La Redención de la Bestia

Capítulo 13: Entre las puertas del infierno

MAGNUS

Veo a Julia sacar mis prendas del armario con un gesto ligeramente molesto en el rostro.

—¿Esta es la que quieres? —pregunta sacando una camisa deportiva color negro.

—Sí, también los pantalones negros —deja la camisa sobre la cama y se voltea para buscarlos. Intento hacer mi mayor esfuerzo por no mirarla mientras lo hace. Julia los encuentra y los arregla sobre la cama extendiéndolos —. Quita esa cara, no pienso someterme a esa tortura vestido como recién graduado.

—Yo no he dicho nada —se excusa, sin embargo, soy consciente de que la gama de colores que solía utilizar hasta su llegada no le agradan.

Ha cambiado muchas cosas desde que llego, aun con mi desaprobación. Poco le importaban mis quejas y gritos solicitando está solo. Es terca, pero por un bien, cosa que yo desconocía por completo ya la mayor parte de mi vida fui criado para pensar que las personas hacían cosas para mi nada más porque eran mis sirvientes o les atribuía un sueldo.

Pero Julia no se ha limitado al simple papel de enfermera, ella ha hecho más, lo que me cabrea y confunde al mismo tiempo.

 Julia esconde mucho, soy consciente de ello y Emerson no es un idiota, solo sería cuestión de una sesión o minutos para destruirla con el objetivo de hacerla hablar y luego reconstruirla con su mierda de psicología. ¿La estaba protegiendo? ¿Es solo mi necesidad de tenerla lejos de Emerson?

¿Pero cerca de mí?

Desde hacía unas noches las preguntas no terminaban su rumbo por mi cabeza y el hecho de que ella se reusara hablar me quitaba opciones.

—Levanta los brazos —ordena para sacar la camisa por mi cabeza.

Busco la dirección de sus ojos y de una forma algo morbosa me complace saber que no es indiferente a mí ya que sus movimientos se vuelven torpes y evita verme centrando su mirada en una esquina de la habitación.

Si bien perdí parte del físico que solía tener, aún quedan rastros de él. Puede que no tenga la misma proporción, pero las definiciones están, solo es cuestión de unas semanas para regresar a lo de antes.

Siento sus delgados dedos posarse en mis brazos y sus nudillos chocar ocasionalmente con mi piel mientras baja la camisa. Me divierte su gesto, sus mejillas están rojas y además de evitar mi cuerpo, evita mis ojos.

Algo cambio, ya que hasta hacía unas semanas me desvestía como si de un maniquí se tratase.

Prosigue con el pantalón, pero no deseo alargar su tortura o iniciar la mía cuando sus manos decidan deslizarse por ciertas zonas de mi cuerpo.

—Déjalos —ordeno —. Yo me las puedo ingeniar, mejor ve a preguntar a Cedric porque tardan tanto con el auto.

Julia asiente y sale casi corriendo de la habitación como producto de la tensión que crece cada vez que estamos juntos.

Conservo la fuerza en mis brazos, así que con esfuerzo saco los pantalones por mis piernas, maldigo varias veces por el esfuerzo y comienzo a pensar que haber apoyado la estúpida idea de ir a fisioterapia no será tan malo.  Termino de vestirme justo a tiempo, la puerta se abre y Julia aparece.

—Está listo —avisa y corre a buscar mis zapatillas deportivas.

No me acostumbro a verla de rodillas frente a mí. De regresar a años atrás interesantes y sugerentes imágenes habrían aparecido inmediatamente en mi cabeza o un rostro en particular, sin embargo, ya no está. Ahora solo la veo a ella, cumpliendo con total concentración una tarea sencilla.

—¿Llevas todo? —cuestiono.

—Si —responde con entusiasmo—. Toallas, agua, crema y ropa extra.

—¿Por qué tantas cosas?

—No terminaste tus sesiones ¿no es así? —cuestiona y niego. La verdad los mande a comer porquería después de un mes de incesantes llamadas por citas perdidas —. No te preocupes, es la primera sesión, pensé que habías asistido antes y cuando se pierde el ritmo es un poco difícil retornarlo.

Suspiro u cuestiono nuevamente mis motivos. Antes de terminar mandando todo esto al demonio acciono los controles que guían mi silla hacia la puerta.

Escucho los pasos de Julia y me centro en estos, asegurándome de que no se pierdan en el camino.

—¿Listo? —cuestiona Cedric.

Mi rostro responde por si solo y mi tío ríe ante mi desgracia.

—Gracias Julia, regresaremos dentro de unas horas…

—Ella viene con nosotros —indico interrumpiendo cual sea su idea.

—Pero solo puedes llevar a una persona Magnus.

—Si Julia no sube a esa endemoniada camioneta yo tampoco lo hago.

—Magnus… —responde, pero no la dejo continuar.

—Bien en ese caso, te veo en mi habitación mocosa —estoy a punto de girar mi silla cuando Cedric se interpone a tropezones.

—Bien, de todas formas, no puedo hacer mucho en esta condición —aclara—. Julia confió en ti, ya todo está arreglado en el hospital, solo debes presentar esto en recepción —le entrega una carpeta que seguramente contiene mis datos.




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