La Redención de la Bestia

Capítulo 17: Pesadillas y Sueños

MAGNUS

La lluvia se extendía por toda la ciudad y los relámpagos iluminaban por turnos los rincones más oscuros. Las efímeras luces se filtran por los ventanales de mi habitación, Pauline cae rendida junto a mí y yo no puedo sentir más que nauseas.

Me obligo a olvidar el asunto. Así es como debían suceder las cosas. Todo caería por su peso en el momento indicado y finalmente había llegado. La rabia se intensifica cuando me transporto a aquella noche en la carretera, la lluvia golpeándome la espalda mientras sostenía su cuerpo sin vida.

El colchón se mueve. Ella se levanta y se sirve de la botella de whisky que descansa sobre uno de los muebles de la habitación. Por un momento me permito detallar en su figura. Melena larga y rubia, distingo algunos rizos saltan por aquí y allá entre la cabellera que seguramente alacía, cintura pequeña y piernas largas.

«Ella debería ser suficiente Magnus.»

Mi mente me traiciona y evoco momentos de los últimos meses que me catapultan en un pozo todavía mucho más profundo.

La charla con Pauline me regresa a la realidad.

—No queda más hielo —anuncia mientras se coloca una mi camisa blanca con una pequeña sonrisa —. Regreso en un momento —avisa plantando un beso en mis labios.

No consigo reaccionar. Me quedo extendido en la cama y evito revisar el teléfono. Todo está perfectamente calculado, no tengo de que preocuparme. La única llamada que espero es la de Viktor y mi padre para anunciar que todo salió de acuerdo a la planeado.

Un estridente sonido proveniente de la salud hace que me incorpore rápidamente. Tomo mi ropa interior y salgo de la habitación en busca de su origen. El aire abandona mis pulmones cuando la veo en el suelo, con vida.

Hago mi mayor esfuerzo por no demostrar el impacto que genera la escena que toma lugar en la sala. Ella intenta pelear, pero la rubia la mantiene retenida, sus ojos me observan dolidos, rotos y con decepción. Pauline ríe y yo solo observo.

De un momento a otro escucho un disparo, siento un profundo dolor en mi cuerpo y ya no me encuentro en mi apartamento. Pauline ha desaparecido y ella…

Ahora estoy en el pasillo de hospital, mi cabeza descansa en sus piernas e intenta contener mi herida. La luz se apaga por un momento y mi cuerpo es transportado a otro sitio.

No se cómo llego al quirófano, la luz me ciega por unos segundos. Puedo diferenciar las sombras de los doctores moviéndose. Muevo la cabeza levemente y distingo movimiento junto a mí. Hay otra camilla y sobre esta descansa el cuerpo de otra persona. Uno de los doctores aplica compresiones torácicas, los demás despejan el área, sin embargo, me es imposible ver.

—Todavía nada —dice uno de los médicos.

Tengo tres personas enfundadas en batas azules encima. Abren mi camisa, alguien toca mi herida y siento el dolor recorrer mi cuerpo. Intento moverme, pero mis piernas no responden.

—¡El desfibrilador ahora! —avisan los médicos que atienden a la persona junto a mí—. La estamos perdiendo.

Hago lo posible para moverme, pero mis piernas y el intenso dolor me lo impiden. Uno de los médicos finalmente se remueve y entonces la veo.

—No Anuk —. Las palabras no logran salir con claridad de mi boca.

Los doctores aplican descargas a su cuerpo, pero no hay respuesta. ¿Cómo llegamos aquí? Ella debía estar bien.

—¡Anuk, nena! —sale de mi boca un grito ahogado —. Inútil, eres un inútil —me remuevo sobre la cama. 

Es cuestión de segundo para que los doctores se abalancen sobre mí. Escucho un sonido que no indica nada bueno. De un momento a otro ella desaparece y ahora otro cuerpo yace sobre la camilla.

—¡Julia! —. Pierdo la cordura y el ultime ápice de fuerza desaparece.

Mi alrededor se torna borroso. La pierdo. Siento que vago entre dos mundos y escucho voces.

—¡Magnus hijo despierta!

Agitan mi hombro y me incorporo buscando algo de aire. Me cuesta respirar y todavía distingo todo borroso a mi alrededor. Siento la delgada capa de sudor en mi pecho y mi rostro empapado.

—Tranquilo susurra Cedric quien sostiene mi pecho con un brazo y pasa el otro por mi espalda. Todavía sigo tomando boconadas de aire. Me toma unos segundos estabilizarme —. Tráiganme un vaso con agua —pide Cedric.

Recobro mi postura y finalmente puedo distinguir con claridad mi alrededor.

Estoy en mi habitación. La lámpara de la mesa junto a la cama ilumina levemente la habitación. Cedric me observa con preocupación, Kate sirve con manos temblorosas un vaso con agua, Carmela me detalla inquietud y Julia…

—Yo…

—Ten, tienes que beber algo —avisa Cedric agitado pasándome el vaso con agua—. Julia llama a Emerson de inmediato y busca lo necesario para una revisión.

Ella obedece en silencio y yo no puedo hacer más que seguirla con la mirada.




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