—Álex, yo…—René trató de disculparse, pero ella lo interrumpió.
—Como tú mismo has dicho antes, lo que pase aquí, se queda aquí. Así que esto que ha ocurrido hace un momento, jamás llegara a tierra firme ¿Vale?
Se soltó de él poco a poco, y cuando se sintió segura, luchó contra sus sentimientos, sus lágrimas y el propio mar para llegar sola a la orilla.
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Vio tristeza y algo de vergüenza en sus ojos al alejarse de él. La comprendía perfectamente, pues René sentía exactamente lo mismo. No la había llevado allí para eso, sólo quería hacerla feliz llevándola por primera vez a ver el mar. Tampoco podía decir que estaba arrepentido, lo que había pasado hacía sólo unos minutos, era un preludio de lo que Álex y él podían llegar a ser si tuvieran la oportunidad. Prefirió dejar de pensar en eso o no podría salir del agua en un buen rato.
Desde donde estaba, podía verla sentada en la toalla con las rodillas flexionadas contra su pecho mientras hundía la cabeza entre ellas y sus brazos. Ella sí se arrepentía, estaba bastante claro. Álex se sentiría culpable por creer que, lo que acababan de hacer, le daba algún tipo de esperanza a René, cosa que no era así. El muchacho sabía que eso era una despedida de algo que nunca tuvo la oportunidad de nacer.
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Estaba perdida en lo más profundo de sus pensamientos, cuando su teléfono sonó. Era Bea, pero en ese momento estaba tan frágil de mente, que no quiso responder.
Álex tenía dos opciones. La primera era pedirle a René volver a Sevilla inmediatamente y terminar ahí su último día, o hacer como si nada hubiera pasado y seguir allí con él. Las dos parecían buenas opciones, pero no quería que todo acabase tan rápido. Ya tendría vida por delante para añorarlo cada día.
Estaba tan ensimismada en sus pensamientos que no notó su presencia hasta que se sentó junto a ella.
—¿Qué querés hacer? Cualquier cosa que decidas, la respetaré… Sos libre de elegir.
—Sigamos como hasta ahora, con lo que sea que hayas planeado—le hizo saber.
—¿Cómo sabés que tengo algo planeado?—sus ojos se volvieron a encontrar.
—Porque te conozco, tú siempre tienes un plan para todo, no dejas mucho a la improvisación—sonrió tímidamente, pero cuando se dio cuenta que él también lo hacía, se puso de pie. No podía volver a caer en la tentación—Aunque creo que deberíamos empezar por cambiarnos de ropa.
—Tenés toda la razón—él también se levantó—Vamos.
Durante su camino hacia los baños de la playa, no hablaron demasiado, sólo lo justo para romper la tensión que había entre ellos desde el incidente acontecido en el mar.
René respiró aliviado cuando Álex no le había dicho nada de volver a casa, y eso lo sorprendió gratamente.
Después de cambiarse, volvieron al coche y partieron al restaurante con vistas al mar, en el cual el joven había hecho una reserva previamente. El lugar era enorme, el aroma marino lo inundaba todo, y a pesar de contar con muchos comensales, se estaba muy tranquilo.
Pidieron para comer pescados y mariscos propios de la zona porque dudaban mucho que volvieran a tener la ocasión de consumir algo más fresco que eso.
A lo largo de la comida, hablaron de diversos temas, como las vistas que los rodeaban, lo que estaban comiendo o de las personas más pintorescas que había por allí. Decidieron no tocar ningún tema personal para no terminar de arruinar aquel día tan agradable.
En el momento que trajeron los postres, René sacó una vela de su bolsillo y la clavó en la tarta de chocolate que Álex había pedido.
—René ¿Qué haces?—preguntó con una sonrisa dibujada en sus labios.
—Festejar a la cumpleañera—respondió mientras encendía la vela—¡Felices veintitodos Álex!
—Muchas gracias… Ahora mismo, no sé qué decir…—se mordió el labio por los nervios.
—Dejá de morderte el labio o no respondo…—le susurró al oído y ella supo que iba en serio—Dale, pedí un deseo, apagá la velita, ya sabés cómo funciona esto—la animó.
Procuró olvidar la cálida sensación que la invadió cuando René le susurró al oído y sopló la vela, aunque no pidió ningún deseo porque el que realmente anhelaba, jamás podría hacerse realidad.
—Ya sé que me repito, pero, gracias por esto… Por traerme aquí, organizar este maravilloso día, por…todo. No era necesario que te esforzaras tanto sólo por mí.
—Cuando se trata de vos, no supone ningún esfuerzo para mí—tomó una de las manos de Álex para llevársela a los labios—Me alegra saber que al menos te gustó la sorpresa—depositó la mano sobre la mesa—Pero aún hay algo más—abrió la mochila y sacó una cajita—Podés quedarte tranquila, no es un anillo, ni nada que te comprometa conmigo—se lo entregó, pero ella no podía dejar de mirarlo con gesto contrariado.
Rasgó el papel poco a poco, estaba bastante nerviosa a pesar de que él le había asegurado que no era nada comprometido. Cuando abrió la cajita encontró una pulsera de oro blanco cuyo único adorno era una nota musical conformada con diamantes minúsculos. Le recordaba mucho a su alianza matrimonial, la cual llevaba René al cuello desde su divorcio.
—Esto es…demasiado—la sostuvo entre sus dedos y finalmente la soltó—No puedo aceptarlo, es…