Al despertarse, sintió una presión a la altura de la cintura, no era nada incómodo, pero sí bastante firme. Álex bajó la vista y vio como René la sujetaba con su brazo, entonces fue consciente que estaba justo detrás de ella, cerca, muy cerca.
Con mucho cuidado se soltó de su agarre y se dio la vuelta, él aún seguía dormido. Tenía el pelo revuelto y la expresión de su rostro era serena. Pasó sus dedos entre su oscuro cabello como llevaba deseando hacer desde hacía demasiado tiempo.
El calor que emanaba de su cuerpo traspasaba su ropa, al punto que ella también podía sentirlo. Si tuviera que elegir un lugar para quedarse a vivir para siempre, sería ese… Sólo necesitaba a René, su cuerpo, su calor, su sonrisa, sus palabras, su amor… Era todo lo que quería tener en su vida.
Recorrió sus cejas morenas para seguir bajando por sus mejillas cubiertas por su vello facial, era tan suave como el terciopelo. Por último, sus ojos se quedaron enganchados en la boca masculina, rosada, carnosa y como Álex bien sabía, exigente y muy caliente. Deseaba que la besara al menos una vez más, necesitaba esos labios sobre los suyos o sobre cualquier parte de su cuerpo.
No debería estar pensando en esas cosas, se suponía que estaba mal por lo de su madre, era una gran falta de respeto hacia ella. Apartó sus manos rápidamente de él y salió de la cama, sacó algo de ropa de su armario y se metió en el baño.
Después de una merecida ducha, bajó al salón, se sentó sobre la alfombra como era su costumbre y se puso los auriculares recordando la frase estelar de su padre «La música amansa a las fieras» Y Álex lo era, una fiera tratando de curar sus heridas, con música por supuesto.
━━━━━━✧❂✧━━━━━━
Cuando despertó, René se sorprendió al encontrarse solo en la cama. Su almohada estaba fría y él no pudo evitar aspirar su aroma y sonrió al hacerlo. Se cambió de ropa y bajó a buscarla.
—Buen día—esa voz rasposa y grave hizo que a Álex se le cortara la respiración.
—Buenos días. Parece que a alguien se le pegaron las sábanas hoy—le pasó el café para que se lo tomara.
—¿Me preparaste el desayuno?—no dejó de mirarla mientras bebía de su taza.
—Claro, a veces un princeso se merece que lo traten como tal ¿No?
—Muy cierto eso, gracias—la besó en la sien y después se sentó frente a ella—Hoy, si a vos te parece, prometo deleitarte con una de mis recetas culinarias más exitosas.
—Me parece muy bien, siento muchísima curiosidad por verlo.
—Empezaré con algo sencillito—miró las notas que había escrito en su móvil—¿Qué tal una milanesa o una empanadita de carne?
—Suena bien… ¿De verdad te sabes las recetas?
—Ojalá poder decir que sí…pero no, tengo todo anotado acá—le enseñó el teléfono.
—Ah, ya decía yo…
—Soy medio despistado y no quiero olvidarme de nada. Ojalá te guste—lo deseaba de todo corazón.
—Hagamos algo, tú te encargas de la comida y yo del postre ¿Hay trato?—extendió su mano esperando una respuesta.
—Hay trato—René estrechó su mano y se la llevó a los labios—Habrá que salir a comprar lo necesario. Vos decime qué necesitás y yo lo traigo.
Después de que René se fue a comprar, Álex se sentía más animada. Aquella mañana sólo había sido un aperitivo de lo que supondría vivir con él y era maravilloso. Aunque pronto se tendría que bajar de esa nube, eso nunca sería real, era mejor que lo tuviera claro.
━━━━━━✧❂✧━━━━━━
—Esto está muy bueno René—probó la empanada de carne y el resultado era más que satisfactorio.
—¿En serio lo pensás?—había estado nervioso porque Álex no había dejado de mirarlo mientras cocinaba.
—Claro que sí, créeme que si estuviera malo, no me lo comería.
—Te agradezco la sinceridad…—se sonrojó ligeramente.
—¿No me digas que el gran René de Luca se ha puesto rojo?—se mofó de él.
—Eh… ¿Qué pasó? Yo también tengo mi corazoncito y mis cosas…—la miró sin dejar de sonreír.
—Ya lo sé hombre, simplemente me ha sorprendido. Como siempre dices que no tienes vergüenza por nada…
—Y no la tengo. Pero con vos las cosas siempre son distintas, no sos como el resto de la gente para mí—le dedicó la más dulce de las miradas haciendo que ahora fuera Álex la que se ruborizara.
—Bueno, lo que sea…—se aclaró la garganta—Probemos ahora la tarta de queso, puede que aún le falte un poco de frío, te lo advierto.
—No puedo esperar. Es mi postre favorito y encima vos lo hiciste, me va a gustar esté como esté, seguro.
Desde aquel día, René y Álex hablaban, reían y se trataban como si fueran amigos de toda la vida, pero por las noches, siempre terminaban el uno en los brazos del otro, aunque eso prefirieron omitirlo de sus conversaciones para no sentirse incómodos.
Estaba claro que esos dos estaban muy enamorados por más que se trataran con cordialidad, y ambos sabían que iban a pasarlo mal en el momento que tuvieran que separarse.
Con el paso de los días, Álex ya se encontraba de mejor ánimo, aunque a veces le dieran bajones puntuales y ahí estaba René como siempre para escucharla y consolarla.