La redención

Capítulo 7

Cuando Abigail llegó a su casa, su madre la estaba esperando.

-Se hizo tarde, ¿todo está bien? – preguntó la mujer ansiosa.

-Sí, sólo me quedé cuidando unos gatitos y se hizo un poco tarde. ¿Tú has estado bien, madre?

-Sí, Abigail. ¿Ya comiste, verdad?

-Sí, Antoniette me obliga a comer, ah y envió esto para ti – dijo poniendo en la mesa la comida que la mujer le empacaba prácticamente todos los días.

-Dale las gracias de mi parte. – casi susurró Abigail notó que tenía los ojos enrojecidos , como si hubiese llorado.

-Mamá, ¿de verdad estás bien? ¿Te duele algo?

-No cielo, está bien. Sólo que…- dijo la mujer y detuvo su mirada en su hija, en el cabello corto, en sus manos quemadas, en sus ropas gastadas- lo siento tanto, Abigail, quería mucho más para ti. Lamento no poder hacer nada para ayudarte.

La joven avanzó y la abrazó.

-Estaremos bien, no tienes que preocuparte y mucho menos disculparte. Yo estoy bien.

-Estás trabajando tanto, no quería mandarte como sirvienta a una casa…yo…

-Un trabajo es un trabajo, madre y además son muy buenos conmigo. Ya ves como es Antoniette, Bart  es  muy amable y el Sr. Bayley es muy bueno también, incluso aceptó a los gatitos y no me deja trabajar mucho.

- No he escuchado cosas buenas sobre él.

-Madre, tú sabes que los rumores suelen ser  obra de gente malintencionada y con mucho tiempo libre. Cole es un buen hombre – afirmó y su madre asintió con la cabeza aunque conservando ciertas reservas.

 

Al mediodía siguiente cuando el buen hombre regresaba a su casa,  entrecerró los ojos para estar seguro que lo que veía era verdad. Al confirmar que no estaba alucinando, le hizo señal al cochero de que se detuviera y bajó. Abigail intentaba trepar a un árbol, primero se había caído de una ventana, pero parecía que eso no le había bastado.

-¿Qué estás haciendo? – preguntó casi gritando y entonces vio que junto al árbol había dos niños y que Aby ya estaba trepada en una de las ramas bajas.

-Trato de bajarles la cometa- señaló hacia arriba donde estaba enganchado el multicolor artefacto.

-Baja de allí, te caerás – le ordenó.

-Seré cuidadosa- dijo solemnemente mientras se estiraba.

-¡Maldición! Vuelve aquí, yo  la bajaré – dijo quitándose el saco y ella descendió inmediatamente. Cole le dio el abrigo y entre gruñidos empezó a trepar, con una asombrosa agilidad llegó hasta la cometa y la bajó. Se la entregó con brusquedad a sus dueños aconsejándoles que jugaran lejos de los árboles, y luego fue hasta ella.

-¿Ahora también rescatas cometas? ¿Es que no tienes ni un poco de juicio?

- Me gustan las cometas, cuando niña  íbamos con mi padre a hacerlas volar. Son parte de mis recuerdos felices de la infancia. ¿Cuáles son sus recuerdos felices? – preguntó cambiando de tema y él la miró con enfado.

-En mi infancia no hay recuerdos felices, ni uno solo- respondió quitándole el abrigo de las manos.

-Estoy segura que sí, piense, todos tenemos aunque sea un recuerdo feliz.

- Yo no…- dijo él pero de pronto recordó que si había uno, una niñita vestida de blanco- su expresión cambió repentinamente y Abigail lo notó.

-Sí recordó algo, ¿verdad? ¿Qué es?

-Nada que sea asunto tuyo, vámonos antes que te metas en otro problema.

-¡Oh no! – exclamó  asustada.

-¿Qué sucede ahora?

-Antoniette me encargó ir a comprar algo y  me distraje con lo del cometa. Debo irme, gracias por su ayuda – dijo y echó a correr para ir a cumplir el encargo. Cole  la observó como si fuera  algo insólito e indescifrable. Ella no encajaba  con el comportamiento de ningún tipo de mujer que hubiera conocido anteriormente, ni las princesas de alta sociedad, ni las chicas de la calle, ni las del servicio. La muchacha parecía tener una libertad que él desconocía y le envidiaba. Algo en ella parecía estar más allá de todo.

Caminó el trecho que quedaba hasta la mansión, le avisó a la francesa de la demora de Abigail y luego se encerró con Bart para hablar de lo que había descubierto sobre los ataques a sus clientes.




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