Desde que volvió del cumpleaños, Álex estaba más nerviosa que de costumbre ¿Por qué había tenido que volver? No estaba preparada para que de golpe se le vinieran todos esos recuerdos, la mayoría buenos, a la memoria.
Pensaba que, durante ese tiempo, su confusión había desaparecido, pero estaba muy equivocada. Sólo consiguió arrinconarla porque mientras la estaba procesando, ocurrió lo de su madre, y eso lo había opacado todo, Gloria era su prioridad.
Las siguientes semanas fueron horribles para ella, estaba tan desesperada que acudió a Jaime, necesitaba dejar de estar sola y dejar de pensar. Primero fueron al cine y después de eso a cenar. El muchacho la notaba muy extraña, hablaba por los codos, y la Álex que él conocía era callada, reservada y solía ser la que lo escuchaba a él.
—¿Estás bien? Te noto como…acelerada. ¿Te ha pasado algo?
—No, que va. Estoy como siempre—le agarró la mano y le sonrió, algo que ella nunca hubiera hecho por iniciativa propia.
—Dime la verdad… ¿Te has tomado algo, o…?
—¿Me estás preguntando si me drogo?
—No, mujer… Simplemente me parece raro que seas tú quién insista en verme, quedar, y ahora parezcas más…cariñosa—Jaime sonrió, parecía que aquello que pensaba que jamás sucedería, podría estar ocurriendo.
—¿Y eso te molesta?—le preguntó mientras bebía de su cerveza.
—Para nada cariño, al contrario, me encanta—acercó su rostro al de ella y la besó lentamente.
—¿Qué te parece si cuando salgamos de aquí vamos a tomar algo más fuerte?—no rechazó el beso, ni tampoco se quejó.
—Me gusta la idea… No sé qué te ha pasado últimamente, pero me alegro que te haya hecho cambiar un poco.
Cuando terminaron de cenar, fueron a un local ambientado en los noventa, donde lo estaban pasando bien hablando, escuchando buena música y bebiendo. Después de eso, terminaron en casa de Jaime, como cada noche que salían.
El muchacho la besaba con pasión, la deseaba locamente… Ambos se quitaron la ropa el uno al otro, y ya en la cama, lo único que podía sentir Álex era culpa. Estaba utilizando a Jaime para paliar su soledad, para escapar de sus recuerdos y sabía que no estaba bien.
A duras penas correspondía a las caricias del joven cordobés, aunque disfrutaba mucho con él porque era muy buen amante, siempre sentía que le faltaba algo al final.
A la mañana siguiente cuando se despertó a su lado, una vieja conocida la acompañaba, la vergüenza. Jaime seguía durmiendo y Álex lo estaba observando. Era un hombre muy atractivo, su pelo castaño estaba revuelto después de esa noche de pasión y sus ojos grises, que permanecían cerrados en ese momento, siempre los sentía cálidos y llenos de amor cuando la miraban a ella. Sus brazos fuertes conseguían sostenerla y consolarla siempre que lo necesitaba…
Era un buen hombre, se podía contar con él para todo, entonces ¿Por qué no podía sentir nada por él? Sería perfecto, ella podría ser un poco más feliz y todo el mundo dejaría de preocuparse tanto por su gris estado de ánimo. Pero muy en el fondo sabía que Jaime no estaba hecho para ella, por mucho que quisiera.
—Buenos días, preciosa—Jaime la atrajo hacia él para besarla—¿Has dormido bien?
—Sí ¿Y tú?—no quería ser desagradable, pero no estaba a gusto en ese momento.
—Muy bien. Es curioso, cuando estás junto a mí, es cuando mejor duermo—sonrió mientras la contemplaba con absoluta adoración—Podemos desayunar si quieres, o…podemos desayunarnos… ¿Qué prefieres?—sugirió con tono seductor.
—No puedo quedarme—buscó su ropa para vestirse—Tengo que ir a casa, cambiarme, e ir a casa de Juanmi, me ofrecí a quedarme con Miki para que ellos pudieran pasar el día con Lola, a ver si se tranquiliza un poco.
—Puedo llevarte si quieres y quedarme con vosotros, no creo que a mi primo le importe.
—¿De verdad? ¿No tienes nada mejor que hacer? Ni siquiera te gustan los niños—más de una vez había puesto mala cara cuando iban a comer y alguno tenía un berrinche o simplemente se le acercaba.
—A lo mejor con tu ayuda consigues hacerme cambiar de opinión—le guiñó un ojo—Me visto y nos vamos ¿Vale?—le dio un beso rápido en los labios que ella no esperaba.
Al llegar a casa de Noe y Juanmi, la muchacha se sorprendió al ver aparecer al primo de su marido junto a su amiga.
—Jaime, menuda sorpresa—lo saludó para después acercarse a Álex—¿Y este que hace aquí?—cuchicheó para que el resto no la oyeran.
—No lo sé, la verdad…—la chica tenía muy mala cara.
—¿No me digas que habéis pasado la noche juntos?—ella asintió—¿Habéis…?
—Sí—respondió, no hacía falta escuchar el resto de la pregunta.
—No…Álex ¿Otra vez?—Noe era la única que sabía por qué a veces ella actuaba de esa forma, cosa que la entristecía mucho—Tienes que dejar de hacerlo, así sólo te haces más daño.
—Lo sé, pero no puedo hacer otra cosa…—se lamentó—Necesito sentirme viva, aunque sea de mentira.
—Dime que te estás cuidando, no me quiero imaginar si lo que hacéis trajera consecuencias…
—Puede que esté un poco pirada, pero no soy tonta, yo siempre tomo precauciones, no te preocupes.