La redención

Capítulo 4

Bart entró al estudio de su jefe y se sorprendió por la luz que entraba a raudales.

-El pajarillo decidió que era hora de limpiar las cortinas – explicó Cole con una mueca - ¿Qué sabes de ella?

-¿Abigail?

-Sí.

- Muy poco, ya le dije que vive en la calle abajo, con su madre.  No hace mucho que están ahí.

-¿Están solas?

-Sí, su padre está preso aunque no sé detalles, así que están las dos solas. Antes vivían en las afueras de la ciudad, pero lograron mudarse hace poco y la muchacha está feliz, su madre tuvo algunos problemas de salud y ella prefiere que estén aquí. Y es trabajadora, ha hecho un muy trabajo hasta ahora.

-No voy a despedirla Bart, sólo sentía curiosidad. ¿Nada más?

-Sólo que se nota que es buena chica, quiero decir , usted y yo sabemos lo que la calle y la pobreza le hacen a las personas, ella parece tener cierta inmunidad, como si la vida difícil no hubiera arruinado su inocencia. Algo así…- explicó y alzó los hombros como si no supiera cómo entenderlo, pero Cole lo entendía. La muchacha tenía algo que trasmitía fuerza y también alegría, algo que él podía sentir pero no entender. A él la vida dura lo había llenado de rencor, ella parecía mantener la esperanza.

 

 

Aquella mañana le costó  subir el camino que iba a la mansión de la colina, había dormido apenas un par de horas y sentía que sus fuerzas se habían desvanecido.

Incluso Antoniette le mencionó que se la veían algo demacrada, pero ella le restó importancia y preguntó cuáles eran sus deberes para ese día.

Abigail estaba cansada, había estado trabajando sin parar en su primera semana en la casa de Cole y también ayudando a su madre con la ropa que había recibido para lavar, pero a pesar del cansancio estaba dispuesta a cumplir sus tareas.

Miró fijamente los cubos de agua que necesitaba para limpiar, tomó aire y los levantó.

-¿Qué estás haciendo ahora?- preguntó su jefe al verla arrastrar los cubos de agua.

-Limpiar…

-¡Oh por todos los cielos! Si eso pesa más que tú.

-Pero yo tengo más voluntad que ellos – respondió. Cole no pudo observar más, cruzó el salón y le quitó los cubos.

-¿Dónde quieres que los deje?

-Yo puedo, de verdad. Usted no debería….- trató de disuadirlo, el hombre se veía muy fuera de lugar con aquella ropa cara y cargando los baldes.

-  Sé muy bien que no debería. Sólo dime dónde.

-Por allí está bien – dijo ella señalando una esquina y él los llevó hasta allí. Los  cargaba como si fueran algo ligero, se sintió muy inútil.- Gracias- musitó tímidamente.

-Deberías limitarte a lo que puedes hacer, si intentas hacer más, serás un estorbo en lugar de ayuda.

-Agradezco su ayuda, me disculpo por los inconvenientes, pero no estoy de acuerdo. Si me limito a lo que puedo hacer, a lo que me permiten o a lo que los demás piensan que debo hacer, eso no me deja muchas posibilidades de mejorar, ¿verdad? Probablemente no siempre pueda hacerlo, pero quizás si lo sigo intentando logre algo, siempre que no me dé por vencida.

-¿Siempre tienes algo que responder? – preguntó enarcando una ceja en un gesto amenazante, aunque las palabras de ella no estaban tan equivocadas, después de todo él había salido adelante sólo por fuerza de voluntad y obstinación.

- Eso dice mi madre, y también dice que seguramente me meterá en problemas, pero si no digo lo que pienso o lo que siento sería un gran desperdicio. Después de todo lo único que posee en esta vida es eso, mis pensamientos y mis sentimientos, al menos deberían ser sincera con ellos. Aunque me cause problemas – finalizó bajando la voz, parecía haberse dado cuenta a último momento de lo inadecuada de la situación.

-Muy elocuente para alguien que no puede cargar un balde. – dijo él y sin agregar nada más se marchó

 

Cole miró por las ventanas, su mansión estaba construida en lo alto de una pequeña colina, había amado eso cuando la compró, estar en lo alto y  ver la vida de pobreza desde lejos. Pero en los últimos días  había tenido que contemplar hacia las calles periféricas, hacia las casas que a pocos metros de él estaban marcadas por la carencia y la miseria. Y se debía a Abigail, aquella muchachita lo afectaba más de lo que deseaba, quizás porque lo hacía mirar hacia   un espejo que reflejaba su pasado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.