Después de pasar la navidad en Argentina con su familia, René regresó a Turín donde aún tenía cosas por recoger. Estaba muy contento porque ya había perdido casi toda esperanza de volver a vestir la camiseta del club que tanto amaba y en el último momento, esa puerta se abrió de par en par a causa de una lesión de larga duración por parte del guardameta titular del equipo.
Por su trabajo, había vivido en Liverpool, Roma y su último destino había sido Turín, y en todos esos lugares había vivido muy bien y jugado en tres de los clubes más punteros de Europa con excelentes resultados. Y ahora, después de más de cuatro años de su partida, volvía a Sevilla a cumplir uno de sus sueños.
René tenía muchas ganas de regresar porque, a pesar de que jamás le faltó nada en ninguno de los lugares donde había estado, nunca había terminado de adaptarse del todo. Estaba acostumbrado al calor y la cercanía de la gente, al buen tiempo y a entenderse con todo el mundo, aprender nuevos idiomas nunca había sido su fuerte.
Pero había algo que en todo ese tiempo no había podido sacar ni de su cabeza, ni mucho menos de su corazón. Álex. No había sabido absolutamente nada de ella durante todos esos años, pero ni así pudo dejar de amarla. Era como una maldición que lo perseguía allá donde fuera.
Intentó conocer a otras mujeres para poder a llegar a tener algo un poco más serio que una noche de pasión, pero ninguna le había terminado de convencer. Eran aburridas, siempre dispuestas a hacer lo que él quisiera, carentes de personalidad… Ninguna tenía un carácter como el de Álex, ni su candidez, ni sus arrebatos…
Pensaba que estaba loco de remate por buscar a alguien parecido a la persona que le había abandonado sin ningún tipo de explicación. Definitivamente no tenía remedio.
Volver a Sevilla, a esa casa donde tantas cosas habían compartido ellos dos, le daba un poco de respeto. La última vez que estuvo allí, tenía el corazón roto y un futuro incierto por delante. Y luego estaba el detalle que más temía, era bastante probable que en algún momento se la encontrara, ya que en pocos meses, Bea y Toni se iban a casar.
No tenía ni idea de qué iba a pasar cuando la viera, simplemente, no era capaz de imaginarlo. Trataría de contenerse y debería ser una persona cordial, aunque por dentro se muriera por pedirle explicaciones por su cobarde huida.
Días más tarde, René tomaba un vuelo Turín-Sevilla dejando atrás su etapa italiana y volviendo al lugar en el que había sido muy feliz, y donde también había sufrido mucho… Fuera como fuera, Sevilla lo recibiría con los brazos abiertos.
Cuando aterrizó, tuvo que esperar un buen rato a que salieran sus maletas que iban cargadas hasta los topes. Las cosas más grandes, las había enviado por paquetería a casa de Toni antes de navidad. Una vez las recogió, salió por la puerta de los pasajeros que acababan de llegar y se llevó una grata sorpresa.
—¿Qué hacen ustedes acá?—corrió todo lo rápido que pudo junto a su equipaje para llegar hasta ellos.
—Darte la bienvenida a tu casa ¿Te parece poco?—Toni abrazó a su amigo del alma con un brazo, mientras con el otro sostenía a su bebé de casi un año.
—Te trajiste hasta al nene para recibirme. Hola hermoso, encantado de conocerte en persona—lo tomó de su manita para presentarse y el pequeño estalló en carcajadas.
—Este impresentable es tu tío René, Manu. Ya lo irás conociendo—bromeó Toni.
—Se me hace tan extraño verte de papá…—suspiró y se calló un momento. A él ese gusanillo ya le había picado hacía tiempo, pero de momento parecía que se quedaría con las ganas—Es igualito a Bea, por suerte para él. Pobrecito si llega a salir como vos…
—¿Ves lo que te digo Manu? Un impresentable… ¿Te cambio al niño por las maletas?
—Hacés eso y Bea te mata…—bromeó—¿Sí me lo prestás entonces?
—Claro que sí—Toni le entregó el bebé a su amigo.
—¡Pesas un montón vos!—le acarició la carita con cariño—¿Ya te dejaron patear una pelota o aún no? Con las patadas que me estás pegando, yo diría que sí—Manu pasaba sus manitas por su cuidada barba morena con curiosidad—¿Y dónde se dejaron a la mamá?
—Bea tenía cosas que hacer con…sus amigas—prefirió no mencionarla, no sabía cómo le podría sentar a René.
—Ya imagino… Podés decir su nombre, no pasa nada. Sé muy bien que tarde o temprano volveré a verla.
—Mejor cambiamos de tema…—aunque le hubiera dicho eso, sabía que se sentiría incómodo.
—Está bien, háblame de vos ¿Cómo vas con lo tuyo?
—Resignándome… Aunque a veces me desespero por lo injusto que ha sido todo desde hace dos años hasta ahora.
—Uno nunca está preparado para un golpe así, el fútbol a veces es así de cruel.
Hacía ya dos años que Toni se rompió los ligamentos y el menisco de su pierna derecha en un partido, y después de diversas operaciones y dolorosas rehabilitaciones, nunca más pudo volver a jugar.
De un momento al otro, todo había cambiado y le había costado mucho superarlo. Su vida, al igual que la de su amigo, era el fútbol. Ahora ocupaba un cargo en la cantera del club, así que de una u otra manera, seguía estando en activo.
Toni en compañía de su hijo, llevaron a René hasta su casa. Nada más entrar al portal, lo recorrió un escalofrío, parecía que el tiempo allí se había detenido.