A la salida del trabajo, la estaban esperando Bea y Noe junto a sus hijos, habían quedado para comprar la ropa que los niños llevarían en la boda.
—¡Pero bueno, si están aquí mis tres soles!—si había algo que seguía motivando a Álex, esos sin duda eran sus sobrinos putativos—Mi Lola, mi Manu y mi Miki—le dio un beso a cada uno, amaba a esos niños con locura. Lola y Miki eran hijos de Juanmi y Noe, tenían cuatro años y seis meses respectivamente.
—¡Tita!—gritó la pequeña arrojándose a sus brazos—Menos mal que tú también vienes porque mi madre y Bea me quieren comprar vestidos feos y de princesa. Diles tú que yo no quiero, es que a mí no me hacen caso.
Lola era la viva imagen de su padre y con idéntico carácter, en cambio Miki, a pesar de ser muy pequeño todavía, era más parecido a su madre y mucho más tranquilo que su hermana mayor.
—Trataremos de llegar a un acuerdo ¿Vale?—se dio la vuelta y saludó a sus amigas—Hola chicas ¿Cómo estáis?
—Preparadas para batallar con la fiera de mi niña—comentó Noe—Menos mal que los otros dos aún son muy pequeños para protestar que, si no, no sé…
—¡No es para tanto! Si tu hija es la bomba ¿A qué sí Lola?—añadió Bea.
—Pues claro—se echó el pelo hacia atrás de forma graciosa con la mano haciéndolas reír a todas.
Después de recorrerse varias tiendas de niños y un par de berrinches de Lola más tarde, consiguieron su propósito.
Cuando llegó a casa, se duchó y se puso ropa cómoda, estaba muy cansada por su trabajo. Estar cada semana de un turno distinto, más las horas extras que Álex se empeñaba en hacer, la tenían exhausta. Pero necesitaba mantenerse ocupada para dejar de pensar. En los últimos años, habían pasado demasiadas cosas.
El nacimiento de Lola hizo que Álex no se rindiera del todo cuando, tras muchos meses sin ver a su madre, descubrió que ya no era capaz de hablar ni de moverse. Fue un golpe muy fuerte para ella, ya nunca le iba a poder pedir un abrazo, ni le hablaría de su pequeña Álex.
Gloria se había convertido en un ser totalmente inmóvil, incluso era incapaz de mantener la mirada fija en algo más de unos cuantos segundos. Lo único que la ataba a la vida, era que su corazón seguía funcionando.
Desde entonces, Álex luchó a brazo partido para poder entrar a trabajar allí y terminó consiguiéndolo. Cuando acababa su jornada laboral, se quedaba un poco más con su madre, era lo único que le daba algo de consuelo.
El apoyo de sus amigos también la ayudó a no dejarse vencer, aunque en su corazón seguía habiendo un hueco que nadie había vuelto a llenar. Ese hueco tenía nombre y apellido, aunque ella no quisiera reconocerlo.
Jaime también había sido un gran apoyo, el muchacho estaba enamorado de ella y así se lo había hecho saber hacía mucho tiempo, al igual que Álex había sido sincera cuando le dijo que sólo lo veía como un amigo.
Tenían una relación amistosa casi en su totalidad, pero en ocasiones, Álex y Jaime compartían algo más que una amistad, aunque fuera por un rato. Ninguno tenía exclusividad con el otro, aunque el joven seguía pensando que tarde o temprano, Álex se enamoraría de él.
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Cuando Toni se lesionó de gravedad y supieron que no podría volver a jugar al fútbol, Bea le propuso matrimonio porque sabía que él siempre había querido casarse con ella. Con lo que no contaban es que, durante los preparativos de su boda, Manu aparecería en sus vidas, obligando a posponerla durante un tiempo. En este momento quedaban tres meses para su matrimonio.
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En cuanto a Juanmi y Noe, después del nacimiento de su primera hija, las cosas comenzaron a salirle relativamente bien. El grupo del joven sevillano se disolvió y triunfaba en solitario. Se había recorrido España de arriba abajo, lo que implicaba éxito en lo profesional y problemas en lo personal porque no podía pasar mucho tiempo con Noe y Lola, aunque lo acompañaban siempre que podían.
Cuando Noe se quedó embarazada por segunda vez, las cosas se complicaron, tuvo un embarazo de riesgo y al final Miki nació de forma prematura. Fue entonces cuando Juanmi renunció a todo y decidió quedarse con su familia que para él era lo más importante.
Durante el proceso del difícil embarazo, el parto prematuro y los distintos cuidados que el bebé necesitaba, Lola lo pasó exclusivamente con Álex cuando sus horarios lo permitían. Ya de por sí, estaba muy apegada a ella porque prácticamente eran familia, pero desde entonces, su tita Álex como la niña la llamaba, se había convertido en su persona favorita por encima incluso de sus padres. Aunque ya le había explicado muchas veces que ellos siempre debían estar en primer lugar antes que cualquier otra persona.
A pesar de tener una corta edad, Lola sabía lo que quería y lo que no. Hacía meses se le metió entre ceja y ceja que quería jugar al fútbol. A su madre le parecía bien, pero Juanmi puso el grito en el cielo porque le horrorizaba que su pequeña jugara a un deporte tan duro como ese. Pero entre Noe y Álex lo convencieron para que dejara que la niña jugara y desde entonces cada domingo jugaban por los diferentes pueblos de alrededor.
Casi siempre le tocaba a Álex llevarla, porque su padre se negaba a verla caerse cada dos por tres y como le daban patadas, y su madre la mayoría de las veces se tenía que quedar con Miki por alguna cosa. Ella que nunca quiso volver a tener nada que ver con el fútbol, allí estaba semana tras semana animando a su Lola.