La Redención de la Bestia

Capítulo 24: Aceptación

MAGNUS

Un punzante dolor se extienda en la parte posterior de mi cabeza, la calidez y molestia de una luz amarilla abraza los poros de mi rostro y mis extremidades parecen adquirir un peso equivalente a una tonelada. Mi apenas lucida consciencia me muestra breves y desordenadas imágenes sobre los sucesos de las últimas horas.

Hablaba con Cedric, Yakov apareció y salió del cuartel con varios hombres. Lo seguí hasta llegar a un edificio, el objetivo parecía ser una camioneta negra de la cual salieron unos hombres y…

Como si todavía me encontrara en el sitio, escucho los disparos a mi alrededor, un laberinto mortal de balas. Quiero alcanzarla, el estridente sonido de una explosión me desestabiliza y finalmente hace que el resto de mis sentidos reaccionen a mi realidad.

Con dificultad, abro los ojos y me adapto a la iluminación de la sala que custodia mi hasta ahora inerte cuerpo. Me bastan unos segundos para comprender que me encuentro sobre una superficie de metal, por acción de lo que asumo que un ser divino o lo que sea, puedo mover mis brazos todavía adoloridos. Un tirón en uno de ellos termina de espabilarme y volteo en busca de su origen, sin embargo, mi vista recae en la mesa de metal continua a la mía.

El cuerpo está cubierto con una sábana blanca, es pequeño, y aun con el mareo que parece no querer abandonarme consigo distinguir la figura femenina que cubre.

Como un golpe fugaz, mis últimos recuerdos se encargan de atizar el cumulo de nervios y temor que se forma dentro de mí.

¡Mi Julia! ¡Julia! ¡Ella se fue!

Ignoro cualquier ley e incluso el estado de mi cuerpo, extiendo mi brazo para quitar la sabana que la cubre, pero en su lugar caigo al suelo. Mis piernas tardan en reaccionar así que me impulso con mis brazos para buscarla.

—Ha despertado —escucho a un hombre decir, pero lo ignoro—. Avisen al jefe, ha despertado.

Necesito verla. No puede ser.

Mis piernas recuerdan con crueldad el uso excesivo y para nada controlado de las ultimas semanas cuando me pongo de rodillas para alcanzar su cuerpo.

—¡Hey! ¡¿Qué demonios haces?! —. Unos brazos me retienen con una fuerza superior debido a mi estado. Un hombre vestido de negro se viene contra mí.

—¡Suéltenme mierda! —espeto antes de lanzar un golpe que consigue sacarme un alarido debido al incesante y potente dolor en mi brazo—. ¡Malnacidos los matare a todos! 

—¡Magnus detente! —gritan en vano.

Me arrastro nuevamente a la mesa y finalmente deslizo esa fina capa que cubre el rostro de…

Un cumulo de sensaciones se forma en mi interior al detallar en el rostro de la mujer que yace sobre la mesa. Lleva el mismo vestido que Julia en el atentado, termino de remover la sabana y mis ojos recaen en los agujeros teñidos de carmesí que se exhiben en el vestido y, evidentemente, cuerpo de la mujer.

—¿Quién es ella? —musito para mí mismo.

Su cabello y tono de piel eran similares a los de Julia, pero su rostro, todo lo contrario.

—Levántenlo —ordena una voz familiar. Dos hombres toman mis hombros y me movilizan, aun con mis piernas arrastrándose por el lugar, a la siguiente habitación donde descansa tranquilamente el encargado de toda la operación.

Los hombres me acomodan en una silla contigua a la pequeña mesa con una botella de alcohol etílico, tijeras quirúrgicas y agujas para sutura. La mayor parte de la superficie está repleta de papelillos ensangrentados y restos de hilo.

—Supongo que tendría que hacer una broma sobre la situación, pero sería imprudente considerando nuestro estado —señala el vendaje en mi brazo. Descubro el origen de mi dolor hace unos momentos, mis ojos se desvían al torso descubierto de Yakov y distingo una herida similar y recién suturada en su hombro.

El chirriante sonido de la puerta de metal se abre paso por la habitación, un uniformado entra y le entrega un paquete a Yakov.

—¿Qué sucedió? —cuestiono sin comprender nada—. ¿Dónde está Julia?

Observo como Yakov saca una navaja para rasgar una orilla del paquete.

—¿La operación? —continuo—. ¿Consiguieron atraparlos?

Yakov no muestra intención de responder, su atención se encuentra en el paquete cuyo envoltorio es desprendido con parsimonia.

Aburrido del maldito teatro se lo arrebato y termino de remover el papel hasta que el vidrio helado hace contacto con la palma de mi mano.

Una botella de Whiskey que me es arrebatada.

—Mi padre fue obligado a formar parte del ejército rojo cuando era joven, debido a una serie de incontrolables situaciones la familia entera tuvo que migrar a un nuevo territorio —comienza a narrar.

—¿Qué demonios tiene que ver esto con…

—Algunas personas podrían pensar que alejando al hombre de las barricadas y las armas este se convertiría —interrumpe y quita el tapón de la botella—. Creo que puede suceder, pero no es el caso de mi padre. Fui el primer hijo, por ende, el que recibió el primer golpe y el resto, intentando proteger a una madre y un hermano menor demasiado ingenuo e inocente para comprender la crueldad del mundo.




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