La redención de un alma #2 (2025)

CAPÍTULO 37

Los días seguían pasando, Álex permanecía en el hospital acompañando a su madre que poco a poco se estaba apagando. En ese tiempo, si sus amigos ni sus sobrinos la dejaron sola, Álex se sentía muy agradecida con ellos, aún sin merecerlo, se estaban portando muy bien con ella y con su madre.

Una madrugada, el intermitente pitido que indicaba que el corazón de la mujer seguía latiendo, se tornó continuo. Álex salió al pasillo a buscar a alguien que pudiera ayudarla, pero no pudieron hacer nada.

—Lo siento muchísimo, su madre acaba de fallecer—el médico le dio una palmadita en el hombro como consuelo—Pronto vendrán a prepararla, usted debe encargarse del resto. Mis más sinceras condolencias—el hombre salió de la habitación para dejarla sola.

Álex se acercó hasta la cama y contempló el cadáver de su madre, la besó en la frente y tomó una mano entre las suyas. No era capaz de llorar por ella, estaba totalmente bloqueada y tampoco sabía bien qué debía hacer a partir de ese momento. Se sacó el móvil del bolsillo y llamó a Juanmi a pesar de estar en plena madrugada.

—Juanmi…—no reconocía su propia voz cuando habló—Mi madre…acaba de irse y…no sabía a quién llamar… Perdóname por molestarte a estas horas.

—Pelirroja, lo siento muchísimo…—al muchacho se le saltaron las lágrimas, conocía a Gloria desde que era pequeño y la quería mucho—Has hecho muy bien en llamarnos.

—Yo…no sé bien que hay que hacer con ella, ni…nada.

—No te preocupes voy enseguida ¿Vale?—la joven colgó el teléfono—No sé qué va a pasar ahora Noe, la he notado muy rara, parece demasiado tranquila...y eso me asusta.

—Deja que vaya yo a ayudarla—se ofreció—Lo tengo aún bastante fresco… Tú quédate con los niños, y cuando dejes a Lola en el colegio, llámame.

—¿Estás segura?

—Sí… Si alguien puede comprender a Álex en un momento así, esa soy yo. Voy a cambiarme.

El padre de Noe había muerto hacía más de un año. Por el disgusto que se llevó, su embarazo peligró y desencadenó todo lo demás.

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Álex permanecía aún en la habitación, su madre ya no estaba conectada a ninguna máquina, todo permanecía en silencio y estaban esperando a que ella decidiera qué hacer con el cuerpo. Tenía que informar a su hermana, aunque no creía que le importase mucho, pero al menos no podría echarle en cara que no la hubiera avisado.

—Pipe, soy yo—llamó a su sobrino—Ya sé que no son horas, pero… Mi madre ha muerto hace un rato y…Cristina tiene que saberlo.

—¿Qué? Lo siento muchísimo Álex, enseguida voy para allá.

—No, no vengas porque no sé cuánto más podremos estar aquí. Por favor, díselo a tu madre—colgó antes de que su sobrino dijera algo más.

Noe llegó poco después y se hizo cargo de todo, Álex le había dado su consentimiento para que hiciera lo necesario, confiaba en ella al cien por cien.

Cuando se llevaron el cuerpo de Gloria al tanatorio, ella volvió a su casa. Era la primera vez que cruzaba aquella puerta con la certeza de estar sola en el mundo y nada podía hacer para cambiarlo. Subió a darse una ducha y a cambiarse de ropa para después irse al velatorio de su madre.

La noticia de la muerte de Gloria corrió como la pólvora. Los amigos más allegados, vecinos de toda la vida y algunos conocidos, acudieron al tanatorio para presentar sus respetos.

Álex veía pasar a la gente ante ella, le dedicaban unas palabras de apoyo, la abrazaban, pero era incapaz de decir nada. Para ella, aquello no parecía real, no lo sentía real por alguna razón que desconocía. Estaba muy saturada, sus amigos la llevaban de un lado para otro, y ella simplemente, se dejaba hacer.

Estaba sentada en el sillón junto a la vitrina donde estaba el féretro de la difunta, cuando escuchó sollozos bastantes escandalosos de alguien que acababa de llegar a la sala.

—¡Ay mamá! ¿Por qué tuviste que irte tan pronto?—Cristina apareció allí vestida de riguroso luto, haciéndose la sufrida cuando todos los allí presentes eran conocedores de su verdadera relación con su madre.

Hizo el intento de acercarse a su hermana, pero Álex no quería saber nada y prefirió salir fuera, se negaba a seguir viendo el espectáculo de Cristina.

—Mi madre no tiene vergüenza ni la conoce. Lo siento Álex, estoy muy avergonzado contigo—ella negó con la cabeza y palmeó su mano.

—No eres el único que se siente así—añadió David—¡Qué ridícula es la pobre!

Los dos hermanos siguieron hablando, pero Álex no se enteraba de nada. Era como si una neblina hubiera cubierto su cerebro impidiéndole pensar.

Durante el resto de la mañana y toda la tarde, el tanatorio estuvo lleno de gente y ella decidió ocultarse lejos del bullicio. Prefirió dejarle a Cristina el papel de hija doliente. Al caer la noche, sólo se quedaron con ella Juanmi, Bea y sus sobrinos, y en el lado opuesto, Cristina y Bruno, que estaba igual de incómodo que el resto con la actitud de su esposa.

—Aquí sigue sobrando gente ¿No creéis?—comentó Juanmi lo suficientemente alto como para que todos pudieran escucharlo.

—Coincido contigo, tú y la rubia, no sois de la familia, no sé qué pintáis aquí, la verdad—respondió Cristina soberbia—Y vosotros—les dijo a sus hijos—Deberíais estar conmigo, consolándome y no con esa mujer que apenas conocéis.



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En el texto hay: redención, drama, amor

Editado: 21.09.2025

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