Al día siguiente bien temprano, alquilaron un coche y pusieron rumbo hacia Aguas Verdes, la ciudad natal de René. El muchacho condujo durante horas mientras le hablaba a Álex sobre todas las cosas que había para hacer en Aguas Verdes. A medida que iban acercándose hasta allí, la temperatura iba descendiendo ligeramente, en ese lugar, el clima era más suave que en la ciudad de Buenos Aires.
Valentina vivía bastante alejada de la costa, en un barrio muy tranquilo. René aparcó justo en la puerta, siempre se ponía algo nervioso cuando le tocaba volver al hogar que lo vio nacer, y ese día, con más motivo. Álex estaba allí junto a él, ni en el mejor de sus sueños podría haber imaginado algo así.
—¿Esta es tu casa?
—Sí, esa es. La casa donde nacimos y crecimos mis hermanos y yo… Intenté convencerlas de mudarse a una casa mejor en otra zona de la ciudad, pero mi mamá no quería dejar nuestro barrio de toda la vida—le explicó.
—Es bonita… Si yo fuera tu madre, tampoco me iría de aquí.
—Y tal y como te dije, esa es la casa donde vive Mía con Martín. Como podés ver, están muy cerca—ambos se bajaron del coche y recorrieron los pocos metros hasta su casa—Quédate acá, que no te vea.
—¿No le has dicho que venía?—René negó con la cabeza—¿Y si no me quiere ver? ¿Y si no le apetece que yo me quede en su casa?
—Quédate tranquila, eso no va a pasar—llamó al timbre y no mucho después, Valentina abrió la puerta—¿Cómo está la mamá más hermosa del mundo?
—¡René, hijo!—abrazó a su vástago con todo el amor del mundo—Vos y tu costumbre de no decir que día vas a llegar.
—Ya no te enojes, viejita. Para que veas que no soy tan mal hijo, te traje una sorpresita especial—le hizo una señal para que se dejara ver—Recién llegada desde la madre patria.
—¡Álex!—la mujer se echó las manos a la cabeza, no lo podía creer—¿Qué hacés vos por acá? Vení a darme un abrazo—había sido una grata sorpresa para ella—¡Mía se va a morir cuando te vea!
—Os hice una promesa, y, aunque he tardado un poco, aquí estoy.
—Los años no pasan por vos ¡Estás igualita!
—Podría decir lo mismo de ti Valentina… ¡Te veo genial!
—Pero no se queden ahí, pasen—al cerrar la puerta, se les quedó mirando—Estoy feliz por tenerlos acá. Vos podés quedarte en la habitación de Mía, está desocupada desde que ella y mi nieto se fueron de la casa.
—Mamá, por favor…están ahí mismo, dejá de ser tan dramática. Hablás como si se hubieran ido a vivir al fin del mundo.
—¡Vos qué vas a saber! No tenés hijos, si algún día los tenés, me comprenderás perfectamente.
Álex no sabía cuánto había echado de menos a Valentina discutiendo con cualquiera de sus hijos hasta ese momento. Sonreía mientras los observaba, no podían negar que eran madre e hijo, ambos eran igual de exagerados para todo.
—Vení para acá y te muestro la casa y tu habitación—Valentina la llevó de un lado a otro.
—Tienes una casa preciosa, pero si prefieres que no ocupe la habitación de Mía, puedo buscar un lugar para quedarme, no tengo problema con eso.
—Nena ¿Sos tonta? ¿Cómo vas a pensar que no te quiero en la casa?
—Pues…no sé. Supongo que tu hijo te habrá contado todo el mal que le he hecho, y tú, como su madre, puede que no me quieras cerca…
—Lo que vos y mi René hayan tenido o no, es asunto de ustedes, yo no tengo nada que ver. Y si en algún momento lo dañaste, no puedo decir que me alegre, pero entiendo que vos tampoco la has tenido fácil—le acarició la mejilla—¿Lo amás, cierto?
—Con todo mi corazón, Valentina, te lo juro. Estoy esforzándome para poder merecerme a tu hijo, y soy consciente que aún me falta mucho, pero no pienso rendirme—tomó aire para no echarse a llorar ahí mismo de la emoción.
—Te agradezco que hagas feliz a René… Ámalo mucho ¿Sí? Vos sos la mujer que su corazón eligió, es muy difícil resistirse a eso. Me pone muy contenta que al fin se estén dando la oportunidad, hacen muy linda pareja—entonces la mujer cayó en cuenta de algo—Si querés, podés irte con él a su habitación, soy una suegra muy moderna—le guiñó un ojo.
—Hemos quedado en ir despacio—le hizo saber—Así que mejor me quedo por aquí.
—Como vos quieras. Te dejo para que te acomodes y puedas descansar después de un viaje tan pesado. Si necesitás cualquier cosa, no tenés más que pedirla ¿Ok?
—Muchas gracias por todo Valentina, me ha encantado volver a reunirme contigo.
—Por nada hija, descansá—le dio un beso en la mejilla y la dejó sola. Cuando llegó a la habitación de René, entró y cerró la puerta.
—¿Qué pasó, viejita?—el joven estaba sacando su ropa de la maleta.
—Nada mi amor. Estuve hablando con Álex, esa nena no ha cambiado nada, pero me alegra saber que por fin te ha aceptado en su vida—se sentó junto a él en la cama.
—Sé que debí decirles, pero no han dejado de ocurrir cosas desde que regresé a Sevilla. Cuando llegué, la mamá de Álex acababa de morir después de semanas de estar agonizando en un hospital.
—¿Qué decís? ¿Se le murió la mamá?