La Redención de la Bestia

Capítulo 1: Huye

JULIA

—Hija ¿estas segura? —cuestiono nuevamente mi abuelo.

—Si abuelo, por favor toma el dinero y llévate a Ben —indique con tono suave a pesar de que me movía frenéticamente por la habitación empacando lo necesario—. Necesito que vayan con tu amigo en la bahía, nadie los encontrara ahí.

—Cariño lo lamento tanto, nunca pensé… debí criar mejor a tu padre —su voz se rompe.

De inmediato me dirijo hacia él y lo consuelo con un abrazo: —abuelo no es tu culpa, el escogió llevar cierta clase de vida. Además, hiciste un trabajo estupendo conmigo y Ben, tú no tienes la culpa de nada.

—Si no fuera porque soy un viejo inútil tu no habrías tenido que… —lágrimas brotan de sus ojos y me niego a permitir que los fantasmas de su pasado lo atormenten.

—No eres un viejo inútil y que llueva hacia arriba si alguien dice lo contrario —intento consolarlo—. Abuelo peleaste para tu país, te esforzaste en crear una familia y a pesar de todo sigues con nosotros, eres nuestro único pilar, no eres inútil.

—Mi niña debe haber algo que podamos hacer…

—No abuelo, debemos escondernos —trago el nudo que se forma en mi garganta. De profundizar en el motivo de nuestra marcha se encontraría en el mismo estado que decido resguardar para no alármalo más.

El tiempo se agota. Con esfuerzo muevo el mueble donde generalmente guardamos nuestra ropa, remuevo el papel tapiz medio levantado que cubre el escondite que he hecho en la pared. Apenas y hay dinero, pero es lo suficiente para que puedan tomar un tren hacia el este, donde nadie los encontrara.

—Esto será suficiente para que Ben y tu puedan vivir por un mes, yo me encargare de enviarles más dinero después —aseguro colocando el sobre con el dinero en su regazo.

—¿Y qué haremos con lo demás…

—No te preocupes abuelo, Carol me ha conseguido trabajo en la clínica donde trabaja su hermano —miento para no retenerlo.

—¿Enserio?

—Si —el dolor se extiende en mi pecho debido a la sonrisa de orgullo que se forma en su rostro —. Trabajare los fines de semana también para ganar algo extra y resolver este asunto.

—No te esfuerces demasiado —deja suaves palmadas en mi hombro—. Me alegra que finalmente ejerzas tu profesión mi niña.

—Yo igual —susurro intentando contener las lágrimas.

Termino de empacar lo necesario y ayudo al abuelo a entrar a la cama. Mi hermano se encuentra dormido en la cama contigua, ajeno a todo lo que sucede. Me llevo lo que resta para empacar a la pequeña sala comedor, que también es mi habitación.

Después de la muerte de mi madre al nacer Ben, mi padre pensó que sería incapaz de cumplir con el papel por lo que nos dejó al cuidado del abuelo desde muy pequeños. Si bien, no era el mejor ejemplo, hasta que termine la secundaria él fue el encargado de traer dinero a casa. No éramos ricos, pero por un tiempo tuvimos un techo y alimentos los tres tiempos de comida. Hasta que una noche mi padre llego ebrio a casa, nos dijo que había tenido una reunión con su jefe y ese era el motivo de su estado y lo cierto es que, si tuvo dicha reunión, pero en esta había sido despedido.

El abuelo dijo una vez que la única razón por la que mi padre intento ser buena persona alguna vez en su vida fue por mi madre y sin ella no le tomo mucho tiempo recaer en el alcohol, las apuestas y la mala compañía. Fue solo cuestión de tiempo; hombres golpeando la puerta en medio de la noche, cartas de amenaza, curar las heridas de papá…

Al final terminó sucumbiendo y terminando con su vida. Podría pensarse que con ello nuestros problemas acabarían, pero solo aumentaron de forma catastrófica llevándonos a este momento.

Termino de arreglar las dos maletas que acompañaran a mi abuelo y mi hermano pequeño en unas cuantas horas. No logro conciliar el sueño por el temor de que toquen la puerta o la derriben en cualquier momento.

«Puede que nadie se haya enterado todavía

En medio de la oscuridad, espere por la hora indicada. Durante unos minutos deje salir las lágrimas de impotencia y preocupación que intente retener frente a mi abuelo. Después de unos minutos me detuve y aun con las mejillas húmedas busqué entre los clasificados del periódico en busca de un trabajo lejos de aquella ciudad.

Cuando el reloj marca las 5:00 a.m. regreso a la habitación donde descansan el abuelo y Ben. Mi hermano ayuda al abuelo a llegar al baño y termino de asegurarme que todo se encuentre en orden. Después de treinta minutos ambos se encuentran listos.

—Prométeme que cuidaras al abuelo Benjamín —hago frente al niño de trece años frente a mí.

Las facciones dulces que heredo de nuestra madre se endurecen y asiente con la cabeza, seguro y listo a cumplir su tarea.

—¿Cuándo podremos volver Juli? ¿Nos iras a visitar? —pregunta.

—Pronto, primero debo resolver algunas cosas. No podemos seguir viviendo aquí, el alquiler sube cada vez más, debemos varios meses y debo buscar otro lugar antes de que nos echen —miento.

—Yo puedo trabajar Juli…

—No, no lo harás —interrumpo súbitamente—. Tu deber es estudiar, yo me hare cargo de todo tu solo preocúpate por ti y el abuelo — concluyo.




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