La redención de un alma #2 (2025)

CAPÍTULO 26

Había llegado el último partido de la temporada para Lola. Álex como siempre la llevó, pero la niña no sabía que había una sorpresa para ella.

Cuando el partido empezó, aparecieron sus padres con su hermano por primera vez para ver a Lola. La pequeña se puso muy contenta, no se esperaba tener allí a toda su familia.

El partido lo perdieron, pero eso era lo de menos. Lo importante era la fiesta que habían organizado para despedirse de los niños hasta la siguiente temporada.

—¿Tita ya te vas? Hay fiesta, quédate—le pidió Lola.

—Me encantaría, pero no puedo. Tengo que ir a trabajar—se agachó para darle un beso—Pásatelo muy bien ¿Vale?

—Vale tita. Nos vemos—Lola salió corriendo para reunirse con sus compañeros.

—Bueno, os dejo—se despidió de sus amigos y se llevó una mano a la cabeza.

—¿Estás bien?—Juanmi se interesó por su amiga.

—Sí, me duele un poco la cabeza. Ahora cuando llegue me tomaré algo.

—¿Seguro Álex?—insistió Noe.

—Que sí…no seáis pesados—le dio un beso a cada uno—Disfrutad familia.

Iba muy justa de hora para llegar al trabajo, así que se dio un poco más de prisa que de costumbre. La cabeza le iba a estallar, cuanto más lo pensaba, más le dolía, hasta que llegó un momento en el que ya no era dueña de sus movimientos y sintió un golpe enorme en su cuerpo.

No sabía qué estaba pasando, veía una luz que la deslumbraba, instantes después, todo se tornó oscuro y no supo más.

Cuando despertó, no sólo le dolía la cabeza, le dolía cada rincón de su cuerpo. Quería abrir los ojos, pero se sentía muy aturdida y sin saber cómo, se volvió a dormir.

La voz de una mujer, le hizo abrir los ojos lentamente. Miró al frente y sólo podía ver la pared blanca y un armario pequeño, no tenía ni idea de donde estaba. En el momento que quiso girar el cuello, vio las estrellas por el dolor.

—No se mueva, le va a doler—la dueña de la voz pertenecía a la doctora que la atendió—Me alegra que haya despertado.

—¿Dónde…estoy?—se sentía confusa y bastante mareada.

—Está en el hospital, pero no se preocupe, todo está bien—quiso tranquilizarla.

—¿En el hospital?—frunció el ceño y se hizo daño—¿Qué me pasa?

—Antes de que se lo cuente, responda a unas preguntas ¿De acuerdo?—la doctora encendió una luz para observar la reacción del único ojo que tenía abierto—¿Cómo se llama?

—Me llamo Álex ¿Qué pregunta es esa?

—Limítese a responder, Álex—la reprendió—¿Cuántos años tiene? ¿De dónde es?

—Tengo veintiocho y soy de Coria del Río—respondió pacientemente.

—¿Qué día es hoy?

—Domingo… Oiga, deje de preguntarme cosas absurdas y dígame ¿Qué me pasó?

—No son preguntas absurdas, tengo que saber si tiene alguna secuela cerebral después del accidente. Se golpeó la cabeza muy fuerte y perdió el sentido—le explicó.

—¿Accidente? ¿He tenido un accidente?

—¿No lo recuerda?

—No, para nada—al querer mover el brazo izquierdo se dio cuenta que lo tenía inmovilizado y también le dolía horrores.

—¿Qué es lo último que recuerda?

—Me fui del sitio donde mi sobrina juega al fútbol para irme al trabajo. Iba a llegar tarde y…a lo mejor corrí más de la cuenta. No sé qué pasó después.

—¿Se encontraba bien?

—Me dolía un poco la cabeza, pero eso es muy normal en mí, suelo padecer de migrañas.

—Muy bien. Pues Álex, ha tenido un accidente de coche y debido a la velocidad a la que iba, se golpeó muy fuerte contra el airbag y después contra el cristal de la puerta. Tiene una contusión bastante importante en la cabeza y en la parte izquierda de la cara, por eso no puede abrir ese ojo. Una luxación en la clavícula del mismo lado y un latigazo cervical, por eso lleva collarín—la joven se quedó pálida al escuchar todo aquello—Ha tenido muchísima suerte, podría haber sido mucho peor.

—¿De verdad me ha pasado todo eso? Suena tan…irreal.

—Tiene que avisar a alguien para que venga a quedarse con usted. Si nos facilita el contacto, nosotros nos encargamos de llamar.

—No tengo a nadie… Quiero decir, mis amigos tienen hijos, familia…ya sabe. Yo estoy bien, no necesito compañía.

—¿Está segura?

—Claro. Es una tontería asustarlos por nada—trató de convencerla.

—No es una tontería… ¿De verdad no se lo va a decir a nadie?

—No… ¿Cuándo podré irme a mi casa?

—Al menos tiene que quedarse un par de días—le informó.

—¿Cómo que un par de días? No puedo quedarme tanto tiempo, tengo una vida ¿Sabe?

—Es el protocolo señorita. Los golpes en la cabeza de este calibre, necesitan estar en observación para evitar una complicación en el futuro. Se queda aquí, eso no está en discusión. Tengo pacientes que atender, vendré después para ver cómo sigue.



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En el texto hay: redención, drama, amor

Editado: 21.09.2025

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