La Redención de la Bestia

Capítulo 32: Fantasmas

JULIA

—No tienes que ser precisamente hoy —comenta Magnus mientras arregla los botones del abrigo de Maggie—. La Dra. Murphy dijo que podías tomarte tu tiempo, seleccionar un sitio especifico, cerca de casa, ir por unos cuantos minutos al día y averiguar cómo te sientes.

—¿No quieres que vaya con ustedes? —inquiero sin despegar mi vista del escrutinio que Magnus realiza al atuendo de Maggie. Ambos se ven adorables, ver a Magnus actuando finalmente como un padre llena mi corazón de calor y tal vez esperanza.

—Por supuesto que quiero —responde incorporándose inmediatamente—. Si fuera por mí te llevaría todos lados.

—¿Entonces qué es? —cuestiono meramente por curiosidad ya que nada me hará cambiar de opinión —. ¿Temes que no pueda manejarlo?

—Sé que puedes manejarlo —susurra y acorta el espacio entre ambos. Sus dedos recorren la longitud de mi abrigo para encajar los botones que restan —. Solo me preocupo.

De reojo observo a Maggie quien se encuentra distraída en un mundo ajeno a nosotros, regreso mi atención a Magnus y me estiro para depositar un beso sobre sus labios.

—Estaré bien —. Deposito otro beso sobre su mejilla—. Estaremos bien Magnus.

—¿Segura?

—No puedo quedarme en esta casa para siempre —refuto para convencernos a ambos, pero parece que fue una tarea más fácil convencerme a mí misma que a Magnus—. Debo salir en algún momento. Debo aprender a vivir sin temor, quiero ser una persona capaz y eficiente.

—Está bien, pero me quedare cerca —responde y deja un fugaz beso sobre mis labios antes de ir por Maggie —. Toma esto —me extiende un teléfono —. Tiene mi número, mantenlo siempre contigo.

Lo acepto y salimos de la casa y Magnus se asegura de que todo se encuentre en orden con el asiento de Maggie. El camino a la ciudad es un poco largo, aproximadamente cincuenta minutos en auto, no es conveniente, pero si necesario si deseas privacidad y paz. Durante el trayecto no puedo evitar observar el exterior con curiosidad y algo de gozo.

Han pasado varios meses desde el atentado, suena extraño, pero todavía no encuentro palabras para describirlo. Me esfuerzo por cooperar en terapia y realizo todo a mi alcance para poder olvidar y continuar con mi vida. Hace unos días le comenté a la Dra. Murphy la muy entusiasta, o posiblemente apresurada idea de volver a trabajar. No obstante, obtuve una respuesta diferente a la que esperaba.

FLASHBACK.

—¿Quieres buscar empleo? —inquiere la Dra. Murphy con bastante sorpresa.

—Si… —contesto ahora algo insegura por mi revelación—. Es algo que ha rondado por mi cabeza últimamente, extraño ejercer mi profesión y quiero ser útil, para los demás y para mí. No puedo quedarme toda la vida encerrada en casa. Agradezco a Magnus y Cedric todo lo que hacen por mí, pero quiero ayudar, aunque el sueldo de enfermera no es similar al del CEO de una firma arquitectónica, quiero ayudar.

—Se supone que yo debería alentarte con esas mismas palabras —sonríe la Dra. Murphy mientras deja a un lado su elegante bolígrafo plateado y libreta de apuntes —. Me parece asombroso que quieras reconstruir tu vida por tu voluntad Julia, pero creo que has olvidado hacerte múltiples preguntas, pero para eso estoy yo.

—¿Qué preguntas?

—¿Crees que estas lista para el exterior? ¿Crees ser capaz de ir afuera completamente segura de que no tendrás un ataque de nervios? Esos hombres ya no son un peligro Julia. ¿Estas tu completamente convencida de ello?

No emito palabra alguna, busco respuestas en mi cabeza y lo que encuentro me regresa nuevamente a la realidad. Debo considerar mi estado.

—¿Julia?

—¿Si? —me sobresalto cuando escucho su voz llamarme nuevamente.

—¿Estas lista para salir todos los días de casa, por largas horas? ¿Crees ser capaz de ir a tu trabajo sin temor alguno?

—Yo… —balbuceo mientras intento plantear una idea.

—Sé que son preguntas difíciles y que debería estar contenta por tu iniciativa, pero creo que debemos tomar pasos pequeños primero —explica retomando su bolígrafo y libreta.

—¿A qué se refiere? —indago.

—Podemos empezar con una salida al exterior semanalmente, acompañada, por supuesto.

—¿Usted me acompañara? —inquiero.

—No, desearía hacerlo, pero tengo una agenda algo apretada —añade mientras se quita las gafas de lectura—. Puedes salir con Magnus ¿te sientes segura con él?

—Si —respondo con una velocidad que ni yo misma preveía.

—Entonces se lo comentare y ya lo discutirán ambos. Después de un tiempo puedes aumentar el número de salidas, dependiendo de cómo te sientas. Puede que dentro de unas semanas o meses te muevas con naturaleza y tranquilidad en la ciudad. ¿Qué te parece?

—Lo hare, gracias doctora.

—Por cierto, coméntale a Magnus tu idea sobre buscar empleo —sugiere colocándose las gafas nuevamente.

—¿Cómo sabe que no se lo he dicho?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.