Álex iba con la hora justa porque en vez de ir en su coche, prefirió el transporte público, ya que, aparcar en el centro de la ciudad, era misión imposible. Eran poco más de las once de la mañana cuando apareció casi corriendo al punto donde había quedado con Bea.
—Perdón no he podido llegar antes, el bus vino con retraso—le comentó.
—¿Has venido en bus? ¿Y tu coche?
—Iba a tardar más y me saldría más caro. Soy práctica.
—Muy bien. Ya veo que me has hecho caso, esos pantalones te quedan muy bien—la joven sonrió. Álex llevaba un pantalón negro de pinzas que realzaba su anatomía y una camisa oversize de color verde metida por dentro—Has venido muy guapa.
—¿Me vas a decir ya cuál es ese sitio al que hay que ir tan arreglada?
—Claro, vamos—la agarró del brazo haciéndola caminar.
Las dos amigas estuvieron andando alrededor de quince minutos sin parar, Álex cada vez entendía menos lo que pasaba. Al llegar al ayuntamiento, se detuvieron. La muchacha iba a quejarse, cuando una voz conocida para ella hizo la misma pregunta que ella tenía en la punta de la lengua.
—¿Por qué me trajiste hasta acá, Toni?—se trataba de René, al cual su amigo había hecho exactamente lo mismo que Bea.
—Ya te enterarás, ya—respondió el exfutbolista recuperando a su bebé de los brazos de su amigo.
—¿Alguien me puede explicar de qué va esto?—preguntó Álex indignada—¿Y tú qué haces aquí?—se dirigió hacia René.
—Te juro que sé lo mismo que vos… ¿Nos van a explicar porque nos hicieron venir hasta acá?
—A ver, tranquilos—comenzó a hablar Bea—Lo primero de todo es que ninguno de vosotros sabía que el otro vendría—explicó para que hubiera un mal entendido entre ellos—Y bueno, hay una razón muy poderosa por la que estáis aquí los dos.
—¿Cuál?—preguntaron al unísono.
—Pues veréis—Toni tomó la palabra—Como ya sabéis, Bea y yo nos casamos en dos semanas, pero el trámite legal, lo que viene siendo el acto del matrimonio es hoy a las doce. Y os hemos traído aquí porque queremos que, junto a nuestro hijo, seáis testigos de nuestra boda.
—¿Cómo? Espera, repite eso por favor—pidió Álex.
—Lo que has oído—Bea se acercó a ella y la miró a los ojos—Sois nuestros mejores amigos, nuestra historia comenzó con vosotros y nos habéis estado apoyando desde entonces. Creemos que no hay nadie tan adecuado como vosotros dos para que deis fe de eso.
—Joder Bea, que bonito eso que has dicho—le sonrió a su amiga.
—Yo poco más puedo añadir. Si alguien ha sido testigo de nuestro amor, de nuestras discusiones y reconciliaciones, esos sois vosotros—añadió Toni.
—Entonces ¿Qué decís? ¿Aceptáis?
—Por supuesto que sí—Álex se vio estrujada entre los brazos de su amiga nada más terminar de hablar—¡Bea me vas a ahogar!
—Imagínate decir que no a pocos minutos del casamiento ¿Dónde iban a buscar otras personas? Será un honor estar con ustedes en un día tan importante.
—Muchas gracias a los dos. Sabíamos que podíamos contar con vosotros para esto. O estaremos siempre muy agradecidos.
—Pero yo tengo una duda… Si se casan hoy ¿Qué va a suceder en la boda de dentro de dos semanas?—quiso saber René.
—Allí también firmaremos, pero es un paripé porque lo real es hoy—le explicó Bea—Así que ya estáis avisados, ese día tendréis un papel muy importante que representar ¿Qué os parece si vamos entrando?
A medida que iban recorriendo los pasillos del ayuntamiento, René y Álex recordaron que hace años, ellos mismos caminaban por él acompañados de sus amigos listos para contraer matrimonio.
—Al menos hoy no está lloviendo—susurró René a su lado.
—¿Qué? Perdona, no te he escuchado.
—Sé lo que pensás, yo también lo hago… Hace más de siete años, vos y yo estuvimos acá para casarnos—le recordó—Y te decía que al menos hoy no está lloviendo como ese día.
—Es inevitable no acordarse… De una u otra forma, eso nos cambió la vida.
—Y tanto que sí…—el joven suspiró.
Aunque hablaban en voz baja, sus amigos lo escucharon todo, pero decidieron no intervenir, de momento parecían tranquilos.
Cuando llegó la persona encargada para oficiar la ceremonia, Toni le entregó el niño a Álex. Esa, a diferencia de la suya, fue muy emotiva a pesar de sólo estar ellos ahí. Se respiraba amor en cada rincón de esa sala. Una vez los contrayentes firmaron el acta matrimonial, llegó el turno de los testigos.
—Toma, con cuidado. Se ha dormido en mitad de la ceremonia—le comentó con dulzura.
En el momento en que sus manos hicieron contacto para pasarle al niño, los dos pudieron sentir un escalofrío que les aceleró el corazón. No pudieron evitar mirarse a los ojos durante un instante, pero Álex huyó rápidamente de su hipnótica y oscura mirada.
René se dio cuenta que algo había cambiado al mirarla. Conocía sus ojos, había algo en ellos que nunca antes había visto, estaba muy seguro de eso.
Después que todo terminara, los recientes esposos propusieron ir a comer para celebrarlo, pero Álex se negó aludiendo que debía marcharse a descansar antes de irse al trabajo, y como pudieron, la convencieron para que se quedara.