Querido entrenador
Dos golpes en la puerta se escuchan ahogados desde su habitación. Sus latidos se incrementan, y una sonrisa se asoma en su rostro.
Shelly estaba impaciente por saber quién sería el que la entrenaría para unirse al clan. Por la noche, su hermano había llamado a Aria para avisarle de su elección.
Casi no había dormido.
Riley le había dicho después de corroborar su salud, que en la mañana se presentarían dos de ellos que les enseñarían todo sobre su estilo de vida.
Era algo necesario, que se hacía cada vez que se pretendía añadir nuevos miembros al clan. Se sentía como cuando era de nuevo una niña en su primer día de escuela.
De un tirón abrió la puerta... Y sus expectativas descendieron como una piedra en un lago.
Connor estaba sonriendo en la entrada, eso no le molestaba, a ella le agradaba aquel chico de ojos divertidos y cabello rizado. Lo que le molestaba era el hombre a su lado, de penetrante mirada verdosa y facciones duras como el concreto.
Liam Gallagher.
—Hola Connor— saludó amablemente— Liam— agregó de manera seca.
Él no se molestó en corresponder su saludo.
Y aunque se lo esperaba, no pudo evitar sentirse rechazada, por un idiota.
—Connor— le sonrió— ¿Tú serás mi entrenador?
Él era perfecto para la tarea, las veces que lo había visto, se mostró atento, amable y paciente con ella, no buscaba ofenderla y por sobre todo no intentaba hacerla sentir inferior.
—Me encantaría— respondió— pero no me han asignado a tí, yo entrenaré a Jake.
Casi por reflejo volvió la mirada a Liam, quien se puso tan rígido como de costumbre. Con esa expresión arrogante en su rostro. Su altivez era insoportable.
¿Por qué no le agradaba? Se preguntó mientras esperaba a su hermano para saber qué es lo que harían ¿Por qué no podía hacer un esfuerzo para aceptarla?
—Hola— Jake salió y cerró la puerta— Bien ¿Por dónde empezamos?— preguntó frotándose las manos.
—Lo más importante será que aprendan a reconocer el territorio— dijo Liam manteniendo su mirada en ella.
Sabía que eso era una indirecta, a Liam le encantaba remarcar cada uno de sus errores.
—Iremos a lugares opuestos y al atardecer volveremos aquí- Connor intentó suavizar el ambiente.
Pero con Liam era imposible.
—Andando.
Shelly miró a su hermano quien se encogió de hombros y siguió a Connor. Ella se quedó en su lugar mientras que Liam ya estaba atravesando el bosque.
—No pienso repetirlo.
Chasqueó su lengua y arrastrando sus pies lo siguió. Recorrieron un largo trecho, hasta llegar a una cascada congelada, un lago de hielo se formaba en su base rodeada por altos pinos, el terreno se inclinaba más allá de la vista.
—La cabaña de Aria se ubica a trescientos metros al oeste de la cascada— dijo de forma inexpresiva— todas las demás se ubican en torno a ella de manera dispersa.
—¿Donde se ubica la tuya?— preguntó con curiosidad.
—Eso no es importante, sigamos.
Ascendieron por la ladera de la montaña que se elevaba poco a poco, en tan solo unos cuantos metros, Shelly comenzó a agotarse, debido a su caída el día anterior sus piernas y sus costillas aún le dolían, el aliento disminuía cada vez que subía más y la nieve que estaba casi derretía no le ayudaba mucho.
—¿Podemos detenernos?
—No.
—No tengo la resistencia que tú tienes.
—Eso es porque en tu vida no has hecho suficiente ejercicio— se detuvo un instante para mirarla— esto será más difícil de lo que pensé.
—¿No deberías adaptar tus lecciones a mi condición?
Liam puso sus manos en su cintura y resopló.
—¿Por qué? Yo no te pedí que te unieras a mi clan, tú deberías adaptar tu cuerpo al entrenamiento. Ahora vamos nos estamos retrasando.
Shelly bufó, quiso hacer una protesta ahí mismo y sentarse a descansar. Pero no lograría nada, lo único que obtendría es estar perdida en el medio del bosque.
Con el ceño fruncido avanzó, mirando la espalda de su "Entrenador" él caminaba con la agilidad propia de un escalador profesional mientras que ella luchaba por poner un pie delante del otro en ese terreno resbaladizo.
Ella quiso acelerar el paso, pero se hundió en una parte llena de nieve en la que creía que no era muy profunda.
Liam no se detuvo por ella.
—No te retrases.
—Gracias por la ayuda— dijo sarcástica mientras intentaba salir de ese pozo.
—No la necesitas— replicó.
El hombre siguió avanzando hasta desaparecer entre los árboles. A pesar de que estaban llegando al mediodía, Shelly se sintió asustada al verse sola en un lugar en el que no podía ver con claridad algún punto de referencia.
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Editado: 23.09.2018