La tarde siguiente volvió a llover y no había mucho que hacer en la casa, ni siquiera limpiar era una opción porque con aquel clima sería inútil.
Abigail entró tímidamente al estudio de Cole.
-¿Necesitas algo? – preguntó él que se había puesto a revisar unos libros contables.
-¿Podría prestarme uno de sus libros? – pidió señalando la enorme biblioteca.
Cole alzó una ceja intrigado por su interés, para ser sincero la mayoría de aquellos libros habían venido con la casa y otros tantos los había comprado en remates pues se suponía que una biblioteca bien nutrida era una muestra de alto estatus. Él había leído sólo alguno que otro, había aprendido a leer tarde y se había dedicado más a los negocios que a otra cosa , había leído libros de Historia que le resultabas interesante, pero no era lector asiduo de novelas. Ella, en cambio, se veía entusiasmada.
-Elige el que quieras – le dijo y la chica fue hacia los estantes y tras mirar un rato, tomó dos.
-Gracias- dijo abrazando los volúmenes y se retiró rápidamente.
Un rato después, cuando el hambre lo obligó a tomar un descanso, Cole escuchó las risas y voces que provenían de la cocina.Se acercó lentamente.
Antoniette, Bart y Eugene, el cochero, estaban sentados concentradísimos, mientras Abigail leía de pie, gesticulaba y cambiaba las voces, era prácticamente una obra de teatro más que una simple lectura.
La pequeña audiencia estaba fascinada por la muchacha y él entendía por qué, no podía quitarle los ojos de encima y su voz lo transportaba a los lugares del relato, de hecho incluso se olvidaba de su tamaño físico o su ropa sencilla. Mientras leía, Abigail era inmensa e impresionante como una renina. De pronto se volvió y lo miró fijamente, su mirada no era huidiza sino tan fuerte como la de él y como si obedeciera una muda orden, Cole entró y se sentó junto al resto a escucharla. Y complacido dejó que aquel pajarillo ejerciera su hechizo también sobre él.
La muchacha leyó casi un cuarto del libro y luego se detuvo porque casi se había quedado sin voz, cuando hizo la pausa, los demás la aplaudieron.
-¿Mañana continuarás, verdad? – preguntó Antoniette ansiosa.
-Ha sido emocionante – alabó Eugene
-Quiero saber cómo sigue- dijo Bart.
-También yo- declaró Cole y le sonrió. La joven pensó que si lograba hacerlo sonreír leyendo podría seguir haciéndolo durante cien o mil días.
Una vez que terminaron de cenar, Cole le pidió al cochero que llevara a Abigail a su casa.
-No es necesario – dijo ella.
-Hay una terrible tormenta afuera y es muy tarde, además son lo preguntaba pajarillo. Es una orden- sentenció pero su tono de voz era suave y calmado. La chica no tuvo más remedio que aceptar , pero se sintió muy avergonzada, más teniendo en cuenta que era extraño llegar a su humilde casa en carruaje. Aún así lo agradeció, porque ciertamente hubiese quedado empapada de regresar caminando.
-Tu jefe es muy considerado – dijo la madre cuando la recibió y Aby asintió algo incómoda.
-Lo es, te dije que es buena persona.
-Abigail…- empezó a hablar la mujer pero se detuvo, no era necesario perturbar a su inocente hija con sus preocupaciones respecto a tanta consideración del Sr. Bayley.
Mientras tanto , Cole le pidió a Bart que Abigail no se quedase hasta tan tarde en la casa.
-No la necesitamos para la cena ni nada de eso, Antoniette vive aquí y es lógico, pero esa muchacha debe regresar a sus casa muy tarde cada noche, asegúrate que desde mañana se vaya mucho antes.
-De acuerdo, jefe. Aunque no lo tomará bien, le gusta cumplir con su trabajo y es el horario que aceptó al entrar a trabajara aquí.
-Dile que así pasará más tiempo con su madre, o que venga antes en la mañana, no lo sé.
-Bien – dijo Bart sin agregar nada más pero sonriendo levemente.
Los días siguientes Abigail se marchó apenas atardecía, aunque antes seguía su ritual de leer en la cocina mientras los demás le hacían de público, cuando terminó el libro, le pidieron que empezara otro, sin embargo Cole retiró de la audiencia, faltaba un par de días para el regreso de Victoria y tenía mucho que preparar.