Ese mensaje fue lo último que supo de él, y de eso hacía un mes ya. Una parte de ella estaba aliviada porque parecía que no iba a ser necesario quedar con René para que la dejara en paz. Pero la otra, aún albergaba la esperanza de verlo algún día en la puerta de su casa yendo a buscarla.
Hacía un par de semanas que había vuelto al trabajo, y como no tenía coche, tardaba muchísimo en ir y volver en transporte público. Esa mañana se había ido a la cama casi a las nueve de la mañana, estaba muerta, pero afortunadamente ese día y el siguiente los tenía libres, se los había pedido para poder quedar con sus amigos por su cumpleaños.
Cayó fulminada sobre la almohada y se durmió inmediatamente. Un ruido cansino logró sacarla del sueño más profundo. Miró el móvil, eran tan sólo las doce de la mañana, y el sonido que escuchaba, era alguien llamando a su puerta muy insistentemente.
Se levantó de la cama refunfuñando y bajó las escaleras perezosamente mientras bostezaba. Se aproximó hasta la puerta sin ni siquiera mirar quién era, cosa de la que se arrepentiría nada más abrir.
—Buen día—un despejado René la saludaba mientras ella aún no había conectado el cerebro a su cuerpo—No me digas que te desperté…—entró a la casa sin preguntar.
—¿A ti qué te parece?—gruñó mientras intentaba ahogar un bostezo.
—¿Fiestecita?—bromeó.
—Trabajo ¿Sabes lo que es? He dormido un total de tres horas hoy.
—No sabía que ya habías vuelto—a lo mejor debía haberse informado mejor para dejarla descansar—No era mi intención interrumpir tu descanso.
—¿A qué vienes?—preguntó mientras se restregaba un ojo con la mano.
—A cumplir con lo que quedamos ¿Te acordás?
—Ah, era eso. Pensaba que ya te habías dado por vencido.
—Nunca podría hacerlo, así que subí a cambiarte, yo acá te espero.
—¿A dónde vamos? Pregunto para saber qué ponerme.
—Cómoda, normal, como siempre. Y llévate un cambio de ropa por lo que pueda pasar.
—Pero ¿Cuánto tiempo voy a estar fuera?—quiso saber.
—Esta misma noche estás de regreso, no te preocupes. Para mañana podrás festejar tu cumpleaños con tu gente—«Entre la que yo ya no estaré» se dijo a sí mismo—Andá a cambiarte antes de que se nos haga tarde—Álex le hizo caso y subió a su habitación a darse una ducha y a vestirse.
Cuando ella le abrió la puerta con los ojos medio entornados, el cabello revuelto y totalmente adormilada, parecía que estaba viendo el mismo cielo. Posiblemente si compartiera esa reflexión con alguien más, lo tacharían de demente.
Ese día iba a ser el último que la buscara, después si sus caminos se volvían a cruzar, sería porque el destino así lo quisiera. Le dolía en el alma que aquello que ambos sentían, nunca se fuera a dar. Pero René entendió que no podía dejarse pisotear de esa forma, ya se había arrastrado de más, él también tenía dignidad.
Poco después Álex bajó, lista para ir donde él quisiera llevarla. No tenía ni idea de qué pasaría ese día, sólo sabía que sería el último junto a René, y una especie de desazón se instaló en su pecho, a sabiendas que eso ocurría únicamente por su culpa.
—Ya estoy—lo sorprendió porque no la había hecho ruido al bajar—¿Me vas a decir ya dónde vamos?
—Es una sorpresa—sonrió levemente—Lo único que te puedo decir es que está un poquito lejos, tenés que ser paciente ¿Ok? Y otra cosa importante, los rencores, los reproches, los temores y la vergüenza, se quedan acá. Ya las recogerás cuando regreses.
—Está bien—se sentía expectante por lo que pudiera ocurrir a lo largo del día. Intentaría disfrutar de todo lo que René le pudiera ofrecer, para poder atesorarlo después.
—Ahora sí, ya podemos irnos—salieron de la casa y rápidamente se subieron al coche—Una cosa más—sacó del compartimento central un antifaz—Tenés que ponerte esto, si no, la sorpresa deja de ser sorpresa ¿Entendés?
—No sabía que esto era un secuestro—se mofó.
—Ojalá lo fuera… Tenés que ponértelo cuando salgamos a la carretera. Podés dormirte en lo que llegamos, lo necesitás.
Álex le hizo caso, en cuanto pisaron la carretera se lo puso y se quedó dormida durante todo el trayecto. Cuando llegaron a su destino a René le tocó despertarla.
—Álex, ya llegamos…—le susurró al oído. Sonrió al verla removerse y tratar de despertar.
—¿Ya…? Ha sido rápido—se estiró todo lo que pudo para desentumecer sus músculos.
—Rapidísimo, sólo toma hora y media desde donde salimos.
—¿Pero dónde me has traído?—quiso quitarse el antifaz, pero René se lo impidió.
—Aún no podés ver nada—se lo recolocó rozando accidentalmente su rostro.
—Cada vez me da más curiosidad tanto misterio—lo escuchó bajarse del coche, sacar algo del maletero y abrir su puerta.
—Vamos, te ayudo—con cuidado, la muchacha salió del coche—Tengo que guiarte para que no te vayas a caer ¿Ok?—pasó un brazo por su espalda a la altura de su cintura—¿Preparada?
—Sí—respondió tímidamente. El contacto de su cuerpo con el de René, la estremeció como siempre ¿Algún día podría acostumbrarse a que la tocara o simplemente la rozara?