La redención de un alma #2 (2025)

CAPÍTULO 47

El camino hacia el coche fue tenso y silencioso. René no sabía qué decirle para hacerla sentir mejor ante una verdad que acababa de destrozarle la vida a Álex. La vio abrir el coche, tenía intención de subir al asiento del conductor, pero él se lo impidió.

—No vas a manejar en el estado en el que estás—le quitó las llaves de la mano.

—Necesito estar sola René…—otra vez había vuelto esa mirada vacía que hacía semanas se había disipado.

—Lo siento, pero no. Yo me quedo con vos, en las buenas y en las malas—volvió su cara para hacer que lo mirara—Decime donde querés ir y yo te llevo.

—Ni siquiera sé dónde quiero ir…—se alejó de él y subió al asiento del copiloto.

—¿Querés ir para tu casa?

—No…—respondió entre lágrimas—Pero tampoco quiero quedarme aquí… Vámonos por favor.

René arrancó el coche y condujo durante un rato esperando que Álex le indicara algún lugar en concreto, pero no lo hizo. Así que recordó un sitio donde ella lo había llevado años atrás.

La muchacha reconoció el camino al mirador que ella misma le descubrió y se lo agradeció con el alma. No quería ir ni a su casa, ni a la de nadie, encerrarse sería mucho peor. Cuando llegaron, fue la primera en bajarse del coche, se acercó hasta la valla del mirador y contempló toda la ciudad. Aunque fuera de día, la estampa era igual de idílica que la nocturna.

René la imitó y se quedó a su lado. Estaba enfadado consigo mismo por no hallar una forma de llegar hasta Álex y por lo mal que se había portado el destino con ella. Ya había pasado por mucho en la vida, otro revés era totalmente innecesario.

—Te lo dije…yo tenía razón…—eran las primeras palabras que había pronunciado en mucho rato.

—¿En qué?—pasó un brazo alrededor de su cintura.

—Las cosas me estaban yendo demasiado bien, y mira, de repente…esto. Simplemente estoy destinada a ser una desgraciada siempre… Nunca voy a tener una vida feliz y tranquila…

—No tenés la culpa, te tuvieron engañada toda tu vida, ellos son los culpables. No podés ser tan dura con vos misma.

—¿Qué más da de quién sea la culpa? Ya ni siquiera sé quién soy, ni de dónde vengo… Ahora, todo lo malo que me ha hecho Cristina…es mucho peor—se aferró a la valla con rabia—Si como hermana ya era cuestionable, como madre es…horrible—caminó unos metros con las manos en la cabeza—Aún no puedo creer que sea mi madre… Que yo…haya salido de ella…—se abrazó a sí misma—No puedo, ni quiero pensar en eso…

—Entonces simplemente, no lo hagas… Hacé como hasta ahora, olvídate de esa mujer. Vos tuviste una mamá y un papá que te amaron, y que te siguen amando más allá de la muerte. Quédate con eso, Álex, es lo que debe importarte, elimina a esa mujer de tu vida—Álex buscó sus brazos para desahogarse—Pase lo que pase, yo estaré acá siempre que lo necesites, mi amor… Nunca lo dudes.

—Lo sé… Pero no quiero que siempre te toque a ti lidiar conmigo, con todas las cosas que me pasan. Me siento tan culpable por meterte en todo esto…

—Si lo hago, es porque quiero hacerlo, porque te amo… Y me siento inútil por no poder hacer nada por aliviar tu dolor…

—Sí que lo haces…—se puso de puntillas para besarlo—Por el simple hecho de estar aquí… Gracias—lo abrazó aún más fuerte—Tengo mucha suerte de tenerte a mi lado y por saber cómo sobrellevar mi caos.

—Amo tu caos…—besó su cabeza repetidamente—Y el afortunado siempre seré yo por haberte encontrado.

Un par de horas más tarde, René le ofreció su casa para quedarse al menos esa noche, pero Álex no aceptó. Ella le insistió para que se quedara en Sevilla, ya que su coche seguía aparcado cerca de la casa de Cristina, pero el muchacho se negó, quería llevarla a casa y asegurarse que todo estaba bien.

Nada más llegar, lo primero que hizo Álex fue terminar de vaciar el trastero. Según ella, para estar segura de no llevarse más sorpresas. Por supuesto René la ayudó en todo, si eso servía para que se tranquilizara, estaba más que dispuesto a hacerlo.

Casi todo había ido directamente o a la basura, o a la iglesia de su barrio para donarlo. Álex estaba agotada, no había más que verla, pero se había salido con la suya, deshacerse de todo lo que ya no le servía.

—¿Por qué no subís y te das un bañito relajante? Yo mientras puedo ver qué puedo hacer para que cenemos.

—Es la segunda vez que me mandas al baño… Estoy empezando a pensar que apesto…—bromeó.

—¿Cómo vas a pensar eso? Por supuesto que no… Precisamente todo esto comenzó por culpa de tu olor… Fue la primera cosa que me atrajo de vos.

—¿De verdad?

—Sí, de repente, tu olor estaba por todas partes… En la habitación, en el baño, en mi cama… ¡Me tenías vuelto loco con ese bálsamo tuyo todas las malditas noches! Incluso…

—Incluso… ¿Qué?—se acercó y lo rodeó con sus brazos.

—Un día lo encontré por ahí en la habitación y…me lo guardé—confesó avergonzado—No te hacés idea de cuántas veces me quedé dormido oliendo esa cosa… Engañaba a mi cabeza haciéndole creer que estabas allá conmigo…

—¡Oh René! No puedo creer que hayas hecho eso por mi culpa… Te juro que yo no lo hacía a propósito…—se disculpó.



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En el texto hay: redención, drama, amor

Editado: 21.09.2025

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