La Redención de la Bestia

EPILOGO

JULIA

Las puntas de sus ahora largos rizos se mecen sobre la alfombra mientras realiza su tarea con total concentración. Cambia de colores cada nada y los añade a los espacios en blanco de la gran hoja de papel en el suelo.

—¡Verde! —exclama cuando recuerda para sí misma—. El color favorito de papá es verde.

Observo a Maggie con detenimiento. Pese a que ahora tiene 6 años sus habilidades artísticas son magníficas, sus profesores siempre la halagan y ha ganado uno que otro concurso escolar. Magnus le brinda todo su apoyo, le entusiasma saber que los dotes de su hermana menor fueron heredados.

—¿Qué te parece mamá? —pregunta y se mueve a un costado para que pueda evaluar la colorida pancarta.

—Es hermosa cariño. A tu papá le encantara —aseguro con una sonrisa y ella se muestra satisfecha con su trabajo. La observo recoger en silencio sus herramientas y ordenarlas en sus respectivas cajas y bolsos.

“Mamá”

Cuando inicie oficialmente mi relación con Magnus no pensaba en tomar el papel de madre de Maggie, no quería confundirla o tomar un rol que no me corresponde. Pretendía ser su mejor amiga, ese adulto que estaría para ella en todo momento igual que su tío Cedric o su padre, pero inmensa fue mi sorpresa cuando a los 2 años me reconoció como su madre. Magnus no quería cambiarlo, me insistió en dejarlo así y yo pensé que sería por la edad. Maggie es una niña inteligente y poco tiempo le tomo notar que su aspecto físico, especialmente su cabello, no coincidía con ninguno de los dos. Magnus terminó contándole la verdad; su madre tuvo un accidente y falleció al darla a luz. Nos preocupamos de un efecto adverso, realizamos preguntas constantemente sobre su estado, pero ella parecía estar satisfecha con las respuestas que obtuvo.

—Maggie deberías quitarte el uniforme y darte un baño antes de la fiesta —le hago saber al percatarme de la hora. Yo también debo arreglarme.

—Pero debo colocar la pancarta en el comedor y papá llegara pronto —responde preocupada por su sorpresa.

—Le diré a tío Ben que nos ayude —sugiero y ella asiente con sus utensilios entre sus brazos.

—Está bien mami, pero dile que use bastante cinta adhesiva y que lo coloque bien —asevera con un gesto que me recuerda a su padre. Reprimo una risa y le aseguro que su trabajo será exhibido como debe ser.

Maggie sale de la habitación y suspiro profundo antes de poner de pie con un poco de dificultad. Una vez en nuestra habitación, tomo un baño y elijo un vestido especialmente para la ocasión. Me maquillo sutilmente y justo cuando estoy colocando labial dos toques en la puerta me recuerdan que tengo visita.

—¿Puedo entrar? —inquieren al otro lado de la puerta.

—Adelante.

Mi espejo refleja una figura alta y estilizada detrás de mí. Intento ponerme de pie para saludarlo correctamente, pero me lo impide.

—No te esfuerces —me detiene y deja un beso sobre mi cabeza.

—¿Hace cuánto has llegado? —pregunto llena de regocijo —. Pensé que vendrías con Magnus.

—Me libere un poco antes de las clases —responde Ben con una sonrisa—. Salí de la universidad y tomé el primer tren disponible hacia aquí.

—¿Y el abuelo? —cuestiono preocupada.

—El chofer de Magnus me llamo hace poco y dijo que ya estaban en la ciudad —me asegura —. Debes relajarte, tienes prohibido alterarte.

—Lo siento, solo estaba pensando en el abuelo —me justifico.

Ben me abraza y para dejarme mucho más tranquila me presta su teléfono para hablar con el abuelo. Él y su enfermero están en camino. Le regreso el teléfono a Ben y este se relaja en el sillón cerca de mi tocador.

Ya no es el niño pequeño de hace unos años. Ya no utiliza lentes, sus mejillas se largaron dando lugar a un rostro masculino y su cuerpo se estiro hasta alcanzar la estatura de Magnus o más, considerando que ambos sacan el pecho y cambian de postura cuando se encuentran juntos, un juego infantil para ver quién es más alto. A pesar de todo esto, sigo viendo a aquel chiquillo de gafas redondas y gesto ansioso cuando lo veo.

—¡Tío Ben! —exclaman desde la puerta y Maggie corre a los brazos de su tío, quien la recibe con cariño y entusiasmo —. Pensé que llegarías más tarde.

—Decidí venir temprano para ver a las dos princesas de este castillo —. Le roba una sonrisa.

—Tío, pero yo no soy una princesa —se queja y cruza los brazos.

—¿Ah no? —cuestiona Ben —. ¿No quieres ser una princesa?

—No, mami es la princesa —me señala —. Yo soy una hechicera, tío Cedric es un guerrero, Kate un hada y yo una hechicera.

—¿Y yo que soy? —pregunta Ben fascinado con la imaginación de Maggie.

—Un minotauro —la sonrisa de Ben decae y frunce el entrecejo.

—¿Un minotauro? —repite.

—¿Quieres otro personaje? —pregunta Maggie—. Mi papi es un ogro, tu también puedes ser uno.

—Me quedo con el minotauro, es mucho mejor que un ogro —susurro lo último y deja a Maggie nuevamente en el suelo.




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