A la semana siguiente, llegó el primer cumpleaños de Manu, y sus padres decidieron celebrarlo fuera de la ciudad en un espacio acondicionado para poder hacer barbacoas, con amplias sombras, zonas de recreo para los niños y de más. Cada uno llevó lo que quiso, pasarían un buen día todos juntos en honor al pequeño.
Los únicos que faltaron fueron Miki, que se quedó con su abuela materna y Jaime por motivos laborales, o eso dijo él, se le hacía imposible asistir, cosa que al padre del cumpleañero celebraba por alguna razón.
Lola se llevó su inseparable balón de fútbol, aunque no hubiera más niños, le gustaba jugar con Toni y su padre, allí no había peligro ni de coches ni de cosas frágiles que pudieran romperse de un balonazo. Juanmi y Toni eran los encargados de la barbacoa, así que tuvieron que abandonar pronto el juego.
—¿Jugáis vosotras conmigo?—les preguntó a su madre, a Álex y a Bea.
—Mi vida, ya sabes que yo no sé jugar—se excusó Noe.
—Y yo tengo que darle de comer a Manu—continuó Bea.
—¿Y tú tita? Dime que sí, por fi, por fi…—insistió Lola.
—No se me da tan bien el fútbol como a ti…
—Sólo nos la vamos a pasar y ya, no es nada difícil. Anda, di que sí…
—¡Esta niña puede conmigo! Está bien, pero sólo un ratito.
—Sí tita, te lo prometo—la niña le sonrió con el balón en la mano—Ponte tú allí por si se me va la pelota—le indicó.
Durante unos minutos Lola chutaba el balón con todas sus fuerzas y a Álex le tocaba ir a buscarlo, en eso se resumía el juego. Una de las veces que la pequeña pateó, rebotó contra un árbol y la pelota se fue hacia una arboleda bastante densa.
—Quédate aquí, yo iré a buscarla.
—Te puedo acompañar si quieres—se ofreció Lola.
—No hace falta, vuelve con tus padres, no tardo nada—la joven caminaba con paso ligero mientras se adentraba en la arboleda, miraba para todas partes a ver si podía localizar la pelota—Ahora sólo faltaba que se perdiera el dichoso balón…—gruñó en voz alta para desahogarse—¿Dónde habrá caído la pelotita de las narices?—se detuvo en seco apoyando sus manos en la cintura. De repente sintió algo golpear su tobillo de forma suave, miró y allí vio el balón. Se agachó a recogerlo y cuando recuperó la verticalidad, tenía ante ella a la persona que menos esperaba—¿Tú?
—Yo—respondió René, el cual llevaba allí un buen rato viéndola—¿Todo bien?
—Quitando la sorpresa que me acabo de llevar…diría que sí ¿Y tú?—su corazón latía con fuerza, volvió a sentir esa sensación de nervios que hacía años que la había abandonado.
—No te gustó la sorpresa entonces…—se moría de ganas de abrazarla, su ansiada espera había terminado.
—Ni me gusta, ni me disgusta… Me es bastante indiferente. Supongo que habrás venido al cumpleaños del niño ¿No?—trataba de fijar su vista en cualquier cosa que no fuera él.
—Me salió un sobrino al igual que a vos, que menos que venir a festejar su primer año de vida—percibir otra vez su frialdad tan característica lo desanimó un poco.
—Pues es por allí—Álex comenzó a caminar sin la intención de esperarlo.
—¿No tenés nada que decirme?
—Te he saludado, te he preguntado cómo estás, te he dicho dónde es el cumpleaños… ¡Ay, si seré tonta! Gracias por encontrar el balón, perdón por mi mala educación, no lo hago a propósito—ese sarcasmo, esa chispa de humor tan peculiar era de las cosas que el futbolista jamás había encontrado en otra mujer que no fuera ella. Volver a escucharla, era una caricia al alma para él—No tengo nada más que hablar contigo René.
—¿De verdad? Han pasado más de cuatro años desde la última vez que nos vimos…
—¿Y? Ni a mí me importa tu vida, ni a ti la mía—mintió—Mejor lo dejamos aquí.
Iba a rebatirle cuando se dio cuenta que no estaban solos.
—Tita ¿Y mi pelota?
—¿No te dije que te quedaras con tus padres? ¡Ay, Lola…! Ten, tu pelotita.
—¡Eh, tú eres el del vídeo!—señaló la niña.
—¿Vídeo? ¿Cuál vídeo?—quiso saber Álex.
—El de mi partido de la semana pasada, cuando fuimos a Sevilla ¿Te acuerdas? Él sale. Mis padres lo conocen, pusieron su parte un montón de veces ¿Tú también lo conoces tita?
—Sí…es un viejo amigo.
—Y si es tu amigo… ¿Por qué yo nunca lo he visto contigo?
—Yo me fui de acá poquito después de que vos nacieras—intervino el chico—Yo me llamo René, encantado de conocerte hermosa—le ofreció la mano.
—Hablas raro… ¡Qué gracia!
—¡Lola!—la regañó su tía.
—Yo soy Lola—le estrechó la mano—Y no sé quién eres, ni por qué estás aquí.
—¡Lola, ya! Perdónala, es que esta niña no tiene filtro.
—Eso lo sacó del papá, no tengo duda—la pequeña lo analizaba de arriba abajo y efectivamente, verla a ella era como ver una versión en miniatura de Juanmi.
—Será mejor que volvamos—Álex se llevó a la niña en brazos mientras René navegaba en un mar de sentimientos encontrados por culpa de la actitud de la mujer que le había robado el corazón.