Cole y Aby programaron la fecha de su boda para después de que liberaran al padre de Abigail de prisión, aunque Cole hubiese preferido casarse inmediatamente, temía que el progenitor de la joven se opusiera o surgiera algún otro contratiempo que los separara.
También despidió definitivamente a Aby de su trabajo en la mansión y les consiguió una nueva a casa a ella y su madre, a pesar de las protestas de su futura suegra.
Además aprovechó su nuevo estatus de prometido y le compró todo lo que había deseado regalarle, aunque la chica no dejaba de fruncir el ceño cuando lo veía llegar con un paquete nuevo.
Y Abigail no dejó de rondar por la mansión y estar tan cerca como fuera posible haciendo que Cole fuera inmensamente feliz.
En aquel preciso momento, mientras Bart le pasaba unos informes no dejaba de sonreír.
-¿Estás feliz? – preguntó casi molesto porque su jefe no se concentraba.
-Sí – respondió y lo hizo reír.
-¿Y qué es ese aroma?
-Dulce de manzana, Antoniette y Abigail decidieron hacer dulce. Acabo de verlas en la cocina, esa muchacha tiene más dulce encima de ella que el que hay en la olla. Hasta sus rizos están pegoteados. Nelly y Antoniette ya no saben qué hacer con ella.
-A veces cuando pienso que será la señora de esta casa, siento algo de temor – confesó Bart y Cole sonrió ampliamente.
-También yo.
-No lo parece.
-Bart…
-¿Sí?
-Ella lo valió todo. Si puedo tenerla a ella, los días oscuros valieron la pena.
-Ya no pienses en el pasado , Cole. Ahora sólo vive el presente y sé feliz.
-Eso es lo que planeo – respondió y su amigo asintió aliviado, había temido que aquel muchacho terminara mal, ahora sentía que una jovencita menuda y valiente , iba a mantenerlo a salvo. Se sentía agradecido.
El tiempo pasó y fueron días felices. El padre de Abigail fue liberado y aceptó a Cole después de tener una larga conversación con él y después que Abigail le dijera cuánto había tenido que ver su prometido en su liberación y lo mucho que lo amaba. Incluso Beatriz Owen habló a favor de Bayley, así que no hubo mucho que decir.
Los padres de Aby decidieron instalarse, después del casamiento, en una de las propiedades que Cole tenía en el campo, declinaron vivir junto a ellos en la mansión y prefirieron estar alejados de la vida social, disfrutando del aire libre y la tranquilidad.
La ceremonia y el festejo fueron sencillos, sólo la familia y amigos muy cercanos estuvieron presentes. Cole había querido hacer una fiesta grande y algo memorable, pero Abigail se había negado, ese día cuando se convirtieran en marido y mujer sólo quería tener a la gente cercana y querida a su alrededor, gente que de verdad bendijera aquella unión y les deseara felicidad.
Así fue, una boda pequeña, íntima y emotiva. La hermosa novia ataviada con un bellísimo vestido sólo tenía ojos para su apuesto novio, y él sólo veía a aquella muchacha cuando juró estar a su lado para siempre.
También el festejo fue breve y frugal. Comieron algo, disfrutaron del exquisito pastel de bodas que había preparado Antoniette y bailaron en el jardín de la mansión.
Luego todos se retiraron y los dejaron solos, incluso la gente de la mansión se escabulló para darles espacio.
Se habían dicho que se amaban innumerables veces aquel día, pero siguieron diciéndoselo cuando Cole la levantó en brazos para llevarla a la habitación, cuando se miraron descubriendo que realmente estaban casados, cuando se besaron y se tocaron con anhelo y timidez.
-Mi esposa…- susurró él mientras quitaba la corona de flores que había ceñido los rizos de Abigail. Su cabello había crecido bastante y ya le llegaba a los hombros.
-Mi esposo- dijo ella a su vez mientras le desataba la ancha corbata que parecía haber estado asfixiándolo. Y al acariciar el cuello masculino pudo percibir los fuertes latidos.
Él la guió suavemente hacia la cama y, en medio de palabras cariñosas, se dedicó a quitarle el vestido.
Un rato después, Cole estaba seguro de haber desabrochado al menos cincuenta diminutos botones de perlas, cuando el segundo se le había resbalado entre los dedos, había deseado rasgar el vestido, pero no quería espantar a Abigail, así que había seguido con mucha paciencia, desprendiendo uno a uno.