La Redención de la Bestia

Capítulo 12: Terapia

JULIA

Que bien se sentía estar de regreso en la casa.

Después de pocas horas de sueño y las quejas de Magnus, finalmente estábamos de vuelta en la sombría mansión de los Allard.

Admito que fue interesante observar el ajetreo y ambiente al que pertenezco y disfrute un poco de ese olor característico del hospital, sin embargo, en medio de mis pequeñas excursiones por los pasillos y almuerzos en la cafetería no podía evitar sentir miedo.

Miedo de que alguien me reconociera, que alguien fuera capaz de percibir mi nerviosismo, que por algún motivo del universo mi mundo colisionara de nuevo y que el rumor volara ya que soy testigo del poco tiempo que se requiere para encontrar a alguien que se esconde de la oscuridad.

Tengo la pequeña espina incrustada desde que entramos a la camioneta que nos transportó a la casa.

—Julia… —escupe Magnus irritado.

Me doy cuenta que tengo la mano alzada con la cuchara suspendida en el aire frente a su rostro. El aroma de la sopa me regresa a la realidad y una pequeña capa de vergüenza me cubre cuando Magnus me observa extrañado y algo molesto.

—Lo siento —respondo y bajo la cuchara para introducirla en el caldo todavía humeante, la levanto nuevamente para alimentarlo sin embargo la molestia en su rostro se intensifica —. ¿Qué sucede? —cuestiono.

—Sucede que llevo diciéndote desde hace dos minutos que soy perfectamente capaz de alimentarme, pero tú te encontrabas perdida en quién sabe dónde —regaña y remueve la cuchara de mi mano con suavidad —. ¿En qué pensabas?

Me quedo atónita y el nerviosismo se apodera de mí. Primero ¿Por qué le importa? Segundo ¿Qué le digo? ¿La verdad?

Por supuesto, lo hare y también puede beber té mientras me observa cavar la zanja de mi propia tumba.

—Nada

—¿Nada? —bufa.

—Nada—repito alejando mis manos del plato que descansa en la charola sobre sus piernas. Me aparto para evitar la cercanía y que pueda notar mi inquietud, busco la mesa con ruedas y la coloco frente a el así puede comer cómodamente.

Ordeno los medicamentos mientras escucho el casi imperceptible piqueteo de la cuchara contra la porcelana del plato. Me mantengo entretenida arreglando la habitación, puedo sentir su mirada en mi nuca, pero prefiero ignorarla y simular que me encuentro inmutable.

—¿Has terminado? —pregunto cuando el sonido cesa.

No responde ya que en efecto el plato se encuentra vacío. Busco tomarlo para llevarlo a la cocina, pero su mano se aferra a mi brazo acortando la distancia, colocándome en otra situación que no solo altera mis nervios sino algo mucho más profundo y todavía incomprensible para mí.

—Hoy vendrá Emerson —anuncia y no me pasa desapercibida la forma en que detalla cada centímetro de mi rostro.

—Sí, lo se…

—Bien, entonces te quedaras en tu habitación durante el tiempo que este aquí. No quiero que lo veas antes o después de la cita —ordena y me mantengo perdida en la neblina que desaparece de sus ojos para mostrar un ligero y fascinante brillo.

—Pero debo estar contigo, es mi trabajo, no puedo dejarte…

—Obedece esta vez Julia, llevas semanas ignorando las ordenes de quien se supone es tu jefe, pero esta vez necesito que lo hagas —agrega.

—Magnus, no eres mi jefe. Cedric lo es —aclaro.

—Puedo hacerme tu jefe si así lo deseas, claramente no en el mismo contexto que Cedric —una poco frecuente sonrisa aparece en sus labios y casi me voy de espalda frente este lado de Magnus que me pone a temblar las rodillas.

¡El trabajo Julia! ¡Tu abuelo y tu hermano! Tu trabajo, tu abuelo y tu hermano… Realmente se está volviendo difícil.

Su agarre termina con la distancia y siento su aliento cerca de mi boca. Soy débil, lo admito, pero es difícil no serlo cuando te la has pasado años siendo fuerte y viviendo por los demás, que cuando finalmente tienes oportunidad de tomar algo como tuyo, no quieres titubear y solo tomarlo.

Pero era demasiado pedir a la vida borrar lo que me agobia y hacer de vista gorda para disfrutar de algo que en cierto sentido también está mal. Como si de una señal se tratase, el destino toco a la puerta literalmente.

—Magnus —la voz de Emerson al otro lado de la puerta nos interrumpió e hizo que una mueca de fastidio apareciera en el rostro de Magnus.

—Debo irme —anuncio, sin embargo, me vuelve a detener casi halándome a su pecho.

—Escóndete en el baño —ordena.

—¿Qué? —cuestiono asustada.

—Magnus iré a mi habitación tal y como…

—¡No! —exclama—. Quédate en el baño Julia, no puede verte.

No comprendo el comportamiento de Magnus y por otro lado tampoco me apetece ver a Emerson bajo ninguna circunstancia después de aquella platica en el hospital.

—Estaré bien…

Los toques en la puerta interrumpen nuevamente.

—¡Que entres al baño y bajo ningún motivo salgas! —susurra y entre tirones termino aceptando.




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