La redención

Capítulo 23

Pero los días buenos parecían negarse a llegar, una semana después, Cole debió enfrentarse a un incendio en uno de los depósitos del puerto donde había artículos importados que había comprado para su próximo emprendimiento.
La pérdida monetaria era enorme, pero más allá de eso, la investigación había concluido que el incendio había sido intencional. Estaba seguro que era Malone y cada nuevo ataque lo iba empujando a su antiguo yo, al que quería ir a arreglar las cuentas por  sí mismo, sin contemplar las leyes, pero lo detenía su pajarillo.

Ahora Abigail estaba en su vida, y quería hacerlo bien con ella. No se salía del infierno directo a la luz, se transitaba un largo camino de penumbras hasta ver la luz . Aby era esa luz, y él quería ir hacia ella.

Hizo una denuncia formal ante las autoridades para que se encargaran de investigar, y le pidió a Bart que consiguiera gente que mantuviera vigilados los movimientos de Malone. Iba a reunir las pruebas necesarias de que ese granuja era el responsable de todos sus recientes problemas, desde las denuncias, hasta el supuesto hijo y los incendios.
La mujer que se había presentado reclamando la paternidad  no le había dado mucha información, le había mencionado que un hombre la había contactado en el burdel donde trabajaba  para ofrecerle que hiciera aquello, supuestamente también debería hablar con la prensa, y ella acosada por la necesidad, lo había hecho. El hombre no era Malone, pero Cole estaba seguro que si investigaban podría  encontrar la conexión.

Fueron días complicados, días en que incluso volvió a tener pesadillas y despertarse sobresaltado.

Sus negocios en el campo  requirieron que se ausentara un par de días, el administrador de la hacienda necesitaba  tratar con él directamente, estuvo muy tentado de pedirle a Abigail que lo acompañara, pero sabía bien que no era lo correcto, así que se resignó a no verla por un par de días.

El tiempo que estuvo afuera, se sintió inquieto y ansioso, y no podía dejar de imaginar a Abigail junto a él. Quería mostrarle aquellas tierras, hablar con ella sobre sus planes o simplemente compartir un atardecer.

El viaje de regreso le pareció una eternidad y apenas cruzó el umbral de entrada, buscó a Aby. La chica venía bajando la escalera y apenas lo vio su expresión cambió, Cole pensó que podría irse un par de días cada tanto si lo recibían con una alegría tan sincera, no recordaba que alguien lo hubiese mirado así antes. Corrió hacia ella y  la levantó  en brazos para besarla antes de que ella pudiera decir una palabra. Cabía perfectamente entre sus brazos, toda ella se adaptaba a él.

-Te extrañé-  le susurró Aby cuando se separaron.

-Y yo.

-¿Todo salió bien? – preguntó mientras él la sostenía aún abrazada cerca.

-Sí, ¿todo estuvo bien aquí?

-Sí, aunque faltabas tú y tu encantadora presencia – dijo ella bromeando, necesitaba relajar el ambiente porque en verdad, cuando Cole  había corrido hacia ella y la había besado, se había sentido abrumada, pero además, había sentido una intensa necesidad de aferrarse y no dejarlo ir. La sensación de que si dejaba pasar el instante, lo perdería.

-Puedo ser encantador, o al menos lo estoy intentando con todas mis fuerzas, los cielos son mi testigo. Y todo por un pajarillo que disfruta incordiándome.- dijo  y solo cuando había dicho las palabras se dio cuenta de lo  fácil que le resultaba decir aquellas cosas, ya no le importaba resguardarse, sólo quería que ella supiera lo mucho que le importaba.

-Lo eres, eres absolutamente encantador Cole Bailey. ¿Cenaste ya?

-No, iré a cambiarme la ropa y bajo.- dijo él y una vez más aquella situación cotidiana, aquella familiaridad lo llenó de anhelos.

-Está bien, le diré a Antoniette- dijo ella y bajó. Cole la observó descender y curiosamente su mirada se detuvo en el viejo vestido de Abigail. Hubiera querido poder comprarle ropa nueva, y todo lo que ella quisiera, pero antes tendría que poner un anillo en su dedo. Y pensaba hacerlo pronto, muy pronto.

Hubo días tranquilos en los que fueron felices  y ambos creyeron que todo era posible. Pasaron tiempo juntos, plantaron el jardín de lirios, aunque Cole dijo que el jardinero debía hacerlo, Abigail lo convenció de hacerlo juntos. Así que después de mucho tiempo regresó al trabajo pesado y no le molestó ensuciar su ropa cara con tierra.

-Se verá muy bonito cuando estén todos florecidos-  comentó encantada cuando terminaron la tarea. Cole gruñó en respuesta pero la atrajo hacia sí y se sentaron juntos en la tierra  para contemplar  su pequeño jardín.




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