La redención

Capítulo 5

Llegó a la mansión apenas amanecía, pues habían acordado con Antoniette limpiar a fondo las habitaciones del piso superior y eso llevaría mucho tiempo. Cuando entró lo primero que vio fue  a una mujer morena, con más curvas de las que ella tendría alguna vez , descender la escalera tras darle un beso a James Cole Bayle que  la observaba desde la barandilla. Él iba despeinado y con la camisa arrugada, aún ella entendía lo que esa imagen significaba. La mujer se paró al pie de la escalera, envió un beso en el aire y pasó por su lado como si ella fuese invisible. Se fue dejando un nada sutil aroma a perfume en el camino.

En cambio, Cole sí fue consciente de su presencia, la miró fijamente con sus ojos oscuros.

-Llegas temprano, pajarillo – dijo con la voz pastosa.

-Creí que tenía una prometida – respondió como si fuese la traicionada.

-Tengo una, pero no me acuesto con ella.

-¿Por qué? – preguntó y luego quiso haberse mordido la lengua.

-Es una señorita de la alta sociedad, voy a casarme con ella.- respondió él como si eso fuera algo obvio.

-Entonces supongo que su prometida debe estar feliz y agradecida de que se acueste con otras mujeres – le soltó ofendida y Cole empezó a descender la escalera con andar felino hasta llegar a su lado .

-¿Entonces? ¿Si fueras ella preferirías acostarte con tu prometido, aún antes del matrimonio?

-Sin dudas, quiero decir, si lo amara no habría nada malo. Lo que quiero decir es que no me gustaría que viera a otras mujeres…- dijo dubitativa y sonrojándose, obviamente lo suyo era sólo una bravata, Cole podía distinguir  la inocencia de la muchacha. Su consciencia le decía que no la incomodara, pero al mismo tiempo estaba muy tentado de incomodarla.

-Un hombre es un hombre, pajarillo.

-Y una mujer también es una mujer, quiero decir…

-¿Segura que sabes lo que quieres decir? – preguntó agachando la cabeza para ponerse a su altura y mirarla desde cerca. Muy cerca.

-Que está mal, que lo que hace está mal- contestó manteniéndole difícilmente la mirada. Y  Cole encontró que aquella absurda disputa era mucho más estimulante que la noche que había pasado con  Hannah

-Nunca he sido un chico bueno. Dile a Antoniette que dejen la limpieza para otro día, quiero dormir. Traten de no hacer ruido hoy, pajarillo – ordenó y se apartó de ella para subir a su habitación.

Cuando él se fue, la joven notó que había estado conteniendo la respiración y que sus latidos estaban acelerados por tenerlo tan cerca. Se había sentido abrumada por su cercanía.

Ella no debería haberse entrometido, después de todo el comportamiento de Cole no difería del de la mayoría de los hombres en su posición. Los noviazgos y compromisos estaban marcados por la hipocresía, los hombres elegían mujeres para casarse como si se tratara de un animal de pura raza y mientras tenían amantes que satisfacían sus necesidades. Era lo normal, pero ella había esperado que Cole fuera diferente.

Quizás la ausencia de su novia en la cena tenía que ver con aquel comportamiento tan libertino de él, ella había culpado a la mujer por no presentarse, quizás se había equivocado al juzgarla.

 

 En los días siguientes, Abigail se limitó a hacer  su trabajo y a alejarse tanto como fuera posible de su jefe.

También tenía sus propias metas que cumplir, ayudar a su madre  y ahorrar para poder contratar un buen abogado que sacase a su padre de la cárcel. Aquellos que le asignaban nunca se habían preocupado realmente por su situación, y lamentablemente cada vez que habían reunido algo de dinero, con mucho sacrificio, había surgido algo más urgente.

Y la peor lucha era mantener su esperanza y su espíritu cuando todo  parecía ir en su contra, así que tenía otras prioridades antes que ocuparse de la vida personal de su jefe.

Poco después del almuerzo, Antoniette la llamó a la cocina.

-Siéntate- dijo la mujer y le sirvió un plato abundante de comida.

-Está bien, puedo comer algo después.

-Come ahora niña, parece que fueras a quebrarte de lo delgada que estás. Además no querrás rechazar mi comida, ¿verdad? Tómate tu tiempo y come tranquila, me gustaría ver algunas tus mejillas redondeadas– insistió la francesa y ella cedió. Solían comer rápidamente o antes del almuerzo o después, pero esta vez era diferente. En verdad parecía que  Antoniette intentaba rellenarla.




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