JULIA
Muevo mis manos de forma casi frenética en el interior del bolso de Magnus. No busco nada en concreto, pero al ser una víctima de los nervios y el temor me termino adentrando en un bucle lleno de arrepentimiento.
No logré conciliar el sueño durante casi toda la noche, apenas cerraba mis ojos y mi cuerpo se relajaba, distorsionadas imágenes de hombres que reconocía y sus desquiciantes risas me sobresaltaban robándome de a poco la paz y quietud.
Por momentos olvidaba lo que me había llevado a tomar esta decisión, siempre repetía el mismo patrón de respuestas que no me llevaban a ningún lado. Podía decirle la verdad a Magnus y luego huir nuevamente dejando a Ben y el abuelo desamparados por quien sabe cuánto tiempo o podía negarme a ir al hospital, terminar lo que sea que tengo que Magnus y perder el único atisbo de vida y felicidad que he probado en más de una década.
En definitiva, todas mis opciones eran una porquería y siempre terminaban conmigo de la misma forma, miserable.
—¿Cuántas veces has revisado la maleta? —inquiere Magnus con una sonrisa burlona surcando sus labios.
—Solo quiero asegurarme que no olvidamos nada —respondo enfocándome en revisar por enésima el contenido del bolso.
Capto el sonido mecánico de su silla y la dirección que toma junto a mí. Mantengo fija mi mirada en la toalla perfectamente doblada que saluda desde el bolso todavía sin cerrar.
—Estas nerviosa Julia —afirma Magnus —. Y no se te ocurra decirme lo contrario porque lo veo y sabes que detesto que me mientan —hablo sin darme oportunidad de responder.
Si supiera que las palabras que busco decirle cortan mi garganta como vidrios rotos y pronunciarlas significarían mi fin. Nuestro fin. El contacto de su piel y la mía en el encuentro de nuestras manos juntas despeja los pensamientos oscuros de mi cabeza.
Magnus. Todavía no comprendo cómo termine en esta situación y por supuesto que por momentos siento culpa de haber caído viciosamente en el hombre que se supone debo cuidar. Pese a que parte de su vida todavía es un enigma para mí y su personalidad no fue totalmente encantadora en un inicio, Magnus me ha llenado de una calidez que hasta el momento yo desconocía.
—Solo serán unas horas —anuncia mientras juguetea terminar de cerrar nuestro agarre con los dedos entrelazados —. No debes preocuparte de nada Julia. Si te sientes insegura ven a mí, sin importar que esté haciendo.
—Pero no se permite el acceso de familiares a la sala —musito.
—Creo que podemos romper una que otra regla, hoy es un día especial —dice irradiando la confianza masculina que haría estremecer a cualquiera.
Se me escapa una sonrisa y es que todavía no me acostumbro a la faceta seductora de Magnus y con ello me refiero a que su penetrante mirada es suficiente para causar un remolino de sensaciones que me dejan en las nubes. Por un momento la duda sobre sus antiguas cualidades atraviesa mi cabeza, pero la descarto inmediatamente cuando siento el calor arremolinarse en mis mejillas y otros sitios.
—Estaré bien —digo en un intento de convencerlo—. Estaré en la sala de afuera cuando entres y ahí me encontraras cuando salga.
—Eso veremos.
Tocan la puerta y con lentitud aparto mi mano de la suya, lo comprende y deja pasar a las personas que espera afuera.
—El auto espera afuera —anuncia Cedric —. ¿Está todo listo?
—Todo señor —afirmo y Cedric sonríe con amabilidad.
Bajamos y Magnus es el primero en ingresar a la camioneta, ajusto el bolso en mi hombro y respiro profundo mientras la rampla automática del auto termina su proceso.
—Julia —habla Cedric —. Quería agradecerte.
—¿Por qué señor?
—Por todo —indica como si no encontrara una razón especifica —. Espero que no me escuche, pero gracias a ti he recuperado una parte de mi sobrino. Sé que Magnus es temperamental algunas veces, pero tu niña has conseguido devolver en partes al hombre que vi crecer.
—Yo no he hecho nada señor —respondo.
—No rechaces el mérito Julia —advierte con una sonrisa —. Cuida de Magnus.
Sus últimas palabras parecían tener un significado más allá al viaje que tendríamos hoy. Sin saber que responder asiento con mi cabeza e ingreso a la camioneta tomando el lugar junto al de Magnus.
El viaje es tranquilo y silencioso, aunque si las miradas hablaran juraría que se escucharían únicamente gritos desde el interior. Dos grisáceas tormentas me delinean a cada movimiento, debo lidiar con el sonrojo que arremete con mis mejillas y el breve contacto abrasador que comparto con Magnus.
Ese día era diferente. Sus ojos me decían algo que no lograba descifrar, pero que me mantenía alerta. Me sentía bombardeada por corrientes que hacían de las suyas en mi cuerpo. Mi pulso latía deprisa, una revolución se llevaba a cabo en mi interior y las explosiones hacían eco en mis extremidades cuando mi verde chocaba con su gris.
Sentí el fin acercarse cuando poso sus ojos en mis labios. Mi imaginación estallo en escenarios que nunca antes me había planteado y que ahora alimentaban mi curiosidad.
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Editado: 06.09.2023