La redención de un alma #2 (2025)

CAPÍTULO 30

Pasaron unos cuantos días en los que instauraron una especie de rutina entre los dos. René llegaba temprano, preparaba el desayuno y subía por Álex para llevarla a la cocina. Discutían por cualquier tontería, después él decía algún disparate para relajar el ambiente y ella gruñía. Comían juntos y a continuación, Álex se iba a descansar y René se quedaba por la casa. Y ya por la noche, él le subía la cena e intentaba coquetear descaradamente con la joven, ya ni disimulaba.

Una tarde, Noe, Juanmi y los niños, fueron a su casa para verla. Al principio Lola se asustó al verle la cara de distintos colores e inflamada, y la pequeña no quiso separarse de Álex en toda la tarde.

Antes de que se fueran, le pidió a Noe que la ayudara a asearse en condiciones y a lavarse el pelo que lo tenía hecho un desastre. Cuando salieron del baño, René pidió cena para todos, sabía que Álex echaba de menos a sus amigos y él vivía para complacerla. Aunque de haber sabido que ella le pediría a su amigo que la llevara a su habitación en lugar de él, no habría hecho nada.

—Mañana paso por vos temprano para llevarte a tu revisión—le recordó.

—Por fin voy a salir de aquí. Nunca me había alegrado tanto de ir al médico, quién me ha visto y quién me ve.

—Tita, ponte buena pronto ¿Vale? Queda poco para el cumpleaños de mi hermano y mío—ambos cumplían en julio.

—Por supuesto, no me lo perdería por nada del mundo. Ahora, todo el mundo fuera—bromeó—Buenas noches.

Todos se despidieron de ella y salieron a la calle.

—Sé que lo haces de corazón, pero te doy las gracias por cuidar de ella René—Noe lo abrazó con cariño.

—Lo hago con gusto. En cierta forma, es divertido hacerla enojar de vez en cuando…

—No te rindas—intervino Juanmi—Sé que es una mujer difícil y aunque ella no lo quiera reconocer, le estás dando la vida, se le nota. Sabía que no me equivocaba contigo—le palmeó la espalda de forma amistosa.

—No me agradezcan. Estoy justo donde quiero estar, con ella. Lo difícil será qué voy a inventar cuando ya no me necesite.

—Seguro que algo se te ocurrirá. Buenas noches René.

—Buenas noches amigos—los vio irse y él se quedó observando la ventana de su habitación e instantes después, la luz se apagó, y llegó el momento de irse a casa.

Al día siguiente al abrir la puerta y entrar a la cocina se llevó una sorpresa inesperada.

—¿Cómo llegaste hasta acá?

—Emm ¿Andando?—se burló.

—Sí, ya imagino que no podés levitar ni volar. No debiste hacerlo sola Álex, pudo haberte pasado algo—tuvo que reprimirse y guardarse lo que realmente pensaba para no discutir de buena mañana.

—Ya no siento tanto mareo, he bajado muy poco a poco y aquí estoy. Necesito recuperar algo de autonomía o me voy a volver loca.

—Insisto en que no debiste, pero ya no tiene remedio—le alegraba que se estuviera recuperando, aunque eso significara que sus días allí estaban contados.

Al llegar al hospital, la atendieron enseguida. Lo primero era volver a extraer sangre para un nuevo análisis, debían comprobar si el tratamiento estaba funcionando. Después pasaron a ver al traumatólogo para ver cómo iban evolucionando sus lesiones.

—Le tengo una buena noticia… Podrá deshacerse del collarín, la inflamación ha cedido, aunque puede que aún sienta molestia.

—Es la mejor noticia que me han dado en mucho tiempo—ella lo miró y René vio en sus ojos un brillo que hacía mucho no estaba allí.

—En cuanto al hombro, va muy bien, pero aún es mejor que repose. Le recomiendo buscar un buen fisioterapeuta para que le ayude a hacer algunos ejercicios y así facilitar el movimiento de la zona afectada.

—¿Es indispensable?—preguntó dudosa, los fisios eran caros e iba bastante corta de presupuesto.

—No, pero sí muy recomendable.

—Irá a ver a un fisioterapeuta, no se preocupe—intervino René.

—Estupendo, pues por mi parte, no tengo más que añadir. Nos vemos en la siguiente cita.

—Muchas gracias—Álex se despidió y René salió tras ella.

—Dale, soltalo ya. Cuanto antes te enojes, antes nos iremos—él ya sabía cómo funcionaba Álex.

—Y si sabes que me molesta ¿Por qué sigues haciéndolo?—preguntó resignada.

—Ya te dije que vos no tenés ni voz ni voto en todo esto ¿Te acordás?

—Oh, claro, por supuesto ¡La dictadura manda!

—Qué bueno que entendiste al fin. Y ahora, vayamos a desayunar, y por si tenés dudas, sí, es una orden.

La joven bufó, pero René tenía razón, tenía que desayunar para no descompensarse ahora que ya se sentía mejor. Durante el desayuno, prefirió concentrarse en su vaso de leche y en su tostada de aceite, tomate y jamón, antes que entablar conversación con René.

—¿Me estás escuchando?

—Ajá—le dio un mordisco a su tostada.

—Te dije que ya te conseguí un buen fisio para que te ayude.

—Muy bien.



#2169 en Novela romántica
#78 en Joven Adulto

En el texto hay: redención, drama, amor

Editado: 21.09.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.