La Redención de la Bestia

Capítulo 30: Propuesta

MAGNUS

Los rayos de sol se cuelan a través de las cortinas iluminando la habitación. El silencio y quietud se encuentran enfrascados en una perfecta atmosfera. Jamás había estado tan a gusto con un día de mi propia vida.

Tengo varios días de desvelo encima, pero nada me detuvo cuando desperté unas horas antes del amanecer con el único objetivo de disfrutar a plena conciencia el suceso que se lleva a cabo en mi cama. El relajado cuerpo de Julia se mantiene próximo al mío, aferrándose de tal manera que cualquier movimiento de mi parte sería capaz de interrumpir su fluido sueño.

Con sumo cuidado remuevo algunos mechones de su cabello, con la mirada recorro sus facciones y la tierna forma de sus labios.

Demonios…

Debo controlarme. Desvío mi atención a su mano, sus delgados dedos sujetan mi camisa en un débil agarre que detestaría interrumpir.

Julia apenas se ha movido en el transcurso de la noche, su sueño es profundo y me alivia el hecho de que ella no tenga que soportar las terribles pesadillas que suelen tomarnos por prisioneros.

Fuertes toques en la puerta explotan nuestra pequeña burbuja y me incorporo con cuidado para evitar interrumpir su sueño, sin embargo, Julia despierta en una condición preocupante. Su cuerpo tiembla y su mirada recorre la habitación frenéticamente.

—Julia—la sostengo con firmeza de los hombros—. Estas bien, estamos en mi habitación cariño.

Ella se detiene, se extingue el desosiego que la abrumaba y relaja sus hombros cuando posa finalmente sus ojos sobre mí.

—Eres tu —se abalanza sobre mi envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello en un abrazo que me toma por sorpresa.

—Soy yo —susurro y mis brazos se aferran a ella devolviéndole el gesto—. Solo nosotros.

Vuelven a golpear la puerta, sin embargo, esta vez no cesa el horrible estruendo de la madera.

—¡Magnus! —escucho a Cedric—. ¡Despierta!

—Enseguida regreso —le explico antes de abandonar la cama.

Cedric se sobresalta cuando abro la puerta de repente. Ya está vestido y parece que listo para irse a la empresa.

—¿Qué sucede? —inquiero mientras cruzo los brazos sobre mi pecho—. Todavía es temprano.

—Lo sé, pero es importante, nos han...—se detiene abruptamente, sus atención se desvía al interior de mi habitación o mejor dicho a la persona que se encuentra todavía sentada en mi cama. Su escrutinio y juicio me molestan de cierta forma asi que cierro la puerta y me planto firme frente a él—. ¿Qué estás haciendo Magnus?

—Ella no podía dormir, necesita compañía —sintetizo.

—Magnus eres un adulto y quiero pensar que te encuentras en tus facultades, pero no creo que esto sea lo correcto —comenta con voz baja.

—¿De qué hablas?

—Lo que ha sucedido, su registro médico, además te conozco hijo y sé que no eres de piedra exactamente —añade.

Evoco en mi mente las palabras del doctor e instantáneamente cierro mis manos en puños, mi respiración se vuelve pesada. Siento como el peso de la culpa se aloja en mi pecho. Ella lo dijo anoche, las voces, ella las escucha. Debí alejarla y buscar otra forma de ayudarla, pero fui un imbécil egoísta.

—Ella ha pasado por mucho. Soy consciente de lo que sientes por ella, pero ¿No crees que sería apropiado contratar un psicólogo? —cuestiona preocupado—. ¿Ha pronunciado alguna palabra?

—Sí, unas cuantas.

—Solo es una sugerencia, si hay comunicación entre ambos te sugiero que la incluyas a ella en esa conversación —propone y deja dos palmadas en mi hombro en señal de apoyo.

Reflexiono y tomo en cuenta sus palabras. No tengo la menor idea de cómo plantearle esto a Julia.

—¿Qué es lo importante que tenías que decirme? —cambio de tema.

—Tenemos un proyecto grande —revela y esboza una sonrisa—. Nos han elegido para construir el teatro de punta del norte y quiero que participes Magnus.

La propuesta me descoloca. Ha pasado un tiempo desde la construcción de mi última obra. Debido a mi incorporación me he mantenido actualizado respecto al estado y dirección de la empresa, sin embargo, todavía debo pulir mis viejas habilidades.

En medio de mi jubilo, dos nombres son alzados recordándome que todavía tengo responsabilidades que atender.

—¿Por eso quieres que busque un psicólogo para Julia? —indago—. ¿Para que pueda trabajar? —reprimo los ápices de disgusto que amenazan con escapar.

—No hijo— suelta un suspira encogiendo sus hombros—. Te lo sugerí por el bienestar de ambos; del proyecto no debes preocuparte, almenos por ahora —aclara—. El proyecto está agendado para inicio del otro año, por lo que tenemos hasta finales de este para trabajar en los diseños y planos.

—Está bien.

—Solo ten cuidado Magnus —culmina —. Por cierto, lo estás haciendo bien.

—¿De qué hablas?

—Ser padre, abajo hay una pequeña que está esperándote —avisa antes de continuar su camino.




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