Si juegas con fuego...
Tinieblas.
Escuchó el susurro de una voz ronca.
Liam... Liam... ¡Liam! ¡Ven aquí!
Una voz femenina se entrelazó con aquel susurro. Las voces se mezclaron mientras su corazón se agitó, la confusión trepó por su cuerpo al encontrarse de nuevo inmerso en la niebla.
Muestrame lo que necesito saber...
La figura de un animal extraño se dejó ver, un par de ojos verdes se iluminaron como llamas.
Liam...
¡Eres un salvaje!
Liam...
Nunca eres así conmigo...
¡Ven aquí!
Volveré a tentarte una y otra vez...
¡Liam!
Porque yo sé cómo jugar con un gato...
Sus ojos se abrieron de golpe, todo lo que podía ver por la escasa luz que se filtraba por la ventana era el techo de su cabaña. Cerró los ojos por un instante y los volvió a abrir, calmando sus latidos apresurados. Serenando su interior. Sus sueños de por si ya eran extraños, pero este era peor, porque reconoció aquella voz como la de Shelly.
Estaba seguro.
Y eso lo enfureció.
No bastaba con hostigarlo durante el día ahora se infiltraba en sus sueños.
Pero de alguna forma le gustaba.
La luna apareció en el cielo nocturno por primera vez en seis días, su brillo le daba una sensación de alivio, hacía todo real.
Liam se levantó de la cama y abrió la ventana, el aire helado acarició su piel, las sombras de la noche formaban figuras retorcidas en la nieve opaca.
Las voces se escucharon de nuevo en su cabeza.
Liam... Volveré a tentarte...
—¡¿Qué quieres de mí?!— gritó al cielo oscuro— ¡Dejame en paz!
Sin importar destrozar su ropa saltó por la ventana y cambió, aterrizó trastabillando en la tierra, dejando un fino control de su mente en su animal, dejó que el instinto lo guiara y empezó a correr.
Sus pisadas casi no se oían, Liam corrió sin saber a dónde iba, necesitaba eliminar su frustración y la manera más sana que tenía era el ejercicio físico. Zigzagueando entre los árboles atravesó el bosque a toda velocidad, hasta el punto de quemar sus pulmones con el aire frío.
El distinguible aroma humano llegó a sus fosas nasales extendidas, un aroma sutil mezclado con un suave perfume de jazmín lo envolvió por completo, el calor emergió de su corazón y se desparramó con la voracidad de un incendio por su cuerpo. Desesperado por mitigar esa reacción, Liam rodó por la nieve con la certeza de que al enfriar su pelaje lograría borrar esa sensación.
Siguió caminando en estado de alerta, no creía posible que ella pudiese andar vagando sola en la noche.
Detuvo sus movimientos repentinamente cuando vislumbró la cabaña a la cual su leopardo le había llevado.
Jadeando para refrescarse, Liam se sentó al borde del claro que rodeaba la construcción. Ningún sonido provenía de adentro. Los humanos debían estar durmiendo. Elevó su vista al cielo, la blanca luz de la luna hizo brillar su pelaje, la paz de su resplandor no fue suficiente para olvidar.
Liam...
Quiso rugir para acallar las voces del sueño.
Pero no podía hacerlo. Porque la despertaría. Y verla en este estado podría ser peligroso.
Para su integridad.
Echando un último vistazo a la cabaña, Liam volvió cabizbajo sobre sus huellas.
El silencio del bosque fue suficiente para calmarlo por dentro, pero el animal seguía atraído por el aroma de ella.
Abstraido en sus pensamientos, Liam no reparó en la figura que salió desde un extremo del bosque, iba a favor del viento por lo que solo pudo notarlo cuando comenzó a caminar a su lado.
Su olor lo hizo elevar bruscamente su mirada, era una mezcla de musgo y pino unido a una esencia dulce, Aiden.
Giró su cabeza y se encontró con sus ojos azules, antes de que sucediera el ataque en el Congreso Mundial Cambiante, Aiden un sumiso que siempre evitaba el contacto visual, pero ahora que había aceptado su verdadera naturaleza y se había mostrado ante todo el clan como lo que era en realidad, un ambiguo, no bajaba la mirada ante nadie, excepto Aria.
Aiden sacudió su cabeza, su aroma inusual volvió a elevarse en el aire, la certeza le llegó en cuestión de segundos. Liam chocó su cuerpo contra el de su amigo empujandolo, alegre por reconocer el aroma de Riley en él, contento por saber que ambos ya se habían vinculado.
El joven le agradeció la muestra de afecto con una seria inclinación, y luego se separó. Dejándolo solo nuevamente.
Al llegar a su cabaña, decidió escalar el roble que se elevaba al lado de esta, se recostó en una rama alta e intentó dormirse.
Una suave luz lo despertó, el alba había llegado, el cielo nuevamente se cubrió de nubes grises. Flexionando y estirando sus patas, Liam bajó de un salto al suelo, volvió a su forma humana y buscó algo de ropa.
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Editado: 23.09.2018