sintió avergonzado.

- Sólo úsalo. Es parte del trabajo y no puedes negar que es mucho mejor que tu ropa habitual- sentenció él y ella se rindió, se sujetó la falda hizo una breve reverencia con mucho de pantomima y se retiró. No reaccionó a tiempo pero se prometió que la próxima vez le enseñaría quien mandaba en aquella casa o la echaría.

Sin embargo el próximo encuentro fue bastante inesperado.

Cole entró a su estudio y vio a Abigail  trepada sobre un par de sillas mientras intentaba bajar las cortinas de los altos ventanales. La posición de la chica era peligrosa.

-¿Qué estás haciendo? – preguntó en voz alta y la sobresaltó provocando que perdiera el equilibrio y cayera. La tela le cayó encima y cuando Cole llegó a su lado, prácticamente tuvo que sacarla de entre las pesadas telas.

-¿Estás bien? – preguntó ayudándola a levantarse.

-Lo estaba hasta que me asustó.

-Era peligroso, ¿qué diablos hacías ahí arriba?

-Iba a lavar esas cortinas, lo necesitan.

-Hay gente que se ocupa de eso. Las cortinas pesan más que tú.

-No sabía que alguien más las lavara, había terminado de limpiar lo demás y vi que tenían tierra – dijo ella mientras se ponía de pie.

-¿No te lastimaste? – preguntó Cole.

-No, solo un golpe- dijo y al levantar la cabeza el pañuelo que llevaba en la cabeza se cayó dejando al descubierto un cabello rubio corto que crecía desordenado. Parecía una aureola clara, o las plumas de un pajarillo. El la miró fijamente, no había visto a otra mujer un corte de cabello similar, ella se llevó las manos a la cabeza.

-Crecerá pronto, eso espero – dijo incómoda y se mordió el labio.

-Es una forma muy particular de llevarlo, creí que a las mujeres les gustaba el cabello largo.

-Sí, era largo., pero lo vendí. Necesitaba dinero para  medicamentos de mi madre y pues el cabello crece, no es tan importante. Tampoco tenía nada más para vender – dijo justificándose, era la primera vez que la veía tan insegura: imaginaba que después de todo extrañaba su cabello.

-No se ve mal, va contigo, pajarillo – dijo intentando consolarla, extrañamente se sentía como si hubiera hecho algo indecente al verla así.

Ella levantó la mirada y sonrió tímidamente.

-Crecerá pronto – volvió a reafirmar la joven y luego miró el desorden que había quedado- ¿Qué haremos con las cortinas?

-Tú mantener alejada de las ventanas y evita estar colgada sobre los muebles, ya le diré a Bart que las haga lavar.

-Mi madre hace trabajo de lavandería – dijo ella de pronto.

-De acuerdo, las llevaremos allí. Ahora ve a hacer algo que no implique un accidente, por favor.- Indicó con suavidad. Se había conmovido al pensar en aquella joven renunciando a su cabello por su madre, era alguien capaz de sacrificarse por un ser querido, le parecía admirable. Quizás un gesto totalmente inútil en medio de un mundo injusto y cruel, pero aún así admirable.




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