Aquella semana fue bastante agitada, de día se sumergía en el trabajo, reformas en los salones de juego, ir a ver propiedades, entrevistarse con inversores y de noche terminaba ahogándose en el alcohol.
Dormía mal, comía peor y el cansancio empezaba a notársele en la cara.
Para mal de peores, Antoniette se había marchado unos días pues un familiar enfermo necesitaba su ayuda. Abigail había convencido a su madre y a Bart de quedarse a dormir por ese par de días en la mansión, más que nada porque estaba intranquila con la situación de su jefe.
Se desesperaba de verlo tan perdido y pensaba que quizás estando cerca podría encontrar la forma de ayudarlo.
Cole llegó cerca de medianoche, Bart lo esperaba y Abigail estaba tocando el piano para mantenerse despierta por si él quería comer algo. Al llegar y verla sentada delante del piano blanco, se detuvo un momento y le dirigió una mirada oscura, casi enfadada. Luego sin pronunciar palabra fue hacia su habitación.
-Iré a hablar con él – dijo Bart y la chica lo detuvo.
-Espere, llévele un poco de comida, quizás pueda lograr que coma algo.- dijo trayéndole una bandeja con una variedad de platos. Bart asintió, pero bajó no mucho tiempo después con la comida intacta.
-Dijo que no tiene hambre, que se daría un baño y dormiría. Será mejor que hable con él mañana, al menos esta vez no está borracho, aunque sí tiene humor de perros. Ve a dormir muchacha- le dijo y se retiró.
Abigail trató de hacer caso , pero seguía preocupada, así que tomó la bandeja y decidió probar suerte.
Golpeó la puerta pero nadie respondió, esperó, volvió a golpear y finalmente abrió.
-Bart...- dijo Cole saliendo del cuarto de baño, se había cambiado de ropa y estaba secándose el cabello mojado con un toallón, así que al principio no se dio cuenta que era Abigail.
-Soy yo...- susurró ella y él levantó la vista.
-¿Qué haces aquí? – preguntó tenso.
-Le traje comida, debería intentar cenar algo...- dijo y se acercó para depositar la bandeja sobre una mesa pequeña que había junto a la cama.
-Dije que no tenía hambre.
-Pero debería comer, si sigue así va a enfermarse – dijo ella enfrentándose a él y Cole la tomó por el brazo.
-¡¿Qué diablos quieres?! – preguntó enfadado y ella sólo lo miró sin responder.
-Sólo estaba preocupada.
-¿Qué buscas?
-Nada.
-¿Nada? ¿Y te metes a mi habitación?
-Sólo me preocupa, ya le dije – insistió ella y antes que pudiera hacer algo, en un movimiento rápido y preciso, Cole la empujó sobre la cama, le levantó la falda y se echó sobre ella.
-¿Buscas esto, pajarillo? ¿Quieres ser otra más en mi cama? – preguntó furioso sosteniéndola por los muslos con fuerza. Quería asustarla, espantarla, había esperado que ella gritase o lo empujase, pero la reacción de Abigail fue totalmente inesperada.
La chica no se espantó, lo miró con firmeza , apoyó su mano sosteniendo la mejilla de él y rozando su mandíbula, justo en el punto donde sus músculos se tensaban. Fue una caricia delicada.
-Cole...- susurró ella suavemente llamándolo por su nombre por primera vez. Su voz fue más efectiva que un balde de agua fría. Con fluidez se levantó y la puso de pie al mismo tiempo.Se alejó de ella tanto como le fue posible.
-Vete, sal de aquí ya mismo- sentenció con un tono de voz que no admitía replicas. Ella asintió y la observó marcharse mientras se acomodaba la ropa que él le había desordenado en su feroz arrebato.
-¡Por todos los infiernos! – exclamó para sí mismo, mientras aún era consciente de la calidez del cuerpo de ella mientras la había tenido debajo suyo, de sus inmensos ojos llenos de confianza y de la forma en que su nombre sonaba en la voz de aquella muchachita.