La redención de un alma #2 (2025)

CAPÍTULO 40

Cuando consiguió calmarse, eran casi las once de la noche. Por alguna razón, se sentía mejor dentro de la pena que aún tenía. Era como sí los brazos de René fueran todo lo que ella necesitaba, y en parte así era.

—Siento mucho que hayas tenido que ver esto…—Álex se separó de él y se puso de pie—Te he dejado la camisa hecha una pena—señaló con el dedo.

—Esto se lava y ya ¿Te sentís mejor?—él también se levantó del suelo.

—Sí… Y también bastante avergonzada, pero eso ya no tiene remedio.

—No te tenés que avergonzar por mostrar tus sentimientos. Al fin conseguiste hacerlo y eso es algo bueno—le acarició la mejilla ligeramente.

—Desde que ella murió, había sido incapaz de llorar hasta hoy, no sé por qué. No podía por más triste que estuviera.

—Ahora ya pudiste llorarla, quizás antes no pudiste porque estabas tratando de aceptarlo. No por no haberlo hecho en ese momento, significa que no lo sintieras.

—No sé, puede que tengas razón…—bajó la mirada hasta sus pies para después volverla a alzar hasta encontrarse con sus ojos—Me has ayudado mucho René, de verdad. Pero es bastante tarde, debes estar cansado.

—¿Otra vez queriéndome sacar de tu casa?—sonrió—Ya te dije que acá me quedo, con tu autorización o sin ella.

—Está bien, quédate—fue hacia su armario y sacó algo—Pero cámbiate y lava esa camisa, me da asco hasta a mí—le entregó su camiseta, la que le regalaron en aquel partido—Es lo único que tengo de tu talla, mi fondo de armario no es tan largo como el tuyo.

—Agradezco el gesto—y sin molestarse en irse a otra parte, se cambió ahí mismo—Aunque no parezca, la extraño—pasó la mano por encima del escudo bordado del equipo.

—Ve a lavar eso, ya sabes dónde está todo. Y si tienes hambre, no sé si quedará por ahí algo…

—¿Cuánto tiempo hace que no comés?—podía imaginarse perfectamente la respuesta, pero quería cerciorarse.

—Desde que Juanmi me obligó la noche del funeral… Ya sé que está mal, pero es no tengo hambre, de verdad.

—No podés seguir así—se cruzó de brazos y la miró con gesto serio—¿Querés volver a enfermar?

—Ahora mismo, me da igual lo que pase conmigo…—se sentó en la cama y apoyó la espalda sobre el cabecero—¿Me puedes dejar sola…por favor?

—Pero sólo un rato—obedeció y salió de la habitación.

Esa noche Álex había dado un gran paso en el proceso de su duelo. Llorar la muerte de su madre, era el primero de muchos. Era bastante evidente que estaba muy deprimida, perder a Gloria había sido un golpe enorme para ella que aún no era capaz de asimilar. Todo eso unido a que nadie estaba respetando su decisión de pasar esos días en soledad, era lo que la hacía actuar así.

René lavó a mano su camisa y la tendió en el patio, eran mediados de octubre y aún no había llegado el frío, así que no tardaría en secarse. Abrió el frigorífico de Álex y prácticamente no tenía nada. Entonces recordó que hacía semanas que no estaba en su casa, y cuando volvió, lo último en lo que pensó era en llenar la despensa.

René encontró unas galletas rellenas de chocolate, vio su fecha de caducidad y se alegró, aún podían comerlas. Cuando regresó con ella, la encontró en el mismo sitio donde la había dejado, la pilló limpiándose las lágrimas y Álex quiso disimular.

—Ha sido un rato muy corto…—se quejó.

—Claro que sí. Te tengo dos noticias—se sentó a su lado—La mala es que hay que hacer mercado, no tenés casi nada. Y la buena es, que encontré estas galletitas para comer—le ofreció el paquete—Toma una.

—Ya te he dicho que no tengo hambre…

—Es una galletita nada más, eso se come sin hambre. Dale, cómete una… Si no lo hacés, me vas a tener que escuchar insistirte toda la noche, y sabés que puedo ser muy pesado.

—Y yo muy insufrible—contraatacó inesperadamente—Pero ahora mismo no me siento con fuerzas para llevarte la contraria—sacó una galleta del paquete y se la llevó a la boca.

—No quiero que me lleves la contraria, quiero que hagas lo mejor para vos—él también se comió una—Y, por cierto, tengo algo que decirte, y no es una sugerencia, sólo para que sepas.

—¿Y ahora qué? No has dejado de dar órdenes desde que has llegado.

—Y las que te quedan, flaca—se le escapó sin querer y se aclaró la garganta—Mañana te vas a meter a bañar, te vas a cambiar esa ropa, y vas a salir de esta habitación, es todo lo que voy a pedir, de momento.

—¿Estás insinuando que tengo problemas de higiene?—los ojos de Álex brillaron por un momento al desafiarlo, y René sonrió por un instante, no todo estaba perdido con ella.

—¡Por supuesto que no! Pero me parece que esa ropa te la pusiste hace días, y un baño te va a venir bien para despejarte. Además, tenés que salir de esta habitación, es por tu bien. No te estoy pidiendo que salgas a la calle o que armes un festejo acá.

—Pero es que no tengo ganas de nada… Ni de salir de la cama.

—Ya sé, pero tenés que intentarlo ¿Ok?—rozó su mano con la de Álex, y ella sonrió muy levemente.

—No te lo puedo prometer René, pero trataré de hacerlo—se tumbó de medio lado mirando hacia él.



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En el texto hay: redención, drama, amor

Editado: 21.09.2025

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