La Redención de la Bestia

Capítulo 34: Decisiones y Promesas

JULIA

Finos rayos de luz atraviesan la ventana medio cubierta por la gruesa cortina. Mi subconsciente me avisa que es hora de dejar la cama y comenzar el día. Estiro mi cuerpo para desperezarme, pero un fuerte y pesado brazo me envuelve manteniéndome prisionera. Siento el calor del cuerpo de Magnus en mi espalda y cual balde de agua su revelación llega a mi mente.

Con esfuerzo logro escapar de su agarre sin despertarlo y con la poca claridad que entra a la habitación intento encontrar el baño. Realizo mis necesidades y lavo mi rostro para despejarme.

Es una historia abrumadora, por completo. Lo que esa mujer tuvo que superar, lo que Magnus y su padre provocaron y la madre de Maggie. Ella no se encontraba bien, no conoció a su hija por una guerra de mentiras. Inocentes pagaron por un error que no cometieron, los culpables, es más que claro que pagaron las consecuencias ¿No es suficiente?

—¡Julia! ¡Julia! —noto el desespero en la voz de Magnus. Por reflejo, salgo inmediatamente del baño. Magnus viene en mi busca y lejos de sentir temor después de lo que escuche, lo único que siento es confort y plenitud. Únicamente pienso en lo bien que se siente estar en sus brazos. El calor sube a mis mejillas y mis pensamientos se desvían—. Pensé que te habías marchado —confiesa con voz marchita.

Sus dedos recorren mi cabellera y me abraza con fuerza, como si quisiera impedir que escape.

—Solamente fui al baño Magnus —confieso —. Estoy bien.

Parece no estar conforme con mi respuesta.

—Julia, sobre lo de anoche.

—Magnus, por favor ya…

—Si necesitas tiempo para pensar te lo daré, pero no te marches de la casa —añade sin esperar a mi respuesta, lo que me hace pensar un poco más en la situación.

—No lo hare, solo quiero que me escuches…

Como si el destino confabulara en nuestra contra y el rumbo de esta conversación, unos fuertes golpes en la puerta capturan nuestra atención.

—¡Magnus! —llama Cedric.

Mis pies tocan el suelo nuevamente y Magnus se apresura a abrir la puerta.

—Un momento —susurra antes de colocar sus labios sobre mi frente. Se dirige a la puerta y remueve el seguro —¿Qué sucede Cedric?

—Lamento interrumpir tu nido de amor, pero sucedió algo en la empresa y requiere de la presencia de ambos —explica Cedric apresurado. Asomo mi cabeza y este ya se encuentra en su traje y peinado para otra jornada de trabajo. No logro comprender parte de la conversación puesto que disminuyen el tono de voz.

—¡Demonios! —susurra Magnus—. Estaré listo en veinte minutos.

Con el objetivo de olvidar un poco el tema y no mostrar el efecto de nuestra conversación de anoche, me abro paso en el armario de Magnus y selecciono sus prendas. Como era de esperarse, todo es color negro. Lo más cercano al color son dos camisas azul acero al fondo del armario. Tomo una de estas, pantalones negros e impecables zapatos del mismo color.

Dejo todo listo, pero al momento de abandonar aquellas paredes y volver a la habitación me encuentro con una imagen que me roba el aliento y estremece por completo.

Las gotas de agua se deslizan sobre su piel y brindan cierto brillo que captura tu atención. Sabía que Magnus estaba en forma debido a la fisioterapia, pero no era consciente de lo bien que estaba yendo. Los tatuajes le dan un aura de peligro, pero en el momento que nuestras miradas chocan desaparece por completo mostrándome algo brillante y cálido que parece peligrar.

—Gracias —comenta refiriéndose a la ropa —. Aunque no debiste.

—Solo quería ayudar—intento responder firme.

—Lo sé —continua—. Pero no debiste si lo que realmente quieres es seguir observándome.

Atrapada.

—Sera mejor que yo también me prepare —cambio de tema rápidamente —. Debo ir por Maggie y tengo sesión con la Dra. Murphy.

Quiero escaparme, pero no alcanzo a llegar a la puerta cuando su mano me detiene sutilmente.

—¿No te despides? —. Sus brazos me envuelven y no hay forma de que pueda negarme. Su desespero es palpable, se siente vulnerable y lo comprendo, pero es mucho que analizar.

Mis pies en puntillas y con Magnus casi encima cubriendo mi cuerpo nuestros labios se tocan delicadamente antes de darle paso a un beso que revuelve mis pensamientos.

—¿Demasiado? —pregunta cortando el beso suavemente—. Si te sientes incomoda, solo dímelo. Julia respetare cualquier decisión que tomes.

—Lo hare — me limito a responder. Le doy un beso rápido y me escabullo para huir de mis impulsos.

—Te veré en la cena —avisa con una sonrisa que consigue contagiarme —. Podremos hablar con más tiempo y tranquilidad—habla refiriéndose a nuestra conversación de anoche.

—Hasta la cena —me despido y abandono su habitación.

 

▪ ▪ ▪

Ha sido una agotadora persecución. El tiempo no me otorgo tregua alguna, el sol está a punto de esconderse y como de costumbre me encuentro en uno de los sillones de mi habitación.




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