La Redención de la Bestia

Capítulo 31: Una segunda oportunidad

MESES DESPUES

MAGNUS

El agudo sonido de la porcelana chocando y los balbuceos de Maggie componen la sinfonía que se lleva a cabo en el comedor. Los platos principales son colocados en correcto orden y su delicada decoración les proporciona ese gusto visual que te incita a devorar todo a tu paso. El olor llega como aviso del cumplimiento de mis órdenes, sin embargo, afecta mi voluntad considerando que no he probado comida alguna después del desayuno.

—Baba, ba-ba… —balbucea Maggie y señala un postre cuya decoración captura su atención—. ¡Baba! —se entusiasma.

Llevamos toda la tarde organizando una cena para Julia, quería realizar una celebración como se debe, pero ella descubrió mis intenciones y tuve que reducirlo a una sencilla cena para todos, incluyendo a Benjamín y el señor Miller.

Los meses se acumulaban detrás de nosotros, ambos habíamos avanzado, claramente Julia con más rapidez que yo. Es difícil deshacerse por completo de viejas manías, pero trabajo en ello. La terapia se desarrolló con frustrante lentitud al inicio, pero después del tercer mes y largas sesiones junto a la tenacidad de Julia por deshacerse de las voces que la arrastraban al pasado, ha conseguido recuperar parte de ella misma.

Quería celebrarlo, salir no es fácil y ella ha luchado con uñas y dientes para hacerlo.

—Baba, baba —repite Maggie mostrando las pequeñas perlas que conforman su sonrisa.

Muy en el interior deseo que baba sea su inocente intento de pronunciar “papá”. No la quiero presionar, no cumplí con mi papel durante un largo periodo y es algo que hasta el día de hoy me avergüenza. Otro tema que se mantiene pendiente en mis sesiones con el doctor Emerson.

—¿Quieres decir papá? —inquiero para mí mismo.

—No lo creo —responde Cedric apareciendo de la nada—. Probablemente se refiere a la baba que te sobra cuando te duermes sobre mi escritorio o cuando ves a Julia.

—Yo no babeo —me defiendo.

—Magnus lo haces —asegura Kate apareciendo con el ultimo plato que adorna la larga mesa—. Te he visto y a estas alturas la única persona que tiene derecho a babear en esta casa es Maggie.

—¿Es esto parte de sus bromas? —inquiero fastidiado.

—Ojalá —responde Kate mientras acomoda la posición de algunos tenedores—. La tela del cubre almohadas no miente.

—Ni la madera de mi escritorio —comenta Cedric burlón.

Ignoro sus comentarios y salgo del comedor con el objetivo de cambiar el atuendo de Maggie. En medio de mi recorrido la puerta principal es abierta dando paso a Benjamín y el señor Miller.

—¡Magnus! —saluda el señor—. ¿Cómo te encuentras hijo? —cuestiona dirigiendo una mirada de nostalgia a mis piernas, las cuales han recuperado un andar decente—. Escuche que te has recuperado.

—Bien, señor Miller —respondo—. Regrese a fisioterapia, necesito fuerza para cuidar de dos damas.

—¿Dónde está Julia? —inquiere Benjamín con desespero.

—Está preparándose —. Si supiera que comparto el sentimiento de desesperación por verla. Me he dejado absorber las últimas horas y las sesiones y el trabajo nos han mantenido un poco distanciados—. Pueden esperarla en el comedor, todos se encuentran ahí.

—Gracias —responden ambos.

Retomo mi camino, sin embargo, alguien sostiene mi camisa impidiéndome avanzar.

—¿Es verdad? —pregunta Ben apresurado—. ¿Ella ha vuelto a hablar?

—Ben —regaña el señor Miller—. No molestes al hombre, ya nos ha dicho que Julia se encuentra mejor.

—Estará muy alegre de verlos aquí —respondo con tono neutro—. Ella no sabe que están aquí así que será una sorpresa.

—Está bien —regresa para empujar la silla de su abuelo en dirección al comedor.

Me dirijo a la habitación de Maggie y le coloco un vestido blanco que recientemente compre para ella. Está creciendo y su ropa habitual ha quedado atrás. Cuando asumí mi rol como padre olvide una parte fundamental y es que ahora soy responsable de todas sus necesidades, incluyendo su guardarropa. Todavía recuerdo la sensación de acoso y las risas provenientes de las madres y las dependientas que me observaban con atención mientras escogía ropa para Maggie. Durante un momento pensé que la situación habría sido más llevadera si Julia me hubiese acompañado.

Parece que le agrada mi elección puesto que revisa los detalles de la prenda con una sonrisa. No deja de sorprenderme lo risueña y carismática que es, cualidad que definitivamente no heredo de mi persona.

Después de tanto tiempo mi mente se transporta a la otra mitad de Maggie. Pienso que probablemente no siempre fue así, que tal vez estos pequeños destellos son una parte de ella que desconocía y que jamás tendría oportunidad de conocer. Otro punto a añadir a los temas de discusión de mi terapia. Si Maggie tiene curiosidad un día, tendré que decirle la verdad y estar listo para ello.

Termino arreglando sus rizos incontrolables y sujetándoles con un broche adornado con una clase de moño ridículamente grande.




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