La Redención de la Bestia

Capítulo 8: Acusaciones

JULIA

—No te esperare por siempre, apresu… ¿Qué carajos es eso? —brama y veo la furia bailar en sus ojos.

Trago duro y busco las palabras para explicarme, pero mi boca se enmudece en el peor momento.

—¡Lárgate de esta casa! —espeta Magnus casi embravecido.

—Pero si yo…

—Puede que hayas engañado a Cedric con tu porquería motivacional, pero a mí no —avanza con su silla—. No permitiré que introduzcas sustancias o tu porquería en esta casa —dice arrebatándome la bolsa que sostenía entre mis dedos.

Mi estado empeora y los músculos de mi cuello duelen debido a la tensión. Observo como rápidamente Magnus deja caer el contenido en el suelo. La confusión aparece en su rostro y la indignación en la mía.

—¿Qué es eso? —cuestiona casi titubeando, sinónimo de la ligera vergüenza que le producen sus actos.

—Son mis pertenencias —me apresuro a recoger todo con algunas lágrimas en ojos, mis dedos tiemblan y la sensación de perder parte de mis energías se apodera de mí.

Él jamás sabrá lo que esta situación significaba para mí; el abismal terror.

—¿Por qué tienes una billetera de hombre y un anillo? ¿Acaso las has…

—¡No! ¡No las he robado si es lo que planea sugerir! —respondo agotada de su actitud, sus prejuicios—. Estas cosas… esto pertenecía a mi padre, el murió y es lo que conservo de él.

El silencio se abre paso en la habitación. Ignoro la silueta oscura y procedo a guardar la billetera y el anillo dentro de la bolsa de tela que introduzco en el armario. Me volteo para regresar mi atención a él; su mirada está perdida en algún sitio detrás mío, mantiene el entrecejo fruncido y pequeñas arrugas se dibujan en su frente.

—Creo que es momento de bajar —hablo con un tono neutro y serio.

Magnus regresa a sí mismo y voltea la silla en silencio, dejo que se adelante y cierro la puerta de mi habitación. Lo acompaño en silencio al elevador y presiono el botón para bajar.

—Yo no sabía que…

—Déjelo así —interrumpo—. Veo que haga lo que haga no cambiara su perspectiva sobre mí.

El sonido del elevador y las puertas abriéndose zanjaron la conversación. Salgo del elevador primero y espero a que Magnus lo haga. Un jadeo me hace girar y encuentro a Kate con los ojos abiertos en demasía.

—Magnus, pero ¿Qué haces aquí? —tartamudea.

—Me obligaron a bajar —contesto con tono mordaz.

—Oh no —ambos le observamos extrañados por su comportamiento—. Quiero decir, que bueno que nos acompañara, Cedric ya se encuentra en la mesa.

—¿No se supone que ya se había marchado? —gruñe y no debo verlo para sentir su mirada en mi nuca.

El resultado de mi pequeña mentirilla me hace suprimir una sonrisa. No es una gran venganza, pero de alguna forma debía pagar.

—No, hace un rato se sentó a comer —contesta Kate y escucho a Magnus respirar profundo.

—Bien, iré con él.

—¡Esperen! —nos detiene Kate —. Magnus no estaba preparada para tu presencia te gustaría que preparase algo para ti.

La actitud de Kate me causa intriga hasta que observo como básicamente Carmela escapa detrás de nosotros con la bebé en brazos. Hondea su mano en forma de saludo y coloca un dedo sobre sus labios para que guarde silencio sobre el asunto.

Esto es increíble.

—Estaré bien con lo que sea que Cedric este comiendo, solo asegúrate que se encuentre caliente.

—Enseguida.

Atravesamos las puertas hacia el comedor, el señor Allard se encuentra en la cabecera y me adelanto unos pasos para remover la silla donde Magnus posiciona la suya.

—Buenos días Magnus, es agradable verte por aquí —comenta su tío con una sonrisa. En algún momento nuestros ojos se encuentran y sus labios se mueven para gesticular un “gracias”.

—Sí, lo que sea —murmura.

En un momento traen los alimentos y enseguida se escucha el sonido de los tenedores.

—Julia ¿Por qué no te has sentado? —pregunta el señor Allard cuando nota que permanezco de pie a unos metros de Magnus.

—Yo prefiero comer después, primero debo asegurarme que…

—Deja de decir tonterías y siéntate —interrumpe Magnus sorprendiéndonos tanto a su tío como a mí.

—Yo no puedo…

—No estoy de humor para excusas, siéntate y come —ordena. De inmediato Kate aparece con un plato y jugo de naranja que posiciona en el sitio ubicado junto a Magnus.

El señor Allard parece querer descifrar el comportamiento de su sobrino y este nota su escudriñamiento.

—¿Qué? No puedo comer si está respirándome en la nuca —explica y continua con sus alimentos.

Comienzo a comer e intento hacer el menor ruido posible. El desayuno transcurre en silencio hasta que el señor Allard vuelve a hablar.




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