Cole llamó a Bart a su despacho, el hombre aunque no estaba completamente recuperado, había vuelto a sus actividades.
-Siéntate , tengo algo que pedirte – le indicó y el hombre lo miró serio.
-¿Tan grave es? Estás muy serio.
- Necesito que me ayudes a hacer algunos arreglos. Y sin opinar.
-¿Estás a punto de meterte en problemas?- preguntó.
-No , pero no va a gustarte. Pero es algo que debo hacer.
-¡Diablos, Cole! Habla de una vez – dijo y lo escuchó atentamente y aunque había dicho que no opinaría, dejó muy en claro lo que pensaba.Y mientras escuchaba los argumentos de su amigo, y su insistencia en que estaba haciendo lo más estúpido que había hecho jamás, Cole se recordaba a sí mismo que era lo único que podía hacer.
Muy en su interior algo le decía que era un acto de cobardía, pero prefería proteger a Aby de aquella manera antes de ver que todo lo que añoraba se truncara por su codicia.
El primer cambio que Abigail notó fue que les pidieron que se marcharan de la pequeña casa que alquilaban con su madre, pero, casualmente, coincidió con el momento en que un antiguo empleador había contactado a la mujer para pedirle que se hiciera cargo del cuidado de una casa durante un año. Era una casa ubicada en una zona mucho mejor de la ciudad y le pagaría lo suficiente como para que vivieran cómodamente.
Al principio, creyó que al fin su suerte había cambiado, estaba tan feliz con Cole y ,ahora, esta mejora en sus condiciones de vida era un buen presagio, pero luego empezó a sentir que algo iba mal.
Cole empezó a distanciarse, pasaban poco tiempo juntos, estaba muy ocupado y aunque ella se esforzaba, él parecía haber vuelto a levantar murallas.
Aún así, estaba decidida a estar allí para él, no iba a dejarlo sufrir solo, pasase lo que pasase.
Bart le había dicho que lo dejara solo, y Antoniette había sacudido la cabeza cuando la había visto cargar una bandeja con comida.
Ella había hecho caso omiso y se había dirigido al despacho.
-¡Pedí que no me molestaran! – gritó Cole cuando entró, pero calló al notar que era ella. Sin embargo su expresión no se suavizó.
-Te traje algo de comida, deberías descansar un rato. No has comido en todo el día. ¿Estás bien?
-Estoy bien, no quiero nada – dijo serio.
-Cole…
-Vete , Abigail, tengo trabajo y no necesito que me distraigas. – le dijo hoscamente.
-De acuerdo – dijo ella sorprendida y salió. Algo iba mal. Muy mal.
Fue a hablar con Bart, pero el hombre dio rodeos, evitó mirarla y sólo dijo que Cole estaba muy ocupado.
Y así continuaron los días siguientes, ella intentando acercarse y él manteniéndola a distancia. Incluso pasaban días enteros sin que él estuviera en la mansión.
Fue al regreso de uno de sus misteriosos viajes cuando Abigail sintió que el mundo se había puesto de cabeza.
Cole había llamado a Antoniette a su despacho y cuando la mujer llegó a la cocina, empezó una larga retahíla en francés, sonaba a insultos.
-¿Antoniette, qué sucede? – preguntó preocupada.
-Oh mi pequeña, no entiendo nada, ese hombre se ha vuelto loco.- respondió tomándola de las manos con expresión compungida.
-¿Qué sucede? Me estás asustando.
-Me pidió que organice una cena para el día sábado, una cena a la que vendrán varias familias importantes de Londres. Una cena con el objetivo de elegir a una nueva prometida, una de esas princesitas como la estirada de Victoria.
-¿Qué? – preguntó Abigail sintiendo que apenas podía modular. No podía creer lo que escuchaba. ¿Cole iba a buscar una nueva prometida de la alta sociedad londinense? ¿Y ella? ¿Qué era ella?
Seguramente Antoniette había entendido mal, debía ser un error.
Corrió hacia el despacho de Cole y entró intempestivamente, él estaba hablando con Bart y la miró con frialdad.
-¿Es verdad? – preguntó simplemente.
-No sé de que hablas, Abigail – le dijo y ella notó por primera vez que llevaba mucho tiempo sin llamarla pajarillo o Aby, decía su nombre completo y con un tono que no le gustaba nada.