Había llegado a la habitación 323, esperó unos segundos antes de tocar a la puerta, tenía muy claro a qué había ido, lo que no sabía era por donde le podría salir Jaime. Después de tocar un par de veces, la puerta se abrió y pudo ver su cara de decepción.
—No soy quién esperabas ¿Cierto?
—No está aquí—dijo refiriéndose a Álex.
—Ya sé, por eso vine. Permiso—se coló dentro sin que Jaime pudiera hacer nada.
—¿A qué has venido? ¿A reírte de mí?
—Vos no me interesás para nada—vio una pequeña maleta junto al baño—¿Es tuya?
—No, es de ella—lo vio abrirla para comprobarlo—¿Qué haces?
—Me la llevo—se metió en el baño y reconoció varias cosas de ella allí—¿Hay algo más que sea suyo?
—¿Y a ti qué te importa? Espera…Álex está contigo ¿Verdad? Ella te ha mandado a que vengas a por sus cosas.
—No me dijo nada, he venido para ayudarla, ya que vos sos tan poco hombre que no has tenido el detalle de dejarle la habitación—escupió con rabia para después seguir rebuscando por todas partes.
—Si hubiera venido, lo hubiera hecho—se defendió—Sigo sin saber por qué te metes en lo que no te importa.
—Porque se me canta el orto ¿Te parece?—cuanto más lo miraba, más rabia sentía—No sé qué pasó entre ustedes ni de qué hablaron, pero vos volvés a lastimarla y te las vas a ver conmigo, y créeme cuando te digo que será algo doloroso y desagradable.
—No te tengo miedo… No sabía que también eras una persona violenta.
—No lo soy, siempre fui un hombre de paz. Pero cuando le hacen daño a las personas que amo, no respondo. Que pases feliz noche querido.
René salió triunfante de aquella habitación con la maleta de Álex en la mano. Deseaba que no se hubiera ido, aunque con sus antecedentes como la reina del escapismo, era algo bastante probable.
Abrió la puerta despacio y vio sus zapatos tirados en el suelo, dudaba mucho que hubiera huido descalza o se hubiera llevado los suyos. Dejó la maleta frente a la cama y la vio dormida en el sillón encogida y con el móvil en la mano.
Había estado llorando, eso podría jurarlo y seguramente se había dormido sin querer, como siempre. Le quitó el teléfono y este vibró, había puesto una alarma, suponía que por si se dormía. René la cortó y apagó el móvil, Álex ni se había enterado.
Se había quitado su chaqueta y la habitación estaba helada. Pensando en lo incómoda que podría sentirse, abrió la cama por un lado para después levantarla del sillón despacio para que no se despertara.
—Vete…sé que sólo eres un sueño…—balbuceaba mientras dormía.
—¿Yo soy tu sueño?—susurró bajito.
—Sí…pero no eres de verdad…déjame en paz—René la depositó sobre la cama y la arropó.
—Soy de verdad, flaca. Podés cumplir tu sueño cuando quieras—sonrió esperando que volviera a hablar, pero no lo hizo «Al menos no soy el único loco que sueña con su amor» Pensó para sí mismo.
René rodeó la cama para sentarse en ella, se quitó los zapatos para tumbarse, a continuación, apagó la luz. Por el gran ventanal entraba la luz de la calle, ya no tardaría mucho en amanecer.
Se giró hacia su derecha donde la joven dormía de espaldas a él. René rozó su brazo con su dedo y Álex se giró hacia él. El chico se asustó pensando que la había despertado, pero no. Se podía estar acabando el mundo y Álex ni se enteraría, tenía el sueño muy pesado.
Contempló su rostro dormido al igual que lo había hecho hacía años. Él nunca había sido una persona que se fijara demasiado en el físico de nadie, pero desde que la volvió a ver, notó su extrema delgadez y su cara demacrada. Al futbolista le daba igual como se viera porque la amaba por encima de todo, pero sí estaba preocupado ¿Estaría enferma?
La besó en la sien y la arropó de nuevo. No esperaba que reaccionara bien cuando se despertara. Ni siquiera sabía si volvería a dirigirle la palabra después de su confesión. Le daría un tiempo para que Álex se aclarase, pero esta vez, iba a volver una y otra vez hasta ella, no iba a dejar de insistir.
Poco después, René se durmió con su olor y con el poco calor que podía traspasar la ropa de cama, ya que él no se había metido bajo las sábanas.
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La luz del sol la estaba molestando, y a la vez le impedía abrir los ojos. Durante unos minutos trató de recordar qué había pasado la noche anterior, cuando lo hizo, los abrió de par en par. Vio su maleta frente a la cama y se preguntó en qué momento había vuelto a su habitación.
Se incorporó despacio y se estiró para desentumecer su cuerpo. Al mirarse se percató que aún llevaba el vestido de la boda ¿Por qué no se había cambiado?
Obtuvo su respuesta en cuanto reconoció el sillón que había cerca, ese sillón no estaba en su habitación. Rápidamente se dio la vuelta hacia el otro lado de la cama y lo vio. René estaba dormido sobre la cama, entonces comprendió que debió de quedarse dormida mientras se desahogaba y él la había llevado hasta ahí.
Para lo que no encontraba explicación era para lo de su maleta ¿Jaime se la había llevado o…? Lo dudaba bastante, conocía a su ya ex amigo, era una persona rencorosa, como le había demostrado la noche anterior… ¡Había sido René!