El camino hasta Coria fue silencioso y doloroso para Álex, pero eso no era culpa de René, la carretera era una porquería llena de baches.
Quiso ir lo más despacio que pudo, veía sus muecas de dolor, aunque ella no se quejó ni una sola vez.
Cuando llegaron, René la ayudó a salir del coche, estaba muy mareada y no pudo negarse. Al sentir el contacto de su brazo fuerte alrededor de su cintura, se le erizó la piel. Alzó la mirada levemente buscando la suya, pero no la encontró. Jamás había sido tan frío e indiferente con ella…
Quizás había conseguido su propósito y estaba empezando a desenamorarse poco a poco. Pensar en ello la entristecía, pero sabía que era el camino correcto que René debía seguir por su bien.
—¿Dónde preferís quedarte, en la sala o en tu habitación?
—Aquí—tuvo que romper su silencio ya que no le estaba sirviendo para nada—No quiero que te quedes a dormir en mi casa.
—¿Por qué?
—Porque no. Ya me he dado cuenta que de momento, no puedo hacer casi nada sola, no soy tonta, necesito ayuda. Pero una vez me vaya a dormir, tú aquí no pintas nada.
—No estoy de acuerdo—se quejó.
—No esperaba que lo estuvieras, pero es lo que hay. Al igual que también te digo que puedes abortar misión e irte cuando quieras.
—Eso no va a pasar, me vas a tener que ver la cara, quieras o no ¿Tanto miedo me tenés que no querés que me quede a dormir?
—¿Miedo de ti? Para nada. Eres tú el que debería temerme a mí.
—Acepto, no me quedaré hasta que vos me lo pidas—necesitaba relajar el ambiente y tampoco estaba diciendo ninguna mentira.
—¡Ja, ni lo sueñes!
—De hecho, la que lo soñó fuiste vos…—la cara de Álex era un poema.
—¡Eso no es verdad!
—Claro que sí, vos me dijiste la noche de la boda de Toni y Bea. Andabas medio dormida y me contaste ¿Acaso mentiste?
—Una persona medio dormida y alcoholizada puede decir cualquier cosa—se defendió sabiendo que era cierto, aunque no recordara haberlo hecho—¿No tienes nada que hacer? Una cosa es que tengas que ser mi niñera y otra es tenerte pegado todo el santo día.
—Eso no es un problema para mí—ella lo fulminó con la mirada—Ya, ya sé. Iré a ver qué consigo porque de algo tenemos que alimentarnos y yo ando peleado con la cocina.
—Pues mira, ahora que tienes tiempo libre, podrías aprender—le sugirió.
—Podría ser… No me hace mucha ilusión, pero igual lo intento. Gracias por el consejo, voy a ver que averiguo. Quédate acá quieta, por favor te lo pido.
—Lo intentaré—una sonrisa malévola se dibujó en sus labios.
René no conocía mucho de ese lugar, pero ya había visto un par de sitios donde ofrecían menús caseros para llevar. Le hubiera gustado conseguir algo mejor para Álex, quizá algo hecho por el mismo, pero de momento no sería posible.
Cuando regresó, dejó todo en la cocina y estuvo buscando una bandeja o algo lo suficientemente rígido para llevarle la comida a Álex.
—¿Se puede saber por qué estás poniendo mi cocina patas arriba?—había llegado con dificultad hasta allí, para terminar apoyada en una silla.
—¿No te dije que te quedaras quieta?—la ayudó a sentarse.
—Estaba escuchando jaleo y eso me pone de los nervios, por eso vine—la muchacha respiró hondo y se llevó una agradable sorpresa—Huele muy bien…ojalá no sea sopa.
—No es sopa, al menos no hoy—René sacó todo y lo dispuso todo sobre la mesa de la cocina para los dos.
—Gracias—dijo tímidamente Álex.
—¿Dijiste algo?—lo había escuchado perfectamente, sólo quería tomarle el pelo.
—Todo esto me está costando una barbaridad, estaría bien un poquito de empatía por tu parte.
—No debería suponer un esfuerzo para vos dejarte cuidar, al contrario, tenés que tomarlo como algo normal. Siempre sos vos la que cuida a todo el mundo, ahora las cosas cambiaron. Además, sólo será por un tiempo, en cuanto te repongas, volverás a ser vos misma…
—¿Y eso es malo?
—No. Yo amo como sos, aunque a veces me den ganas de mandarte al carajo por terca. Sos una persona increíble Álex, aunque sé que no lo creés y tomás algunas decisiones equivocadas sólo porque pensás cosas que nadie más ve a parte de vos… Y no me refiero a lo que te pasa conmigo y no querés decir…—ella apartó sus ojos de los suyos—También con tus amigos, tus sobrinos, con todo. Me gustaría que pudieras verte con otros ojos que no fueran los tuyos para que te convenzas de lo que te estoy diciendo.
—Tú lo dices porque…no puedes ser objetivo conmigo—no se atrevía a decirlo en voz alta.
—Decilo sin miedo, porque estoy enamorado de vos… Si por mí fuera, lo gritaría al mundo entero, no me avergüenzan mis sentimientos porque no tienen nada de malo.
—Lo sé…—susurró mientras jugueteaba con un trozo de tomate en su plato—Pero tienes que olvidarte de eso, te lo estoy diciendo de corazón.
—Decime una sola razón de por qué debería hacerlo—la vio con los ojos fijos en su plato mientras se mordía el labio.